Por Mariano Cerrato
@MarianoDCerrato

Las pasiones alimentan a las personas a tener metas, objetivos y sueños por cumplir, sin importar la edad o el momento de sus vidas por el cual estén transitando. Tal es el caso de Alberto Corral y Héctor Boggi, quienes a sus 72 y 93 años respectivamente, encontraron en el manejo de autos antiguos un grupo de pertenencia y una forma de vivir.

Ambos pertenecen al Club Ford V8, una organización que les permitió compartir su pasión por los autos clásicos con otras personas, hacer nuevas amistades, realizar viajes a distintos puntos del país y también conocer gente de otros clubes. 

La Mercury Coupé 1942, cuando sacó el 1° premio "Post Vintage Americanos" en Autoclásica 2019.

“Uno tiene la nostalgia de estar en estos ‘fordcitos’. Donde encontramos uno no nos podemos resistir. Es un hobby que nos une”, destacó en diálogo con “Crónica” Héctor, poseedor de un Ford modelo 1937. Por su parte, Alberto tiene cuatro autos Ford, que van de modelos de 1938 hasta una Mercury Coupé del año 1942, con la cual, resalta a este diario, ganó un primer premio de autos vintage. “El auto clásico es como ir al psicólogo, nos da la posibilidad de volver el tiempo atrás y una pasión para vivir”, agregó.

La ventaja de los autos clásicos sobre los modernos

A la hora de definir por qué eligieron manejar estos autos, Alberto enfatizó sobre la mirada que generan estos modelos por sobre los modernos en la gente y en cómo recibe elogios cada vez que los “saca a pasear” por las calles. “Las personas simpatizan con los autos clásicos, nos hacen comentarios lindos por la calle, nos tocan bocina. En cambio, los autos actuales son vistos como un objeto y tenerlos genera envidia”, resaltó.

En ese sentido, sostuvo que este tipo de autos representaron “la posibilidad de dejar atrás el caballo” y un “símbolo de poder”, cuando en cambio “los de hoy en día se volvieron algo más común”.

“El auto se transformó en algo ciudadano, se perdió el carácter de sagrado”, afirmó Alberto, quien añade que, pese a tener una Ford Ranger, la cual utiliza con más frecuencia para cuidar sus coches más antiguos, en realidad “duerme afuera”, mientras que en su cochera solo hay lugar para “los clásicos”.

El nacimiento de la pasión

A la hora de recordar cómo comenzó su vínculo con los autos clásicos, el poseedor de cuatro vehículos tradicionales rememora cómo fue el momento en el que por su esposa tuvo que regresar un auto porque, sin saber que él ya lo había comprado, le dijo que no le parecía “una buena idea de tenerlo”. 

Sin embargo, su incorporación de lleno al mundo de los autos antiguos la realizó hace 20 años, cuando comenzó a integrar el Club Ford V8, momento a partir del cual pudo “convencer” a su esposa de tener hasta “cuatro autos en la cochera, ya que, confiesa entre risas, si quiere un quinto le pide que “venda otro”.

Con los vehículos recorrieron diferentes paisajes de la Argentina.

La rutina de Alberto es levantarse todos los días a la mañana a revisar y limpiar los autos, algo que define como “la pasión” que encontró para “ocupar la mente después de haber dejado de trabajar”. Por otro lado, Héctor tuvo su primer auto antiguo 25 años atrás y subraya que la decisión de tener un coche de esa época le permitió “rememorar recuerdos y cosas de la niñez”.

Viajes y tiempos compartidos con amigos

Tanto Héctor como Alberto forman parte del Club Ford V8, que les permitía hasta antes del comienzo de la pandemia por el coronavirus tener un “gran grupo social” con el cual compartían “comidas cada fin de semana y una salida a algún lugar lejano una vez al mes con sus autos”.

Al respecto, Alberto remarca que en esos viajes también participan familiares suyos que los han acompañado a distintos lugares y que en los almuerzos “las esposas también se hacen presentes”.

Los encuentros antes de la pandemia eran frecuentes.

“Hemos realizado un viaje con gente de distintos clubes hacia Chile, para homenajear el trayecto que se hizo en una vieja carrera conocida como la de los ‘2 océanos’. También fuimos a Uruguay, Mendoza y Mar del Plata”, afirma Alberto. De este último viaje formó parte Héctor, quien con más de 90 años acompañó a la caravana para esta gran aventura compartida “entre amigos”, con quienes se hicieron compañeros inseparables.

Volver a las pistas

La pandemia representó para ellos un corte en toda esa vida social y la comunicación hoy en día es a “distancia”, al tratarse de un grupo compuesto por muchas personas en edad de riesgo. Sin embargo, ambos sueñan con poder pronto volver a recuperar la posibilidad de realizar esas actividades y superar esta difícil etapa que se vive en todo el mundo.

“Voy todos los días a la cochera y me subo al ‘fordcito’. Lo arranco, lo pongo en marcha. Trato de tener siempre la batería cargada. La esperanza de poder volver a sacarlo como antes no la pierdo, hace hincapié Héctor. Mientras tanto, ambos conservan sus autos con un profundo amor. El que los devuelve a sus recuerdos más valiosos de la infancia, que les permite tener algo en que aferrarse y dedicar su vida, además de permitirles, ya jubilados y en otra etapa de sus vidas, tener un renacer, arriba del volante y bien acompañados.