Por Mariano Cerrato
@MarianoDCerrato

“Mi mascota es parte de mi familia, como un hijo”, es la frase que se repite en cada uno de los testimonios. En un año atravesado por completo por la pandemia del coronavirus, muchos adultos mayores se quedaron en soledad o sin poder salir demasiado de sus casas, por lo que la compañía de sus perros y gatos ocupan un lugar muy importante en sus vidas

Pero también, para aquellos que perdieron a un ser querido y encontraron en su mascota un motivo para seguir adelante. “Crónica” dialogó con distintas personas que contaron su amor incondicional por los animales, cómo junto a ellos lograron superar momentos difíciles en sus vidas y la importancia que ocupan en sus vidas cotidianas. 

Según sus seres queridos, Caty es toda una modelo. 

La sigue a todos lados 

María (74 años) vive en el barrio porteño de La Boca y vive junto a Micaela, una caniche a quien cuida desde hace cinco años y una compañera que, literalmente, la acompaña a cada lugar que va. 

“Es algo precioso y yo creo que todos deberían tener un animalito, una mascota. La llevo a todos lados adentro de un bolsón que compré para ella, que como es chiquita entra. Hace poco fui al oculista con mi perrita y no me la dejaron entrar, así que me volví y saqué otro turno. No la puedo dejar sola”, confesó. 

María sufrió hace cinco años la pérdida de su madre, por lo que su hija decidió regalarle una perra para que le haga compañía y la ayude a transitar el difícil momento personal por el que estaba atravesando.  “Tener una perrita me salvó la vida. Es dulce, es por lo que vivo. Es lo mejor que le puede pasar a una persona y más siendo mayor. Es mi vida. La llevo a trabajar. Me hace caso, la dejo adentro de un bolsito y ella se queda”, enfatiza la pedicura. 

Beatriz y Nelly, junto a sus tres perros.

La relación que tiene Micaela con María es de un vínculo que atraviesa todo y ella la tiene pegada hasta para dormir por las noches, pese a tratarse del primer perro que tuvo en su vida, ya que según explica nunca tuvo tiempo para cuidar uno por su trabajo y porque viajaba mucho.  Pero también es alguien muy importante para su hijo, quien sufre de esquizofrenia y encontró en la caniche una compañera

“Cuando viene a casa mi hijo se aferra a ella, le hace bien. Lo primero que pregunta es ‘¿dónde está Micaela?’. No sabés como nos cambió la vida. El carácter, todo nos cambió”, subraya María.  La compañía de la caniche es indispensable para ella, quien pone como condición para ir a las casas de sus clientas que la dejen ir con ‘Mica’, porque, de lo contrario, no entra. 

“Una vez fui a un cumpleaños, en donde había más de veinte personas, y yo no la iba a dejar sola de la mañana hasta la noche, prefiero no ir al cumpleaños. Yo la llevé, la senté al lado mío debajo de mi silla y con disimulo le daba de comer. Y cuando tuve ganas de ir al baño me fui con ella y la llevé un poco a la calle para que haga sus necesidades”, sostuvo María, quien encontró en Micaela su ladera incondicional. 

Fieles compañeras. Comparten todas las tardes. 

Darles una nueva oportunidad 

Si hay algo realmente importante para Beatriz, una mujer de 76 años oriunda también del barrio de La Boca, es poder darles a los perros cariño y rescatarlos de situaciones difíciles. 

Tomy, Vivi y Nerón son sus tres perros, a los cuales salvó de la calle después de ser abandonados – y en algunos casos golpeados- por sus propios dueños, para darles una mejor vida. 

A uno lo tengo hace siete años, un salchicha con pequinés, la otra hace tres que la levanté de la calle, después de que la familia se mudara y lo abandonara y otro hace ocho años que lo tengo, porque un vecino le pegaba y me lo metí yo a mi casa. Nunca compré los animales”, resalta ‘Bety’. 

El amor incondicional de los abuelos por sus mascotas es único. 

Para ella, tener mascotas la ayudó a sobrellevar un momento difícil de su vida como fue la muerte de su marido, sumado a que por la cuarentena se le hizo difícil poder ver a sus sobrinos que viven en Monte Grande, localidad al sur del conurbano bonaerense, por lo que la compañía de sus perros fue clave en estos meses. 

“Uno le va enseñando y educando. Uno estaba en la calle y me costó más que se adapte, pero con paciencia y cariño lo logré. Y siempre digo que a un animal no hay que pegarle, que hablándole entiende todo, subraya Beatriz. 

Y, en ese sentido, remarca: “Si cada ser humano supiera lo que sufre un animal cuando lo dejan, yo creo que ninguno maltrataría o dejaría un animal. Yo si no puedo tener un animal porque me mudo, lo llevo a una veterinaria o lo publico y alguien me lo va a agarrar”

Rubí, una fiel compañera 

Nélida (90 años) disfruta y cuida de su perra de 8 años, a la cual compró con tan solo 60 días y la acompaña durante todo el día, además de ser definida por su dueña como “muy inteligente y guardiana”. 

Sonrisas para recibir mimos. 

“Había juntado unos ahorros y la compré porque se casaba mi hijo y tenía un bebé muy chiquito, y yo lo extrañaba. A su vez, ya tenían una persona para cuidad al bebé y yo quería tener alguien para cuidar, entonces me dije ‘me encantaría tener una mascota”, destaca ‘Nelly’. 

Rubí es definida como “una perra muy mimosa”, y Nelly afirma que si le pasara algo me pondría muy triste. Mi hijo tiró una alfombra el otro día para hacer gimnasia y ella se puso en la espaldita a hacer lo mismo. Cuando hay alguien afuera, ella nos avisa, está atenta a todo”, subraya con orgullo.