La pandemia del coronavirus empujó a muchas personas a tener que idear la manera de poder subsistir económicamente ante el cierre de actividades, por lo que tuvieron que reinventarse y realizar algo distinto que les permita pasar este mal momentoAnte ese contexto, una gran cantidad de adultos mayores salieron a ponerle el pecho y a intentar salir adelante mediante proyectos propios, en donde las redes sociales juegan un papel fundamental. 

Esta es la situación de Julio Marsano (67 años), presidente del centro de jubilados Pavón Pereyra del barrio porteño de Barracas, quien contó en diálogo con “Crónica” que ante el surgimiento del virus encontró en “la gastronomía” una forma de poder sostener el lugar. 

Enfrentar la situación 

“Desde marzo del año pasado que pasamos por meses durísimos. Perdimos los viajes de turismo y la cuota que se paga es social, lo que nos obligó a buscar una salida para poder solventar económicamente el centro y comenzamos a vender comida”, señaló Julio.  De esa manera, el hombre tomó la idea de Suny, coordinadora en el centro y cocinera, quien para el 25 de mayo del año pasado preparó locro para vender, que fue “un éxito” y dio inicio a una costumbre que se mantendría hasta el día de hoy: la de cocinar y llevar los “platos” a las casas. 

 

Los adultos mayores solían reunirse antes de la pandemia.

“Comenzó por un día patrio como lo es el 25 de mayo y después siguió el 29 con el día de los ñoquis. Ahora trabajamos juntos con Suny de lunes a sábados cada semana. Ella levanta temprano a cocinar y yo reparto las viandas casa por casa a los clientes. Por supuesto que todo lo recaudado va a sostener el centro”, enfatiza. 

Julio resalta que la comida que preparan es “variada” para “no repetir y ofrecer una dieta balanceada a la gente”, con un menú que varía también según la fecha y el momento del año en el que estén. 

Dentro de las comidas que venden se encuentra “el pastel de papas, suprema con arroz, pollo al horno con papas, canelones, empanada y pizza”, más algunas preparaciones que “son más requeridas en el invierno”, como “lentejas y mondongo”. 

“Publicamos a través de nuestros estados de WhatsApp o en el Facebook lo que hacemos. Muchos socios del centro se prenden y también corren la voz para que familiares suyos nos compren y sus vecinos del barrio”, destaca el presidente de “Pavón Pereyra”. 

En la actualidad, Julio reparte entre 10 y 15 viandas por día, aunque aclara que aún no es suficiente para generar el ingreso que el lugar tenía antes del inicio de la pandemia. 

“Tenemos un pequeño aporte estatal que nos ayuda, pero no se hace fácil. Igual no perdemos la esperanza de poder volver a abrir cuando pase la pandemia. Lo que hoy hacemos nos permite sostener las actividades”, remarca. 

La virtualidad

El centro de jubilados Pavón Pereyra cuenta con 300 socios en total, quienes en la actualidad continúan vinculados al lugar a través de la virtualidad, con talleres por videollamada y grupos de WhatsApp en los que el apoyo mutuo para soportar el encierro se vuelve fundamental. 

“Dictamos clases de yoga, clases de canto, entre otros talleres. Son cosas que nos permiten mantener ocupada la cabeza. El apoyo de los socios es incondicional y lo bueno es que entre todos nos apoyamos”, valora Julio. 

Por su parte, por fuera de lo que cocinan en el centro, su presidente agrega que entregan bolsones de comida para ayudar a los jubilados a sobrevivir en la actual situación, que les llega a través del Gobierno de la Ciudad. 

“Este centro funciona hace 25 años y ha soportado de todo. Hoy tenemos una gran incertidumbre, pero esperamos que sigan llegando más vacunas. Se hace difícil porque hay gente con cuadros de depresión, que se descuida y se deja estar”, apunta. 

Sin embargo, Julio afirma con seguridad que “el optimismo hay que tenerlo siempre” y que, si bien “se hace larga la espera, las llamadas y mensajes de ánimo sirven para mantener a la gente viva y con la esperanza de que esto va a pasar”. 

Ayudar en tiempos de Covid

Luis Monje es un jubilado de Bahía Blanca que en medio de la actual situación de pandemia comenzó con un emprendimiento que tiene como fin ayudar a los jóvenes vulnerables a aprender un oficio, por lo que instaló un taller textil para enseñarles un oficio. 

Así fue como eligió la ONG Casa de Betania en Bahía Blanca para asumir la responsabilidad de acompañar a chicas y chicos de entre 16 y 25 años que se acercan a la institución con múltiples necesidades, con el fin de que puedan aprender un oficio que les permita obtener ingresos a través de la elaboración de prendas con marca propia. 

Según detalló el jubilado, se encarga de que la ONG pueda obtener ingresos ropa escolar y para empresas, a las cuales les venden sus productos. 

El emprendimiento gastronómico nació en tiempos de Covid.

“La idea es que ellos, los jóvenes que tanto lo necesitan, puedan tener una salida laboral. Lo hacemos por los chicos y también por nosotros mismos, para aportar un granito de arena para hacer un mundo mejor”, destacó. 

Casa de Betania se constituyó en 2015 como Asociación sin fines de lucro y está integrada por una Comisión Directiva y un equipo de profesionales constituido por psicólogos y psicólogas, un profesor de Educación Física, un trabajador social, un psicopedagogo y un psicólogo supervisor. 

Esta ONG ayuda a jóvenes con historias de vida muy complejas en la búsqueda de un proyecto digno, para que puedan salir delante de situaciones muy complejas. 

Anteriormente, Luis también colaboró en la colecta de dinero para ayudar a personal de salud de la localidad de Dorrego, de la que es oriundo, luego de superar enfermedades como un cáncer de tiroides en 2015 y el coronavirus el año pasado, que según relata, fueron “cosas” que le “ablandaron el corazón”. 

“Ver el tremendo esfuerzo que pone el personal de Salud en atendernos, me llevó a ablandar un poco el corazón y a pensar más en lo demás”, confesó Luis, que desde el año pasado no para de ayudar a gente que lo necesita