Horacio Godoy: "No sabemos si La Viruta va a seguir funcionando"
El bailarín y empresario aseguró que la milonga más grande del país está en peligro. Crónica consultó con varios jubilados que solían concurrir al lugar. ¿Qué opinan?
Por Mariano Cerrato
@MarianoDCerrato
A 13 meses del comienzo de las restricciones que se implementaron en el país por los cuidados que exigió la pandemia del coronavirus, fueron muchas las actividades que se vieron afectadas y sobrevivieron como pudieron a las dificultades generadas por los cierres y la falta de ingresos.
En ese contexto, uno de los sectores más golpeados durante este último año fue el del tango, que engloba solo en la ciudad de Buenos Aires a más de 1000 personas que dependen alrededor de 80 milongas que funcionan sobre territorio porteño, sin contar todas las que también existen en el conurbano bonaerense y otros puntos del país.
Horacio Godoy, bailarín y responsable de La Viruta Tango club, una de las más importantes milongas de la Ciudad, donde suelen concurrir cientos de abuelos y se desarrollan diferentes competencias para adultos mayores, definió en diálogo con “Crónica” la situación como “dramática”.
“No sabemos si La Viruta va a seguir funcionando, no podemos mantener el lugar. Nosotros tenemos unas deudas gigantes, de impuestos, de factura de gas. Estamos quebrados y sobrevivimos de las donaciones de los extranjeros, que nos ayudan un poco a pagar las deudas”, alertó Godoy.
Sobre esta línea, señaló que en esa tanguería porteña la cantidad de empleados producto de la pandemia bajó “de 15 a 3 personas”, ya que en el lugar hubo desde marzo del año pasado “ingreso cero” y no pudieron siquiera abrir como espacio gastronómico, ya que el restaurante del lugar “funciona en el subsuelo”.
El responsable de La Viruta Tango Club valoró que recibieron por parte del Estado durante estos últimos meses la Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP), con lo cual pudieron cubrir el 50% del salario de cada trabajador, aunque remarcó que eso no alcanza sin ingresos.
“Toda la gente del tango está con un endeudamiento brutal. No hay un subsidio significativo del tango. Y nos corren como estuviésemos pudiendo abrir. Nos piden pagar todos los impuestos”, denunció Godoy, quien pidió “más tacto” para no castigar a estos lugares ante la imposibilidad de generar ingresos.
Con las milongas cerradas, una opción que surgió para algunos sitios como medio por el cual se pudiera continuar con la llama del tango viva fue a través de los cursos online para aprender a bailar.
Sin embargo, para el hermano de la famosa bailarina de tango Mora Godoy aún falta mucho para el regreso a la presencialidad, ya que el distanciamiento social que exige el coronavirus por la posibilidad de transmisión del contagio es algo muy difícil de aplicar en el tango por la forma en que se baila.
“El tango sin presencialidad y sin abrazo es como hacer natación sin agua, no tiene sentido. No tenemos la posibilidad de no tener un trabajo que no sea de contacto”, subrayó, por lo que enfatizó sobre la necesidad de tener un mayor apoyo al sector para subsistir en estos tiempos y que las milongas no desaparezcan.
"La ceremonia de ir a una milonga es única"
Para muchas personas que solían bailar el tango, los últimos meses lejanos a las milongas fueron muy difíciles de sobrellevar, por el hecho de que algo que era parte de sus vidas durante sus noches, quedó de un día para otro frenado por la pandemia.
“Tenía una vida muy activa, iba a bailar casi todas las noches. Extraño más que nada la parte social del tango. Y del baile se extraña la falta del abrazo, que une las partes rotas”, sostiene en diálogo con “Crónica” Emilse Costabarren (60 años), una mujer que vive en la localidad de Burzaco y solía frecuentar las tanguerías de la zona sur del conurbano bonaerense.
Junto a un grupo de personas con el cual entabló un fuerte lazo de amistad, Emilse conformó “la mesa K”, que autodenominaron así según describió por la afinidad ideológica con el kirchnerismo de sus integrantes.
“La ceremonia de ir a una milonga, compartir una copa, es algo único. El tango encierra más que el tango en sí. El poder abrazarse con el desconocido y bailar no solo en la tanguería, sino también en la calle o en una plaza. Bailar por bailar”, describió la mujer.
A la hora de hablar sobre cómo llegó al tango, Emilse contó que comenzó a tomar clases a los 40 años y que sus compañeros “se sorprendieron de que pudiera bailar tan bien sin tener experiencia”, aunque en realidad cree que su primer acercamiento al género se dio de muy pequeña.
“Cuando tenía 4 años bailaba con mi abuelo, que después de comer corrían la mesa y se ponían a bailar en su casa. Me quedó un registro físico y emocional que aún me conecta con esa época”, rememora, en tanto que cuenta que, al día de hoy al escuchar un tango en su casa, se pone a bailar sola.
Una experiencia similar
Al igual que Emilce, Liliana Aboy (66 años) es otra enamorada del tango y pasó por una experiencia similar en cuanto a sus inicios como milonguera, ya que comenzó a bailar “de grande” unos 15 años atrás, después de divorciarse de su marido.
“Yo no conocía el tango bailable. Cuando me separé, dije que puedo hacer ahora, a dónde puedo ir y empecé a tomar clases. El tango me enamoró. Bailarlo te transporta a un lugar especial, estás en un lugar distinto. Y con la pandemia todos los que bailamos estamos sufriendo”, señaló a este diario Liliana.
Sin embargo, remarcó al igual que Emilce que “en estos momentos hay que cuidarse”, ya que “el contacto con el otro es mucho más cercano y es más riesgoso”.
En el caso de Liliana, su entretenimiento principal ante la ausencia del tango pasó a ser “la huerta en casa y los animales”, mientras que para Emilse “la bicicleta pasó a ocupar ese lugar”, aunque con la diferencia de que se mueve “en soledad”.
“Mi corazón empieza a latir cuando paso cerca de una tanguería y lo padezco, pero tengo la esperanza de que van a volver a abrir. Hay que esperar y cuidarnos en este momento”, subrayó.