Su nombre era Miguel Ángel Álvarez, pero el mundo del espectáculo lo conocía como Javier Portales, el entrañable e inseparable compañero del también comediante Alberto Olmedo. 

Su vida tuvo la secuencia repetida de muchas estrellas: reconocimiento, fama, popularidad, dinero, decadencia y olvido. En su caso, las mujeres que conoció fueron un factor desencadenante de muchos de los episodios que luego redundaron en su triste final, abandonado por su familia y sumido en una profunda depresión.

¿Es Javier Portales otra víctima de la maldición de Olmedo? Dicen que a partir del doloroso fallecimiento del capocómico el 5 de marzo de 1988 en Mar del Plata, sucedieron varios episodios trágicos alrededor de quienes lo acompañaban en sus famosos sketches.

Beatriz Salomón, Silvia Pérez, Susana Romero, Adriana Brodsky y Divina Gloria eran las grandes divas que lo acompañaban. Se las conocía como "las chicas Olmedo" y la muerte del actor significó el declive profesional y personal de todas ellas.

Popularidad, dinero y mujeres

“Bienvenido hombre de suerte a los portales de la gloria”, es la traducción del nombre artístico de Javier Portales, adoptado bajo la estricta recomendación de un poeta santafecino una noche en Río Cuarto, influencia que el comediante siguió sin cuestionar y terminó por ser su identidad hasta el final de sus días.

El primer capítulo que marcaría a fuego su vida comenzó a escribirse por 1969, cuando conoció a Delia, quien al poco tiempo se convirtió en su fiel pareja y prácticamente una madre para su pequeño y único hijo Javier Ángel, de solo siete años de edad.

Tras casi dos décadas y media de matrimonio, en 1995 conoció a una joven guionista de nombre Marina Gacitúa, de 33 años, y comenzó una relación paralela. Después de algún tiempo en la clandestinidad, Delia terminó descubriéndolo, iniciando una etapa sombría de reclamos judiciales intensos.

"No toca botón" fue uno de los scketches más famosos de Javier Portales  Alberto Olmedo.

Sin titubear, Delia le inició un juicio de divorcio con todas las de ganar. El actor salió sumamente desfavorecido y marcó el comienzo de su decadencia financiera: la mujer logró un pedido de 2 millones y medio de dólares y la fijación de una cláusula en la que él se comprometía a cederle el 17% de todo lo que ganara de ahí en adelante. 

Pero lo económico no fue todo: la separación de Delia le trajo enormes problemas con su hijo. Producto de todos esos conflictos, y de su nueva relación amorosa, Portales permaneció distanciado de su primogénito durante largos años, casi sin dirigirse la palabra. 

El accidente doméstico que cambió su vida por completo

Corría el año 1997 y un accidente doméstico, aparentemente inofensivo, marcó la vida del comediante para siempre. Producto de una caída, comenzaron a agobiarlo insoportables dolores de espaldas, un cansancio exorbitante y una reducida respuesta de sus piernas, que terminaron llevándolo hacia una silla de ruedas.

“Todo empezó cuando me resbalé en la quinta y me caí para atrás. Antes no había tenido ningún síntoma. Yo no sé si esto me ocasionó la hernia de disco o la despertó pero a partir de ahí comenzaron todos los problemas”, dijo casi cinco años después de aquel episodio.

Luego de someterse a varias operaciones de columna, Javier decidió viajar a Cuba a recibir un esperanzador tratamiento de fisioterapia. Mientras tanto, ya para entonces, convivía en Balvanera con su pareja Marina y la hija adolescente de ella.

Una caída en su casa quinta comenzó a deteriorar la salud física de Javier Portales.

Su salud se deterioraba irremediablemente: las dificultades para moverse y trasladarse se acrecentaban y nada parecía revertir el difícil panorama físico, que se tradujo en una fuerte depresión alentada por la imposibilidad de trabajar y problemas en su pareja.

Fue su hijo Javier uno de los primeros en denunciar públicamente las atribuciones que estaba tomándose Marina Gacitúa con su padre. Según él, la mujer lo trasladó desde la habitación principal hacia una de servicio con la excusa de que estaría “más cómodo”, lo que le permitiría entrar y salir de la vivienda con mayor comodidad.

No solo eso, sino que Gacitúa habría logrado que Portales le firme un poder sobre sus bienes, lo que le permitió en el transcurso de ese tiempo ir realizando retiros de dinero de forma periódica, hasta llegar a abultadas sumas. Finalmente, Marina termina yéndose a España con otro hombre.

El 14 de octubre de 2003, Javier Portales muere a los 66 años de edad, luego de haber atravesado sus últimos días recluido en su propia casa, azotado por sus problemas físicos, económicos y una profunda e irreparable soledad.