Por Carlos Parodi (*)
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Son múltiples las horrorosas facetas que conllevan las interpretaciones místicas, científicas y socio culturales que rondan acerca de la figura delAnticristoy que han atravesado como una penumbra eterna la historia de la humanidad.

Así como desde la visión de mundo judeo-cristiano las creencias religiosas le concedieron un matiz “metafísico”, por otra parte, las evidencias de los crueles hechos históricos que el mismo ser humano cometió, le otorgaron a la noción del “mal” una concepción metafórica, pero sobradamente real.

Si viajamos por la historia, quizás fueron los “herejes” aquellos primeros grupos nómades que opacaban y negaban con sus prácticas todo tipo de creencias sobrenaturales basadas en los dogmas religiosos. Fueron señalados en la “epístola primera” del apóstol San Juan, en la segunda parte de la Biblia cristiana conocida como “Nuevo Testamento”.

Pero fue en el siglo X cuando se le atribuyó al monje benedictino Hermerio Adson la autoría de la primera obra conocida como “De Antichristo”. A partir del siglo XI la irrupción de la “Escolástica” como método caracterizado por la aplicación de la Razón al campo de la Filosofía y la Teología, redefinió la sustancia de los conceptos místicos que se tejían con hilos de oro en los tratados religiosos.

Para los filósofos, religiosos y científicos, la representación del Anticristo podía estar “más cerca” de lo que los hombres pensaban, e incluso dentro de ellos mismos.

En tal sentido, la sacerdotisa y mística alemana Hildegarda de Bingen se refería al Anticristo como al “corruptor de almas” en su libro “Conoce los caminos”, dictado -según ella misma describió- por entes sobrenaturales y bajo un estado de trance.

Los grupos “antimesiánicos” prosiguieron a través de los tiempos con su inexorable camino terrenal. Un dato curioso lo aportó el filósofo, hechicero y sacerdote español San Vicente Ferrer (1350- 1419) cuando anunció la venida del Anticristo para los años 1403 “y/o” 1413.

Este hombre contaba también con una camada de seguidores pertenecientes a la secta de los “Flagelantes”, quienes mientras lo acompañaban en sus prédicas por distintas regiones de Europa, se azotaban entre sí mismos ante la “inminente llegada del Juicio Final”.

Para no ser menos, hacia comienzos de 1500 y en plena efervescencia del movimiento conocido como la “Contrarreforma”, el teólogo y pensador Martín Lutero (1483-1546) criticó sin eufemismos al Papa León X (1475-1521) tildándolo de “ Anticristo”, por lo que fue rápidamente excomulgado.

Las formas de la Bestia

Con el transcurrir de los siglos y la irrupción del “pensamiento crítico” no se estableció una evolución conceptual en torno a la figura del Anticristo. Su sola mención abarcaba desde fisonomías impersonales hasta formas bestiales.

Es así que durante los siglos subsiguientes fueron infinitas las interpretaciones tanto religiosas, artísticas y literarias como socio- culturales que se entrecruzaban. En plena transición histórica desde la “Ilustración” al “Romanticismo”, el filósofo Juan Jacobo Rousseau (1712-1778) expresaba:”Hombre, no sigas buscando lejos al autor del “Mal”, ya que eres tú mismo”.

De esta manera, la esencia demoníaca del Anticristo quedaba arrojada al libre albedrío de la humanidad. Asi como en el libro XIII del “Apocalipsis” bíblico, se caracteriza a esta figura como a una bestia surgida del mar, su figura literaria aparece como personaje central de un drama del escritor hispano Juan Ruiz de Alarcón y también se personifica bajo la estampa de “Mefistófeles” en la obra del poeta y novelista alemán Johann Von Goethe.

Por su parte, el místico y visionario poeta inglés William Blake en su libro “Las bodas del Cielo y del Infierno” (1790) señala que “todas las deidades habitan en el pecho humano, y ningún elemento de la psique es completamente bueno o malo”.

Posteriormente el filósofo alemán Friedrich Nietzsche publicó “El Anticristo” pero alejado de una visión religiosa y como metáfora de un “mal” que oprime al ser humano. Años después Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, también dedicó escritos vinculándolo a la simbología de aquellas reprimidas pulsiones del inconsciente.

Ante las sucesivas transmutaciones por las que atravesó el anticristo, una frase del filósofo español Miguel de Unamuno nos deje acaso aún más perplejos: “Creer o no creer no significa nada. Lo importante, es experimentarlo”.

PELÍCULAS DIABÓLICAS: REPRESENTACIÓN EN EL CINE INTERNACIONAL

El cine italiano de terror supo anticiparse a Hollywood en temáticas vinculadas a la figura maligna y en 1974 estrenó en los cines europeos la película “El Anticristo”, dirigida por Alberto de Martino y protagonizada por el norteamericano Mel Ferrer (1917-2008) y Carla Gravina (1942).

En diciembre de 1976 se estrenó en Argentina “La Profecía” dirigida por el director Richard Donner (1930-2021) con Gregory Peck (1916-2003), Lee Remick (1935-1991) y Harvey Stephens (1970). Este aterrador film que tuvo varias secuelas, quedó en la historia de la cinematografía como una de las más escalofriantes películas que jamás se hayan filmado.

Tan fuertes eran algunas de sus escenas que hubo guionistas que rechazaron de plano involucrarse dada su demoníaca trama. Durante un alto en el rodaje, Gregory Peck no pudo tomar un vuelo en avión que tenía programado, el cual al despegar se estrelló y murieron todos los pasajeros.

Acaso la historia más impactante refiere a su joven actor, Harvey Stephens, quien en la actualidad tiene unos 54 años, pero al momento del casting tenía tan sólo 6. En su primera audición, el propio director no tuvo mejor idea que “actuar” en el papel de la madre y simplemente esperar la reacción del principiante.

El pequeño Harvey se le abalanzó y sin más le pateó el bajo vientre. ¿Conclusión? Fue elegido para el diabólico papel de “Damien Thorn”, con el que quedaría marcado a lo largo de su tortuosa vida.

(*) Investigador paranormal y ufológico