El 2024 está llegando a su fin, y por primera vez desde 2016 Boca lo cerrará sin conseguir ningún título. "Va a ser un año muy divertido", anticipaba en enero el presidente del club, Juan Román Riquelme, cuando el foco estaba puesto en la política y no tanto en lo deportivo. Justamente, el final de 2023 lo dejó al club sin la tan ansiada Copa Libertadores, y por apostar todo a un encuentro pagó carísimo el 2024, ya que tuvo que disputar la Copa Sudamericana, un torneo de mucho menor jerarquía.

Por si fuera poco, la experiencia internacional no fue la mejor y terminó afuera de manera prematura, en octavos de final ante Cruzeiro, dejando al club sin competencia continental demasiado rápido para sus aspiraciones.

A nivel local dejó mucho que desear también. En el primer semestre no pudo pelear la Copa de la Liga, mientras que ahora, en la Liga Profesional, nunca estuvo en la pelea por el título.

 A pesar de contar con una economía sumamente estable, y por arriba de la mayoría de clubes argentinos, el plantel no dio la talla. La falta de jerarquía, los refuerzos mal apuntados y los rendimientos bajos por parte de la mayoría de jugadores fueron un combo letal para que el 2024 sea, en definitiva, un fracaso. 

Un equipo como Boca, acostumbrado a la doble competencia y a sumar títulos, termina penando por un lugar en el repechaje de la próxima Libertadores, y ni siquiera depende de sí mismo. Todo lo que se hizo (o se intentó) fue erróneo, y pareciera no tener un final. 

El hincha, el socio que paga cada mes la cuota, no encuentra consuelo en un equipo que claramente dejó mucho que desear. La única alegría que tiene el fanático xeneize no puede ser que el rival de toda la vida haya quedado afuera de la Libertadores. El hincha se tiene que hacer escuchar cada vez que pueda, en cada ocasión que juegue de local, porque los dirigentes parecen tener una realidad bastante diferente a lo que es el presente del club. A barajar y dar de nuevo, asumir errores y no repetirlos el año que viene.