Por Marcelo Peralta Martínez

Una pareja estadounidense compró en 1989 una mansión en Nyack, Nueva York, Estados Unidos, sin saber que allí ocurrían todo tipo de fenómenos paranormales y a pesar de que era vox populi en el vecindario. Tras una serie de episodios terroríficos el matrimonio decidió demandar a la antigua dueña y vendedora de la propiedad.

Sin precedentes, el caso llegó a juicio, y en 1991 la Corte Suprema de NY actuante la declaró oficialmente como "casa embrujada" y ordenó que este detalle figure en el boleto de compra. Por ello, Jeffrey Stambovsky y Patrice denunciaron penalmente a Helen Ackley, de quienes sus vecinos afirmaron que solía repetir que "estaba convencida de que había fantasmas en el lugar", pero no se lo comentó a los posibles compradores de la casona.

Un poco de historia

La familia de la señora Ackley habitó la citada casa desde 1977. Durante los primeros años, estos le comentaban a sus vecinos y allegados de confianza sobre todo tipo de fenómenos paranormales. Según pudo investigar la propia Helen con una vidente que contrató tiempo después, allí habitaban presencias que estaban en la casa desde hacía muchísimos años.

La mentalista les dio más detalles de los "visitantes"; le explicó que se llamaban sir George y lady Margaret, un matrimonio fallecido en 1750, en el Reino Unido de Gran Bretaña. Por su parte, el hijo de Helen les reveló a sus compañeros de escuela que en la mansión "habitaba" el espectro fantasmal de un militar que había participado en la sangrienta Guerra de Secesión que decidió el destino de los Estados Unidos de América, cuando los estados del sur y los del norte se enfrentaron.

El muchacho habría revelado que había tenido un escalofriante encuentro cara a cara con la entidad. La mujer también recordó que estos entes se alojaban en cuartos vacíos y se los podía escuchar hablar además de mover muebles o pegar portazos.

Otras almas

Años más tarde, el señor Ackley falleció y su esposa Helen, desde entonces, se convenció de que la muerte de su marido fue a causa de las presencias fantasmasles que lo atormentaban cada tanto. Pero, a la vez, se sospecha que, desde su partida al más allá, el señor Ackley comenzó también a rondar por los diferentes ambientes de la espaciosa mansión.

Quizá por eso, y cansada de vivir con ese estado de tensión permanente, finalmente la señora Helen tomó la decisión de poner en venta la casona y terminar con ese suplicio que la atormentaba. Pero, para que la operación pudiera llevarse adelante sin que se produjeran contratiempos, la mujer se juramentó a sí misma no decir nada sobre los episodios hasta aquí mencionados y que se repetían sin solución de continuidad.

Para ello, Susan ideó un plan, para lo cual rogaba que sus vecinos más cercanos que no delataran a los potenciales compradores sobre la mala fama de la mansión y su intenso pasado con actividad paranormal, "recargada" con el correr de los años.

Como era de imaginarse, la casa fue publicada a un precio más que interesante y, dadas sus características, no faltaron los interesados en adquirirla. Así, una joven pareja golpeó un día a su puerta. Se trataba del matrimonio Stambovsky, que quedó inmediatamente encantado con la propiedad y rápidamente efectuó el abono de una seña, para asegurarse la operación. Por cosas del destino, recién entonces Helen mencionó una "posible" presencia de fantasmas y se rio.

Oscura estafa

 

Ni Patrice ni Jeffrey sabían con exactitud en el momento de comprar la casona que allí habitaban espectros, pero este dato era vox populi entre los habitantes de Nyack. Pasó poco tiempo hasta que los Stambovsky tomaron la decisión de llevar a juicio a la vendedora y propietaria de la casa, ya que ella nunca mencionó estos detalles, aunque aclaraban que algo había deslizado al momento de la seña, pero "como un chiste". Tras los peritajes recabados, el Tribunal Supremo falló a favor de la pareja y declaró oficialmente a la casa como "embrujada", ya que en la inspección que se hizo no se pudo comprobar lo contrario y relevando los testimonios de los vecinos, que tanto sabían sobre el caso se decidió que en el contrato de compra figure esta cláusula paranormal.


Primero en la historia: gran dictamen de la Corte Suprema de Nueva York

Se supo que, al retroceder en la historia del predio de Nyack con vista al río Hudson, desde la construcción misma en 1890, con aires victorianos y una fastuosidad increíble, otros habitantes de la finca ya habían denunciado ciertos eventos escalofriantes relacionados con presencias y situaciones muy aterradoras e inexplicables, lo que explicaría la continua actividad paranormal en el lugar.

En 1960, cuando Helen Ackley compró la ya centenaria mansión de grandes ventanales en la cálida villa, su felicidad duró mucho menos de lo que esperaba, dado que la continua actividad de tinte paranormal invadía la gran casona casi todas las noches.

Poco después, varios vecinos le advirtieron que ya otros moradores se habían quejado de cosas que se movían sin explicación alguna y que en un pasillo enorme se veían figuras. Lo cierto es que ella comenzó a entender el porqué de tantos ruidos y golpes en el lugar, y que según fue informada, provendrían de antiguos militares que habían participado en la Guerra de la Independencia.

Un relato poco creíble, aun cuando los vecinos conocían anteriores dichos, pero que fue refrendado cuando Susan vendió a mansión a la pareja de Jeffrey Stambovsky y Patrice, ambos deslumbrados por el lugar, pero que solamente en un chiste escucharon que allí habitaban "fantasmas". Sin embargo, dos años después, y cuando pocos lo presuponían, llegó la sentencia que dictó en 1991 la Corte Suprema de Nueva York, un fallo inédito.

Si bien los Ackley también habían sido víctimas de actividad, nunca lo contaron a nadie. Luego, con el correr de los años, se tornó cada vez difícil vivir y recién en 1989 la vendieron en cerca de dos millones de dólares a la pareja de los Stambovsky, que al sentirse estafados demandaron a Helen.

Lo cierto es que, a pesar de haber perdido el juicio, y de anularse la operación, Helen recibió muchas llamadas de interesados en adquirir la propiedad. Entre una larga lista, figuraron mentalistas, estudios de cine y TV, además de una decena de fanáticos de lo esotérico. Según dicen, la casona se vendió a un valor mucho más alto de lo esperado y Helen, fallecida en 2003, volvió a la casa embrujada para estar junto a su difunto esposo.

M.P.M