Prof. Antonio Las Heras (*)
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Atardece en la llanura pampeana con el Sol cayendo a un horizonte todo despejado. Los hombres reunidos tras sus labores diarias invitan a la rueda de mate que acepto con entusiasmo. “Vea que es amargo, ¿eh?” Aclara quien toma a su cargo cebar. “Desde mi adolescencia lo tomo así”, contesté. La ronda comienza en silencio.

Cada uno de los presentes se sentó sobre unos troncos cortados y secos, puestos en círculo debajo de un eucaliptus. Es simple darse cuenta que el silencio inusual lo es por que ya hay acordado de antemano hablar sobre algo de lo que no tengo idea. Recién en su segunda ronda alguien habla.

Hasta ese instante los sonidos fueron sólo del viento y de unos pájaros. “Si usted es especialista en sucesos extraños, como nos han dicho, entonces debe conocer qué es ´la familiar´”, me dice el hombre corpulento, entrado en años, curtido el rostro y con cierta actitud de desafío.

“No, no conozco; pero me parece que pronto voy a conocer... estoy muy interesado”, respondo. “Si es así, y está dispuesto va a escuchar lo que le cuento”, retruca. El hombre se reacomoda, toma el mate, hace gestos afirmativos e inicia su relato. “La ‘familiar’ es una serpiente que trae suerte. La casa que tiene la fortuna de que ella decida entrar se colmará de bendiciones. Es muy especial; chiquita, cortita diría. Tal vez medio metro o un poco más. Gruesa. La agarra con la mano y no puede unir los dedos. Colorcito marrón”, cuenta.

Y sigue: “Nunca se sabe de dónde llega... Pero decide entrar en tal casa y no en otra. Nunca conoceremos los motivos de su elección. Quienes no saben lo que le estoy diciendo, no son del campo; nosotros conocemos, nuestros padres, abuelos y bisabuelos y aún antes conocían; quienes no conocen se asustan y la sacan de la casa o, peor, la lastiman o matan. ¡Pobrecitos! Les llega, inevitable, la desgracia. ¡Cualquier desgracia!, ¿eh?. Enfermedades, muertes de animales, sequía, pérdida de cosechas, caída de un rayo que incendia el rancho. Hasta puede ser que haya granizo sólo cayendo en su propiedad; y las de al lado, ¡nada! Si uno rechaza a ‘la familiar’ su vida y la de los suyos está arruinada. Ahá y le adelanto que una vez hecho así, no hay solución. Usted puede arrepentirse todo lo que quiera, pero el mal ya está hecho. No hay vuelta atrás”.

El cebador siguió su relato con evidente condición didáctica: “Cuando elige una casa hay que dejarla tranquila. Ella sabe cómo alimentarse. A ninguno molesta. Duerme bajo los muebles o se enrosca, si hace mucho calor, en la pata de una mesa. Es mansa. Si la gente se reúne “la familiar” pasa entre ellos y busca donde ponerse, se enrosca y duerme. Es como que está protegiendo a todos. Y así vive por años.

¡Ni dude que donde “la familiar” decidió quedarse Dios colma a todos de bendiciones! Las mejores cosechas. Los mejores hijos. El mejor ganado. Los mejores pastos. Siembre lo que guste el éxito está asegurado”. También me contó que “la familiar” puede vivir años en la casa que eligió. Y si se muere, de muerte natural, las bendiciones continuarán de por vida.

En caso que su vida haya cesado, hay que tomar el cuerpo con cuidado y hacerle un entierro decente cerca donde habitó tanto tiempo. Y puede ser que un día se vaya. Hay que dejarla ir. Eso significa que ya no tendrá más suerte extraordinaria, pero tampoco habrán desgracias.

VERDADERO ENIGMA: NADIE SABE DEMASIADO DE ELLA

Lo último que me dijo este avezado gaucho, antes de que yo se lo preguntara, es que “la familiar” es una serpiente de la que no puede saberse si es, en verdad, un animal común, si se trata de una de esas tantas víboras que hay en los campos o una entidad constituida por alguna fuerza misteriosa que adopta la forma de serpiente, tan característica en leyendas, mitos y escritos sagrados.

Cuando concluyó su relato, volvió el silencio. Hubo unas rondas más de mate. Tal vez esperaban que yo hiciera preguntas. No las hice. Con su experiencia el hombre hizo innecesario interrogar. Todo estaba dicho. Aquel día era sólo cuestión de aguardar que “la familiar” saliera de la casa donde estaba, parece descansando.

(*) Doctor en Psicología Social, fi lósofo y escritor. Magister en Psicoanálisis. Pte. Asoc. Arg. Parapsicología y de la Asoc. Junguiana Argentina.