Por más que sea la actividad más placentera de la historia, muchas personas se cansan después de un buen tiempo de hacer siempre lo mismo. Si bien las rutinas brindan la cuota vital de seguridad para los que necesitan moverse por caminos ya transitados, hay quienes sienten en esa repetición de actividades un hastío desmoralizador.

El arte trae buenos ejemplos de muchachos y muchachas que un buen día se cansaron de hacer siempre lo mismo, aunque ese siempre lo mismo hubiera sido simplemente la gloria para el resto de los mortales.

En cómo esos seres afrontaron ese hartazgo está un poco el quid de la cuestión. Hay quienes se revelaron y generaron algo totalmente distinto, logrando a la vez cambios en quienes los admiraban y otros que simplemente dijeron basta y prefirieron escudarse en el anonimato. 

Sin juzgar qué está bien y qué está mal porque hacerlo sería tan fácil como injusto porque uno nunca estuvo ni siquiera cerca de poder calzarse sus zapatos, siento más aprecio y admiración por quienes están del lado Beatle de la vida.

¿Cómo sería eso? Cuando por 1965 esos cuatro señoritos de Liverpool se hartaron del twist y los gritos y no quisieron pedir más ayuda (también a los gritos), revolucionaron para siempre la música escribiendo canciones que marcaron el comienzo de nuevos géneros como Tomorrow never knows, Helter Skelter o I am the warlus.

Hacerlo desde la cima del mundo sin temor a equivocarse les da un plus porque (y esto es algo que repito tan seguido que seguramente los más íntimos ya lo habrán escuchado un centenar de veces) no es lo mismo romper esquemas propios y ajenos cuando se es un Don Nadie que hacerlo siendo los músicos más famosos del universo

 

¿Cómo trasladamos esto a nuestra vida cotidiana después de 150 días en cuarentena? Difícil.  Muy difícil. Desde acá el primer paso fue cambiar viernes por domingo como día de publicación para este efímero texto. Es un detalle, nimio, pero detalle que vale en tiempos de recorridos en loop de la cama a la computadora.

La vida es una sucesión de asados, cantó alguna vez Willy Polvorón y esa frase no tardó mucho en volverse grafiti en tiempos en los que los memes se hacían con pintura en aerosol en las paredes de los barrios. ¡Cuánta sabiduría en siete palabras! ¿Y qué lejos estamos del próximo, no?

Esa ceremonia de prender el fuego de a poco. Juntando maderitas de los árboles de la cuadra, buscando algún diario viejo y haciendo un poco de viento con lo que se tenga a mano. Nada de alcohol en un algodón para que agarre más rápido. Eso es sacrilegio. Por favor. 

Buena música de fondo. Un aperitivo casi transparente con un poco de soda y limón por sobre el que lleva bebida marrón que sirve para aflojar tornillos como acompañante, por más que algún cordobés se queje. Gustos son gustos.

El primero de los amigos o familiares que llega es el encargado de cortar el salame, el queso y el pan. Eso es regla. También habrá alguno que siempre se la juegue dando una mano con las ensaladas y el vago al que no lo movés de la silla ni aunque se venga abajo el mundo alrededor. Algunos arrancarán con cerveza y otros preferirán ir por el camino del vino. 

De solo pensar en eso se empiezan a sentir los aromas. Qué rico huele todo. El crepitar de los carbones es el sonido de los dioses. Qué bien se ve la carne. Mmm. Los afectos cerca. La charla que pasa de trivial a profunda en instantes y vuelve rápidamente al punto inicial porque no sea cosa que todo termine en una gresca. Qué lindo que era.

Del viernes 20 de marzo a hoy pasó mucho. Demasiado comparado con otros años. Llenar de números este texto generaría el efecto contrario al buscado. La información abrumaría y despersonalizaría. Muertos por coronavirus, infectados, pacientes dados de alta que la pasaron muy mal, familiares sufriendo, gente que se quedó sin empleo y personas que tienen trabajo pero ven que su sueldo pierde valor día a día tienen sus propias historias de padecimientos.

Enumerar cada una de ellas también sería contraproducente. Basta con decir que son pocos los que hoy la están pasando bien. La cuarentena sumó el viernes un nuevo capítulo a su larga saga y hoy es imposible saber cuándo se verá el episodio final

A modo de cierre y volviendo a lo del lado Beatle de la vida, ejemplo valido para el presidente con anclaje más rockero de la historia, la meta propia a romper sin romperse o romper al otro de Alberto Fernández debería pasar por hacer lo más ameno posible el mientras tanto hasta que un día en la vida (A day in the life) aquí, allá y en todas partes (Here, there and everywhere) la gente pueda volver (Get back) a reunirse (Come together).

Esperemos que el camino no sea largo y sinuoso (The long and winding road) y que aquí salga el sol (Here comes the sun) pronto para que la vida sea nuevamente una sucesión de asados como lo fue ayer (Yesterday). Llevo el vino y el postre