Hace ocho años y dos meses que Karla Orellano, de 32 años, está privada de su libertad en la Alcaídia Penitenciaria de Mujeres de Río Gallegos tras haber sido condenada a prisión perpetua, por ser considerada coautora del asesinato de su beba de siete meses-junto a su pareja Carlos Tortello -ocurrido el 20 de agosto de 2014.

En diálogo con cronica.com.ar, la interna sostuvo que durante su relación "fue víctima de violencia de género" y que ella desconocía el maltrato infantil que padecía su hija, cuya autopsia arrojó que tenía lesiones de vieja data. Por eso, clama su inocencia y pide a la Justicia local que haga lugar al fallo que emitió la Corte Suprema que establece que se realice un nuevo juicio con perspectiva de género.

En 2016, Orellano fue condenada a prisión perpetua por homicidio agravado por el vínculo en concurso real con lesiones graves reiteradas calificadas por el vínculo en calidad de coautores junto con el papá de la menor. "Me están culpando de partícipe del crimen, de coautora. Como que yo era testigo y no hice nada al respecto", sostuvo la condenada en diálogo con este medio, y remarcó: "Mi hija es víctima, pero yo también lo fui, y no pude salir de ese núcleo de violencia". 

Según argumentó, al momento de ser juzgada "no se valoró su situación", producto de la violencia doméstica que sufría. "Era una situación muy fea la que estaba viviendo", puntualizó.

"Se me acusa de no evitar todo lo que pasó, pero como puedo evitar algo que yo no sabía", cuestionó. Es que de acuerdo a su testimonio, ella desconocía los reiterados episodios de maltrato que sufría su hija, ya que ella no estaba mucho en el domicilio porque trabajaba como empleada municipal y su pareja era quien se quedaba a cargo de los niños, tanto de la beba, cómo del hijo de ella, fruto de su relación anterior, que en ese entonces tenía siete años.

Tras ser condenada, Orellano presentó una queja ante la Corte Suprema de Justicia,  que en mayo pasado emitió un fallo mediante el que solicitaron que se realice un nuevo juicio con perspectiva de género.

"La Justicia no me responde, y ya son cinco meses que estoy en la misma situación. Quiero que salga a la luz la verdad", sentenció.

Por su parte, Tortello nunca apeló la sentencia y, en una breve conversación con La Opinión Austral en 2018, durante una huelga de hambre, dijo "hacerse responsable de todo lo que había pasado con su hija".

Qué dice el fiscal del Caso Abigail Tortello

No obstante, el Dr. Gabriel Giordano, fiscal en el Caso de Abigail Tortello, sostuvo que “no existió ese tipo de violencia intrafamiliar”, en comunicación con el medio radial El Mediador.

A su vez, argumentó que "sería un precedente perjudicial que se utilice esta figura para exculpar una responsabilidad penal”, y concuyó "fueron contundentes las pericias medicas criminológicas que determinaban la forma de la agresión constante y permanente que sufría la niña por parte de ambos progenitores”.

El crimen de Abigail Tortello

El 20 de agosto de 2014 Karla se fue de la vivienda que compartía junto al papá de Abigail y su hijo fruto de su relación anterior, a realizar una denuncia por violencia doméstica.

Según contó a este medio, alrededor de las diez de la mañana salió de las oficinas de Niñez del Municipio, tras reunirse con un grupo técnico, y se encontró con varias llamadas perdidas del hospital Regional donde la notificaron que su hija de siete meses había llegado al centro de salud sin signos vitales, llevada por su papá, quien manifestó que "se le cayó el bebe de la mesada, cuando la bañaba". 

Al arribar al lugar Karla se encontró con el papá de su hija "agarrándose la cabeza". "Yo entré en shock", puntualizó. Abigail fue reanimada por los médicos durante 45 minutos. Las probabilidades de vida eran escasas. Tenía muerte cerebral. Una semana luchó por su vida internada en terapia intensiva, hasta el 26 de agosto de ese mismo año que falleció.

Al tiempo la autopsia arrojó que la causa de muerte de la menor había sido provocada por lesiones compatibles con el Síndrome de Niño Sacudido. Además que tenía viejas fracturas. 

Una muerte que se podría haber evitado

Sin embargo, la muerte de Abigail se podría haber evitado. Es que el caso estaba judicializado. 

Según contó Karla, su hija a los pocos meses de vida fue diagnosticada con una celulitis infecciosa. Por este motivo, a los cuatro meses fue llevada a la guardia del Hospital Garrahan donde quedó internada por la aparición de un sobrehueso. Aunque primero lo atribuyeron a una supuesta metafisaria esquelética, los informes médicos arrojaron fracturas por maltrato infantil de vieja data.

El médico denunció el caso en la Justicia. Así fue que se dispuso un sistema de operadoras que rotaban en turnos de ocho horas diarias para que Abigail nunca estuviese sola con sus padres, y pudiese constatarse si era víctima de maltrato. 

El 20 de agosto de 2014, el día que Abigail sufrió el ataque que días después terminó con su vida, "debería haber estado el relevo de la operadora que nunca llegó", expresó Karla.

Karla salió de su casa alrededor de las 8.20 de la mañana con la operadora que se quedó durante el turno de la noche, y esa mañana debía llegar su relevo. Pero nunca se presentó. 

En ese contexto, Karla relató que ella sufría violencia de género de parte de él antes de quedar embarazada. "Me empezó a levantar la mano al tiempo de salir y cuando yo lo estaba por dejar me decía que se iba a matar y que me iba a hacer responsable, entonces yo me sentía culpable de echarlo", relató. Incluso, en el 2010, ella se separó de él debido a que "la habría querido ahorcar", pero en el 2012 volvieron a estar juntos con la promesa que él "había cambiado y que no era el mismo". 

Al tiempo ella quedó embarazada de Abigail. Los golpes y el maltrato continuaron. Tal es así, que ella estaba inmersa en un núcleo de violencia del que "no podía salir" y que el último tiempo se había intensificado aún más.

"Nunca me imaginé que él la golpeaba cuando se quedaba a cargo de ella, siempre fue conmigo", puntualizó. Según contó la entrevistada, él no le permitía "acercarse a la menor" de manera que "a veces podía estar con ella, y otras veces no".

"Era como de su propiedad, él la agarraba y me decía que yo no tenía el derecho de agarrarla", agregó.