Especialistas de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) advirtieron que el humo de los incendios forestales que azotan a la provincia de Córdoba y las islas del delta del Paraná afecta más a los grupos de riesgo: los adultos mayores, las mujeres embarazadas, los niños (especialmente los más pequeños) y las personas con afecciones respiratorias y cardíacas preexistentes.

El humo en las zonas afectadas "está compuesto por una mezcla de gases y partículas pequeñas; puede ser el causante de enfermedad en cualquier persona, incluso en aquellas sanas si están expuestas a una cantidad suficiente de humo en el aire, pero la población infantil constituye uno de los grupos más vulnerables, sobre todo los niños pequeños", advirtieron.

Respirar ese humo puede tener efectos inmediatos en la salud, entre ellos: tos, dificultad para respirar, irritación en los ojos y garganta, rinorrea, broncoobstrucción, dolor de pecho, cefalea, crisis de asma, cansancio y decaimiento.

"La vulnerabilidad de los más pequeños se debe a que tienen un organismo inmaduro, con condiciones anatómicas diferentes y que se encuentra en crecimiento y desarrollo. Consumen más cantidad de aire por kilo de peso y por día, respiran en forma más acelerada y su demanda de oxígeno es mayor y sus pulmones no se encuentran totalmente desarrollados; esto los coloca en una situación de mayor riesgo al respirar aire contaminado", explicó la Dra. Marisa Gaioli (M.N. 74.454), médica pediatra, secretaria del Comité de Salud Infantil y Ambiente de la SAP.

Efecto invernadero

El Panel Intergubernamental de Cambio Climático estima que un importante porcentaje (del 30 al 40%) de la disminución de gases de efecto invernadero puede lograrse evitando la deforestación y la degradación de los bosques y procurando la recuperación de áreas forestales.

Los largos períodos sin lluvias y la falta de humedad que ese detalle suma en un suelo habituado al clima seco en las serranías favorecen la aparición de incendios. Con el aumento de la temperatura los árboles absorben grandes volúmenes de agua del suelo, con lo cual este se seca, al igual que el material orgánico en él depositado, y favorece la combustión. Esto sin contar con los incendiarios que, sin explicación aparente, producen ese mal.

Se estima que en el mundo mueren siete millones de personas al año por causa de la contaminación atmosférica, mientras que los incendios forestales como el que afecta en este momento al país constituyen una de las fuentes de contaminación, junto con la quema de combustibles fósiles, el transporte, las industrias, la agricultura y la ganadería, siendo estas también disparadores de los gases de efecto invernadero.

Por otro lado, la tala de los bosques tropicales genera las condiciones óptimas para la difusión de las enfermedades transmitidas por mosquitos, como la malaria y el dengue: cuando la agricultura sustituye al bosque, la regeneración de los arbustos proporciona un entorno mucho más apropiado para los mosquitos portadores de los parásitos de la malaria y el dengue. Es decir, la desaparición de bosques conduce a un mayor riesgo de epidemias, en especial de aquellas enfermedades transmitidas por determinados mosquitos.