Habitualmente las vacaciones de invierno son un símbolo de descanso y disfrute, vinculado a un paseo, a una concurrencia al cine o al teatro, es decir, a toda actividad vinculada a la diversión. Sin embargo, en los barrios populares, en los sectores más postergados, el hambre desterró por completo al esparcimiento, a los juegos, puesto que los pibes sonríen solamente con un plato de comida. Incluso, muchos padres no ven con buenos ojos este inminente cese del ciclo lectivo, dado que los comedores escolares permanecerán cerrados durante dos semanas.

La dura realidad de las vacaciones de invierno en los comedores populares

"Para muchos es un dolor de cabeza las vacaciones de invierno, porque la escuela es el único lugar que les garantiza a los chicos que puedan comer". El testimonio pertenece a Silvia Barrientos, fundadora del Comedor-Merendero Panza Llena, Corazón Contento, de Los Hornos, que surgió en la pandemia. Justamente Barrientos reconoció que "ni en esos tiempos estuvimos en una situación de emergencia alimentaria como la actual, yo no sé que darles a los más de 160 chicos, y a sus 37 familias, que vienen a retirar una ración de comida, porque no tengo nada para cocinarles".

Un apremio que también reveló Javier, referente de la Fundación Iberá, situado en la ciudad de La Plata, y en la cual "nos falta de todo. Si bien las vacaciones de invierno son inminentes, la realidad que enmarca a nuestro merendero y a los pibes que vienen está muy alejada de pensar en ir al teatro, al cine, o de paseo, como se proyectaba anteriormente en esta época". En este sentido, el hombre detalló que "nosotros recorremos los barrios y vemos que ese es el panorama del 80% de los chicos, cuyos padres priorizan recomponer el delantal o un pantalón, o una prenda que use habitualmente para ir al colegio, es decir, piensan más en la vuelta a clase que en las vacaciones mismas, y ni hablar que están preocupados en ver cómo alimentarlos".

La mayoría de los comedores-merenderos populares transitan una crisis alimentaria y, aún en esas condiciones, se las rebuscan para seguir alimentando a cientos de chicos.

Por estas razones que él mismo hace mención. Javier dejó en claro que "no hay ánimo de vacaciones de invierno, hasta pensamos si son necesarias porque nos tenemos que concentrar en alimentar, y no en el disfrute, que también es importante para el crecimiento, para el desarrollo de la infancia, pero la tenemos que dejar de lado porque no alcanzan los recursos". Entonces, frente a estas dificultades, un espacio público puede parecer una posibilidad potable, en afán que al menos los pequeños puedan tener un momento de diversión. Sin embargo, el integrante del Merendero- Comedor Ibera advirtió que "a un parque no podés ir, porque corren el riesgo de que los pibes se enfermen, los hospitales están abandonados, las contraprestaciones no están al día, y entonces lo que hacemos nosotros es brindar un lugar cálido donde puedan comer, porque los padres no tienen otra cosa en mente que el alimento".

En el Club Leones, de Isidro Casanova, Diego Brito, uno de sus principales impulsores, dejo en claro que "priorizamos los alimentos porque ya no recibimos la mercadería de Nación, hay un recorte muy grande, y entonces no hay comida, y para colmo tampoco trabajo". No obstante Brito anticipó que "en ese contexto, buscaremos organizar actividades deportivas en nuestro club, conseguir peloteros, inflables y golosinas, porque si no hay alimentos, menos dinero para planificar un paseo". Un reflejo del intento de muchas iniciativas benéficas, que radican en buscar, fomentar y conseguir donaciones o acciones solidarias que les permita acceder a un paseo o a una actividad recreativa para sus chicos. Es el caso del merendero Los Carrillitos, del barrio porteño de Villa Soldati, que espera que finalmente se concrete la posibilidad de concurrir a un legendario espectáculo circense, de vacaciones de invierno. En referencia a ello, Virginia Cáceres, su mentora, remarcó que "si es por nosotros, no tenemos forma de ir a ningún lado".

Una opción obligatoria que al mismo tiempo confesó Rolando Toñanes, quien lleva adelante la Copa de Leche Los Patitos, del barrio Santa Marta, de la localidad bonaerense de Ezeiza. En dicha entidad tienen en claro que "nuestra única opción es llenarle el estómago a los pibes. Sólo vamos a trabajar para seguir dándoles la merienda miércoles y viernes, y preparar la olla los domingos para alimentar a sus familias". Pero en Los Hornos, Silvia Barrientos afirmó que "cada día que pasa se nos hace cuesta arriba seguir con el comedor. No lo queremos cerrar, porque eso significaría dejar a los niños sin su plato de comida. Ellos mismos se dan cuenta de esta situación, y nos dicen que su mayor deseo en estas vacaciones de invierno, es seguir viniendo a nuestro lugar".

En tanto, en el Comedor-Merendero Iberá aseguraron que si bien apuestan a que quienes habitualmente colaboran con su obra, les permita brindarles una actividad diferente a sus pibes, aseguraron que los esfuerzos se redoblan en la obtención de alimentos no perecederos como harina, leche en polvo, arroz, azúcar, verduras, abrigo, frazadas, entre tantos otros bienes de primera necesidad. Al respecto, su fundador, Javier manifestó que "hay tanta necesidad que nos desborda, porque no dejamos de ser un pequeño espacio que brinda ayuda, pero no tenemos la estructura de un organismo que sí está capacitado para suministrar asistencia. Nos falta de todo un poco".

Las vacaciones de invierno no han quedado exentas de representar su disfrute un lujo, adquiriendo un nuevo matiz, mucho más crudo, extremo, penoso y abrumador. El cual transforma al descanso invernal en una pesadilla para un número más creciente de niños, y para quienes intentan asistirlos en materia alimentaria. Una misión que se han fijado en Panza Llena, Corazón Contento (Facebook Comedor- Merendero), en Iberá (Facebook Iberá Aguas Brillantes), en Los Patitos (Facebook Copa de Leche Los Patitos) y en el Club Leones. Allí el disfrute será ver a cientos de pequeños alimentándose.