Hace un poco menos de sesenta años, el que quedaba atrás era otro ruido: el rumor del motor que durante 45 días empujó al barco que lo trajo desde Japón a Buenos Aires, donde se convertiría en el nipón más famoso del país.

Minoru Tajima es el encargado del mantenimiento y el jardinero del Jardín Japonés. Sin embargo, también solía ser el masajista de la farándula argentina, y tuvo el rol del humorista Jorge Coreano, personaje estelar de “Todo x $2”. 

Nació en Manchuria en 1944, el hombre salió del Japón con la idea de seguir la promesa de una París latina repleta de terrenos fértiles. “En Japón todo es chiquito. Tenía un campo, ordeñábamos vacas, cultivaba, pero yo quería algo más grande”, destacó el paisajista.

Minoru Tajima, el paisajista del Jardín Japonés que solía trabajar con Capusotto (Gentileza eldestape).
Minoru Tajima, el paisajista del Jardín Japonés que solía trabajar con Capusotto (Gentileza eldestape).

En aquella época, era bastante común que los jóvenes de Japón dejasen su territorio natal durante la posguerra. Los que se iban, arribaban en una de tres opciones: Argentina, Brasil y Chile. “Se decía que eran de otro nivel en Latinoamérica. De Argentina se decía que era una gran potencia, muy parecido a Europa”, explicó Tajima.

Según recordó el paisajista, los primeros meses de mudanza fueron los más difíciles, siempre pensaba en su familia y todo era diferente. En el extenso viaje en barco fue donde comenzó a aprender algunas palabras de español.

Todos esos meses estuve soñando con cosas de Japón. Veía a mi familia, el paisaje. Cuando me despertaba todo eso desaparecía y estaba acá. Lloraba tapado hasta arriba con la frazada”, contó el trabajador. “Pero aguanté. Era joven y era fuerte”, señaló.

Apenas llegó al país, empezó a trabajar en un vivero tras ser recibido por una familia japonesa en General Pacheco. En este cultivaba rosas, claveles, frutillas y el tan japonés arte de la paciencia: el tiempo. 

Los días pasaban despacio, se aceleró cuando conoció a su mujer. Pidió un préstamo, compró un terreno en Escobar y comenzó a levantar su casa mientras vivía en una carpa. En lo que restaba de esas casi tres hectáreas, Tajima puso un criadero de lechones.

El comprador venía, elegía uno y yo los tenía que matar, limpiar y entregar. Los agarraba en brazos y les pedía perdón a los chanchitos. Un día me tocó uno que gritaba mucho y a mí me empezó a faltar el aire. Ahí dejé la venta de animales”, señaló.

Durante estos años, la comunidad japonesa era más cerrada. Una gran parte de ellos se habían instalado en lotes de la zona norte del Gran Buenos Aires y, cada tanto, armaban fiestas y pequeños espectáculos de variedades. Organizaban estos festivales en los que Tajima empezó a destacar con intervenciones teatrales cómicas. En esas puestas en escena descubrió que había un idioma que compartían tanto japoneses como argentinos: el humor.

Vino de   <a href='https://www.cronica.com.ar/tags/Japón'>Japón</a> y se desempeñó en muchas areas (Gentileza eldestape).
Vino de Japón y se desempeñó en muchas áreas (Gentileza).

Luego de algunas apariciones, un domingo lo fueron a buscar a la casa. Habían llamado desde la televisión a la embajada porque “necesitaban un oriental. Tajima hizo sus primeras actuaciones en la pantalla chica a finales de los ochenta.

En un principio, aparecía en algunas películas y en el programa “Los Torterolo”, con Jorge Martínez. El salto llegaría con su participación en “Todo x $2”: se mostraba en el estudio vestido de rojo y con una barba chiva, contando chistes sin remate en japonés, que Capusotto traducía y festejaba; era Jorge Coreano, una parodia al humorista Jorge Corona.

De tanto trabajo, casi sin buscarlo fue conociendo a muchas figuras de la farándula. Si bien era buscado para actuar, muchos otros preguntaban por sus masajes: Tajima había aprendido la técnica en un viaje a Japón.

El rumor recorrió por los pasillos, y rápidamente las manos mágicas de Tajima pasaron los nombres más codiciados del star system nacional: Araceli González, María Carámbula, Adrián Suar, entre muchos otros.

El presidente del Jardín Japonés lo contactó cuando el nipón se encontraba en Chile con uno de sus hijos que vende sushi en el país vecino. Este le preguntó a Tajima si podía colaborar con la construcción de la habitación de té. 

Las piezas llegaron de Japón y había que levantar la estructura. Tajima utilizó las técnicas de isukatsu o la okuriari, formas que prescinden de los clavos y unen las partes de los armazones acoplándolos con más método que fuerza. Es otro de los oficios que aprendió en su viaje a Japón.

El paisajista contó que hace unos días fue a visitar a otro de sus hijos a São Paulo. Para recibirlo, el joven compró sake. “Lo agradecí, por supuesto, pero ahora me cambió el gusto. Me gusta más el vino de acá. Vivo como argentino. Tomo mate y prendo fuego con quebracho para hacer el asado”, señaló.