Ser un sostén social y a la vez sostenerse, una doble misión que retrata el complejo presente en el cual están inmersos los clubes de barrio. Afrontando un sinfín de apremios y obligaciones, principalmente de índole económica, que pone en riesgo la continuidad del elemental rol social y formativo que desarrollan en sus comunidades. No obstante, a pesar de tan extremo panorama, quienes conducen a estas asociaciones sin fines de lucro aseguran que cerrar sus puertas no es una opción.

El rol que estas entidades desempeñan habitualmente en sus barrios, con sus socios y vecinos se ha profundizado en los últimos tiempos. Puesto que las necesidades se han profundizado, y en consecuencia, la esfera de acción de las instituciones trascendió la faz deportiva para inmiscuirse en acciones vinculadas a la asistencia social, ya sea ollas populares, trueque y roperos sociales.

Hockey, con Las Leonas como espejo que trae la imagen soñada.

En este sentido, Cristian Font, presidente del Observatorio Nacional de Clubes, detalló que "la función social de los clubes se viene agigantando día a día, más que nada por las adversidades que venimos sufriendo desde hace tiempo, como el aumento de las tarifas de los servicios, la merma de los ingresos por cuota social, y de los alquileres de espacios como salones y canchas".

A su turno, Sergio Martínez, presidente del club Instituto, de Entre Ríos, expresó, en forma elocuente, que "quienes hacemos a las instituciones somos una mano de obra barata que cumple con el entramado social".

Deportes, defensa personal y beneficios para el cuerpo.

Marisa Farinelli, presidenta de Sportivo Ballester, dejó en claro que la "vienen remando" porque les "aumentan los sueldos, cargas sociales y demás costos, y es posible subir la cuota porque te quedás sin socios". Por lo tanto, "hay que ponerle el pecho, buscar alternativas, rifas, aportes entre los socios. Nos vamos endeudando, por eso pensamos siempre en hacer algo extra para obtener recursos adicionales". En coincidencia con la expresión de su par, Font reveló que "el esfuerzo de la dirigencia, de los papás, y de quienes componen el club es inconmensurable, porque hoy tenemos que poner manos en el bolsillo para comprar alimentos al comedor, zapatillas para que los pibes puedan hacer deportes, y útiles escolares".

El sacrificio que enfatizan los directivos radica, según Martínez, en "horas dedicadas al mantenimiento, al corte de pasto, a levantar una pared, limpiar vestuarios, marcar las canchas, llevar planillas, hacer listas de seguro, ser profes, psicólogos, padres y un sinfín de otras cosas". Una serie de labores que implican una abundante carga horaria, menos tiempo con la familia, y por si fuera poco, en muchos casos afecta a la economía personal, dado que muchos dirigentes emplean sus propios recursos para solventar los gastos diarios de su club. Por estas razones, el máximo representante de "La Gloria de Paraná" aseguró que "es el esfuerzo que no se ve, que no está en el tanteador, pero sí en el día a día, y que es ad honorem".

Jugar en la pileta, el refrescante placer de cada verano.

Una ardua labor que es potenciada por un fin inclusivo, dado que cada iniciativa tendiente a cubrir costos se vincula a evitar que justamente repercutan en la cuota social. En referencia a ello, Farinelli reconoció que tratan de "ser contemplativos porque si tenemos que ajustar según la inflación, no se queda nadie. Nosotros tenemos que procurar que los chicos vengan al club, para sacarlos de la calle".

No obstante, en algunas entidades se ha manifestado una merma de socios, como en el caso de Sportivo Ballester, en el cual 120 personas se fueron y al mismo tiempo se sumaron 80 nuevos afiliados. Pero en otras instituciones como Instituto, en cinco años, se incrementó de 60 a 430 la concurrencia en sus 16 disciplinas.

Una disparidad que ilustra el complejo panorama que atrapa a las entidades, razón por la que ciertos directivos, como Font, remarcan: "La situación es delicada, estamos desesperanzados y no sabemos qué va a pasar con los clubes". Sin embargo, todos tienen en claro que "los clubes son fábricas de buenas personas" y prometen seguir de pie, sorteando las piedras del camino.

Por M.R.