Con la esperanza de encontrar una vida mejor tras haber sufrido las consecuencias de la posguerra, muchas familias de Corea del Sur tuvieron la necesidad de migrar hacia nuevos horizontes completamente desconocidos. Era 1967 cuando Chang Sung Kim llegó a la Argentina con tan solo 7 años. Al rememorar aquellos dos meses y medio que pasó arriba de un barco hasta llegar a Buenos Aires, piensa en las caras largas y angustiadas de sus padres y otros adultos, pero también lo aborda una sensación opuesta que lo marcó para siempre: “una de las cosas que me marcó el barco, fue el fútbol. No lo conocíamos, en esa época no sabíamos lo que era el fútbol, no teníamos televisión, Corea jamás había participado en un mundial”.

Así lo recordó el actor y director de teatro en una entrevista por Hoy nos toca a la mañana (Ciudad Magazine), en el marco del 50° aniversario de la llegada de las primeras trece familias surcoreanas a la Argentina, entre las cuales se encontraba la suya. Le gustó tanto el fútbol, lo que generaba en la gente, la pasión que despertaba y su adrenalina, que al pisar el suelo porteño se convirtió en hincha de Boca Juniors.

Chang Kim Sung y su familia de espaldas al Congreso de la Nación, a una semana de haber llegado a la Argentina. (Foto: Santiago Cichero/AFV)

“Yo no era muy bueno con la pelota, pero los corría a todos. Eso me hizo un lugar en los picados, porque habilidosos había muchos. Pero casi todos eran morfones. Y aunque no hablara nada de castellano, el fútbol me permitió ser uno de ellos. Eso y decir que era de Boca, fueron mis cartas para integrarme al barrio, contó Sung, quien se asentó en el barrio Rivadavia del Bajo Flores en los primeros tres años desde su llegada. Luego, cuando la situación económica familiar progresó, se mudaron al barrio porteño Caballito.

El coreano-argentino siente un afecto muy especial por el barrio de su infancia, al cual detesta que llamen “1-11-14” y lo estigmaticen. “La conocen estigmatizada como un barrio de narcos, y en realidad te puedo asegurar que el 99 por ciento de la gente que vive ahí son trabajadores”, remarcó. Allí conoció lo que era la Navidad, los carnavales, los fines de semanas extensísimos con música de cuarteto de fondo y el olor a asado. “Nosotros que veníamos de la guerra, de la tragedia… En las familias de esos tiempos no se permitían esos placeres”, explicó para enfatizar lo feliz que fue su niñez.

Una curiosidad: no tiene familiares en Corea. Después de haber participado en el rodaje de 50 Chuseok, el documental de Tamae Garateguy que retrata una de las celebraciones a la cosecha más importantes de esa cultura –algo así como los festejos locales para la Pachamama-, reveló que esa distancia familiar fue lo que postergó durante muchos años su regreso a su país natal. “Tengo familiares en todas las partes del mundo, menos en Corea. Una cosa increíble en nuestra familia. Se fueron, como nos fuimos nosotros. Ya no tenía lazos familiares, tenía lazos afectivos y nostalgia”, consideró.

De comerciante textil a gran actor de telenovelas argentinas

Chang Sung Kim tiene 62 años y es famoso entre los espectadores argentinos y latinoamericanos por haber participado en célebres producciones ficcionales, como Los Simuladores, Graduados, Casados con hijos, FloricientaGasoleros, y El Marginal, entre otras. Sin embargo, su vocación por la actuación le llegó “de grande”, a sus 40 años. Entre mates y diálogos con algunos conocidos con los que había compartido su pasión por el arte, le llegó la oportunidad de brillar en la célebre tira de Damián Szifrón, en 2002.

El coreano-argentino ganó un Premio Tato en la categoría "Revelación" por el papel de "Walter" en Graduados, y fue nominado en los Premios Martín Fierro por ese mismo rol.

“Empecé a trabajar de esto a los 40 años. Antes era textil, como todos los paisanos. Fábrica, negocio… Empecé a estudiar (actuación) antes, pero me atrapó tanto, que dije: o es, o no es. No puede ser a medias. Y largué todo: que sea lo que Dios quiera. Entré por un capítulo en Los Simuladores, y después quedé por una temporada y media. Me pagaba las vacaciones con las repeticiones posteriores de la serie, manifestó.

Antes de la tele, dio sus primeros pasos en el teatro estudiando en la escuela de Raúl Serrano. Posteriormente, abrió su propio espacio dramático junto a un grupo de amigos, el Galpón del Abasto, una de las primeras salas del barrio de Once. “No lo tomes como algo serio, el teatro es un juego”, le dijo uno de sus colegas. Sin embargo, “la fortuna”, como él llama a su cambio radical de vida, lo encontró a la vuelta de la esquina y nunca le soltó la mano. Primero empezó con la telenovela Gerente de familia, con Arnaldo André y Andrea Bonelli, y luego, Buenos vecinos y Los Simuladores.

“No soy un divo de esto”, consideró cuando le preguntaron si vive bien en el rubro de la actuación, pero al instante agregó: “Peleo desde adentro para que no me llamen solo para hacer del ‘chino del supermercado’”, explicó a El Cronista. Y es que para la película Pompeya –casualmente de Garateguy- y otras ficciones, le ha tocado interpretar a “un chino mafioso” y otros estereotipos similares.

El documental "50 Chuseok" del que participa Chang Sung Kim se puede encontrar en cine.ar (CineAr).

“Nunca pensé que el teatro fuera para mí. Expresar las emociones no es para todos. Además yo vengo del arte marcial, lo practico desde los diez años”, relató Sung, quien es cinturón negro y participó en combates.

En diálogo con KoreaNet, aseguró que lo que más disfruta de su profesión es que le parece un “juego”: “Es como cuando los chicos juegan a los juegos con cierta compenetración, hasta que se termina y vuelven a ser lo que son; esto nos pasa a nosotros como actores, entramos a jugar una historia, a contar una historia, desde un personaje. Cuando termina ese momento y uno vuelve a ser el ciudadano común y me parece que ese juego es divertido e interesante, opinó.

Crítico de los estereotipos en los que encasillan a los inmigrantes, a los gordos, a los flacos, a los negros, y a otros, Chung Sung Kim considera que es importante respetar las diversidades y repensar las representaciones ficcionales en las próximas producciones.

En tanto, coreano-argentino se siente a gusto en su vida como artista de bajo perfil inmerso en la ciudad porteña –ahora vive en el barrio de Saavedra. “Soy argentino y muy porteño. Algo que siempre me gustó mucho desde que llegué acá es que, nosotros venimos de una cultura que es bastante introvertida. Me fascinaba el porteño, el cachero, el soberbio, ese que las sabe todas. Y en un principio te puede resultar chocante, pero tierno en el fondo. El porteño siempre fue tierno, solidario, muy amigo de los amigos, ahora sí: tiene la última palabra, arremetió.