Aquella tarde del 2 de mayo de 1982 quedará marcada a fuego para nuestro país, ya que el Crucero ARA General Belgrano fue hundido por el submarino nuclear británico Conqueror, dejando 323 muertos y cientos de hombres con duros recuerdos que perduran hasta hoy en día.

Mientras un equipo del Grupo Crónica recorre la zona en el rompehielos ARA Almirante Irízar en Ushuaia para compartir desde adentro todos los detalles del viaje, aquí rememoramos una de las tantas historias.

Rubén Morante vivió el duro momento del hundimiento (Archivo).

Uno de los 1093 tripulantes que estuvieron a bordo del barco fue Raúl Morante, quien realizó casi toda conscripción en el General Belgrano y vivió en "carne propia" el mortal ataque inglés ocurrido hace 4 décadas.

El barco tuvo su paso por Ushuaia (Archivo).

"Tras tener problemas con el ascensor de popa donde estaba el helicóptero, recién pudimos salir de Puerto Belgrano, el 18 salimos, hicimos combustible con el Puerto Rosales, y después hicimos una prueba de tiro en la isla de los Estados y fuimos a Ushuaia y cambiamos todas las municiones. El 26 nos fuimos con el Piedrabuena y el Bouchard a la isla de los estados, estuvimos en la bahía esperando indicaciones porque iban a entrar, por otro lado, porque venían los buques ingleses, y el 1 de mayo tocan crucero de guerra (maniobra militar), no pasó nada ese día y levantaron la Condición Z y se siguió normal", sostuvo Raúl.

General Belgrano: ¿Qué pasó aquel día?

El ex conscripto agregó que "cubría guardia de 8 a 12 y de 20 a 24, y el día 2 de mayo tomé la guardia normal hasta las 12 y a esa hora entregué la guardia y me voy a almorzar, luego me fui a mi sollado (camarote) y me saque el salvavidas, gabán, chaqueta y me quedé con una remera blanca y un pantalón de fajina, y me tiré en mi cama a dormir porque habíamos tenido crucero de guerra el día anterior y estábamos con sueño".

El General Belgrano llevaba 1093 tripulantes a bordo (Archivo).

Sin embargo, el destino le tuvo preparada una sorpresa al joven marino, ya que cerca de las 15, cuando varios de sus compañeros volvían de una guardia, decidieron ir a su cuarto y ponerle música y prenderle la luz, situación que despertó a Morante, quien decidió irse del lugar.

El enorme navío ni alcanzó a entrar en combate (Archivo).

"Así como estaba me levante con el pantalón de fajina y la remera agarré el jarrito y me fui al comedor a tomar mate cocido. Estaba sentado con otro compañero y estábamos frente a frente y a las 16 sentimos una explosión, que es el primer torpedo que le pega donde termina el acorazado, que es el mamparo que teníamos. Cuando entra el torpedo y hace esa explosión, de repente el piso pasó a ser pared y lo que era pared pasó a ser techo, es decir el barco se escora y entra ese fogonazo", exclamó Raúl.

Raúl prestó servicio en el General Belgrano (Archivo).

En ese momento de desesperación, el hombre agregó que "quedamos a oscuras y esa pared se puso en rojo, entonces entre la oscuridad, el fuego que había y los gritos que se escuchaban, empezamos a caminar hacia la proa donde se veía una claridad, llegamos ahí y era el baño de tropa, ahí se juntó mucha gente y un teniente salió con el tambucho, rompe las mariposas y abre la compuerta para que la gente saliera de dos o a tres, salimos confundidos por el olor y me fui hasta el puente de vigía a agarrar un gabán de los que nos poníamos para hacer guardia por el frío. Luego bajé y me quede en la torre de 6 pulgadas que estaba mi balsa que era la número 8, me quedé hasta que llegó un suboficial Osorio, que era el encargado de la balsa y empieza a tomar lista y cuando dan la orden de abandono, nos empezamos a tirar a la balsa".

Hundimiento y dolor

Después de escapar de la zona, remando y ubicarse a unos metros del crucero impactados dos veces, llegó el difícil momento de ver cómo la nave se hundía en las frías aguas del Atlántico: "Lo vimos hundirse despacio, se sentó de popa y gracias dios no tragó ninguna balsa, después llegaron esas 50 horas que estuve en la balsa con el frío, el agua que empezó a entrar y las olas eran de 8 o 9 metros y golpeaban en el techo. El agua la sacamos con borceguíes, con lo que podíamos, éramos 16 en las dos balsas, y gracias al cabo principal nos pudimos salvar porque él no quería que nos durmiéramos de noche, que lo hiciéramos de día por la hipotermia".

Cientos de tripulantes fueron rescatados por tres barcos (Archivo).

Morante prosiguió diciendo que "estuvimos a la deriva hasta que nos rescató el Gurruchaga, que es un barco que tenía 70 metros, cuando ese buque a las 4 de la mañana prende las luces y nos da en el techo naranja flúor de la balsa, teníamos una gran alegría. No nos podíamos mover por el frío que teníamos, pero cuando nos asomamos por la ventana y veías ese semejante mole a la par tuya, pensamos que era un destructor, pero luego vimos que era el Gurruchaga y nos alegramos y ese barco rescató a 365 sobrevivientes, y era un buque de 40 personas, venía gente hasta en los pasillos".

Rubén Morante: volver a casa

Luego del rescate, Morante y los sobrevivientes fueron llevados a Ushuaia, donde recibieron alimentos y ropa nueva, para luego volver en avión al Aeropuerto de Bahía Blanca Comandante Espora y luego al Hospital del Puerto Belgrano, donde Raúl pudo volver por un tiempo a su casa de Punta Alta, donde hoy todavía vive y sigue trabajando en la Base local aunque en calidad de civil.

Loa medios británicos siguieron el hundimiento (Archivo).

Con el dolor aún en su alma, Raúl recordó que "el compañero que estuvo conmigo en la guardia de 8 a 12, falleció y el papá a los 6 o 7 meses me buscó, me encontró, llegó hasta mi casa y lo primero que me dijo cuando llegó fue porque me había salvado yo y el hijo de él no, y entonces como yo le podía explicar al padre que yo me levanté a tomar el mate cocido, pero el hijo se quedó durmiendo la siesta. A mí me salvó que la gente que fue a tomar la guardia empezó a hacer quilombo, escuchar la radio y ahí nomás me desperté, agarré el jarrito de acero inoxidable y me fui a tomar mate cocido al comedor y eso me salvó".

Crónica inglesa de aquel momento (Archivo).

Consultado sobre lo que piensa sobre el hundimiento del General Belgrano, Raúl fue contundente y dijo "esto fue un crimen de guerra y tuvimos suerte que esto fue a las 16 porque esto hubiera sido a las 20 en la oscuridad, como hacés para tirar las balsas, tirarte, tuvimos esa suerte y la otra es que nos enganchó en el cambio de guardia, que después hablando con compañeros, ellos explicaban que eso es típico y hay muchos que cambian la guardia, en ves de hacer 4 horas de guardia hacen 6, no hacen 4 o hacen 5 y a nosotros nos enganchó en el cambio de guardia, vos venís a tomarme la guardia y capaz que son 5 minutos que estamos boludeando, que no ve el radar o el sonar y fue en ese momento donde nos tiró los dos torpedos".

Rubén volvió al lugar del hundimiento años más tarde (Archivo).

Una particularidad en la vida de Morante es que volvió al lugar del hecho en 2003 con la National Geographic, ya que se había montado un operativo para dar con el lugar donde estaba hundida la nave: "no se pudo ver nada, estuvimos 35 días en la búsqueda, no se sabe dónde está descansando, estuvimos en el lugar del hundimiento, el punto exacto donde hunde al crucero, ahí se sacó tierra de 4500 metros, se marcó una cancha en la cual el buque Comodoro Rivadavia y otro navío que largaron con 4000 metros de cable, iban sondeando el fondo y ese submarino detectaba nada más que metal, no detectaba cardumen o ballenas, y no lo pudo encontrar. Cuando volví de la expedición, le dije a mi mujer que misión cumplida, cerré el círculo, volví otra vez al lugar de hecho, así que cerré el círculo y si mañana me dicen de ir al lugar del hundimiento, digo que no, ya está. Sí, me gustaría, que es una deuda pendiente, poder ir a las islas Malvinas a conocerla para saber por qué peleé".

A 40 años, el dolor en Rubén Morante sigue latente (Archivo).

POR G.A.