Claudio Oscar “Clota” Lanzetta fue uno de los hombres más importantes de la noche porteña de la década de los noventa. Todos querían participar de sus fiestas, asistir a los pubs nocturnos que administraba, ser parte de sus desfiles en los lugares más vips y exclusivos por las revistas de moda, y tanto más. Estar era pertenecer a esa movida tan prestigiosa que el relacionista público había creado y de la cual era rey.

El famoso RRHH se codeaba con las modelos más conocidas de las pasarelas y la tele, artistas, empresarios, políticos, y mucho más.

Su trágica muerte ocurrió a la edad de los 39 años, cuando unos delincuentes intentaron asaltarlo en su propia casa y efectuaron sin querer un disparo sobre su cabeza, terminando así con su vida inmediatamente. En Crónica HD llega este sábado a las 21.30 otro episodio de Las nuevas tragedias de los famosos, con la conducción de Chiche Gelblung y la participación de Marco Bustamante, donde se repasarán los casos de las pérdidas de las celebridades que marcaron a una generación.

Los hijos del poder, la gente de la alta sociedad, las estrellas de la televisión y de la música, y cualquiera que quisiera un poco más de reconocimiento mediático, buscaba codearse con el exitoso RRHH de La Morocha (en Punta del Este), Pachá, Buenos Aires News, Big One y Coyote. Había sido amigo cercano del empresario Poli Armentano, asesinado en 1994, y de Carlitos Menem Jr., el hijo del expresidente, quien también murió un año después.

Valeria Mazza, Claudio “La Clota” Lanzetta y Naomi Campbell, 1998. Fuente: (Twitter @arg_beauty)

El indiscutido dueño de la movida porteña, “La Clota”, como solían decirle cariñosamente, había construido una formidable carrera en la industria del entretenimiento y el espectáculo en un tiempo veloz. Además de controlar las admisiones, generar espacios exclusivos y definir el pulso de la noche selecta, se había encariñado con la fama desde distintos ambientes.

Condujo un olvidable programa televisivo en América con Daniela Cardone y el humorista Alacrán, Viva la fiesta, presentó videos musicales en el canal Much Music, hizo radio, y se  estaba volcando a la actuación. También se inclinó por el canto y realizó un videoclip de una versión en español del tema “Das Model”, de la banda alemana Kraftwerk, titulado “Ella es modelo”, del cual participaron famosas modelos y amigas.

 

“A un VIP mío tenés que asistir vestido con primeras marcas, si no, no entrás”, solía decir el autodenominado “fabricante de tendencias” para delimitar su territorio y enaltecer su figura en un mar de celebridades. Más allá de las críticas, no le tenía miedo al ridículo porque no se consideraba un improvisado, sino un profesional.

Sin embargo, el reinado de Lanzetta se había construido en un contexto cada vez más difícil e intolerable para muchos. Mientras el divo disfrutaba de la pizza con champagne, el sushi, y el brillo de la noche, la pobreza y el hambre en el país escalaban precipitadamente.

El sábado 27 de octubre de 2001, el célebre empresario conoció a un hombre que atrapó su atención y que se convirtió en la llave de entrada a su tragedia. Fiel a su estilo arriesgado e impulsivo, organizó una cita para la noche siguiente, a la cual además propuso que cada uno llevara a un amigo. “La Clota” invitó a Gustavo “Guga” Pereyra. Los cuatro cenaron en un restaurante de Las Cañitas, y tras pasar un buen rato, se dirigieron al lujoso departamento de Lanzetta, ubicado en Palermo.

Tragos, risas y un clima íntimo y relajado. Hasta que, en la madrugada del domingo 28 de octubre, uno de los invitados avisó que iría hasta su camioneta, estacionada en la entrada del edificio, con la excusa de ir a buscar su celular. Sin embargo, cuando regresó, el relacionista público entendió el verdadero peligro de la situación: junto con su amigo de ocasión se encontraban otros dos desconocidos armados.

El rey de la noche porteña fue atado a una silla y amenazado con una pistola en la cabeza mientras le pedían los datos de su tarjeta bancaria, algo que le resultó imposible debido al shock que estaba sufriendo. A las 4 de la madrugada de ese lunes, en Juncal 3945, se escuchó el disparo.

El asesino y sus cómplices fueron detenidos dos días más tarde en la terminal de las rutas Panamericana y 197, mientras esperaban un micro para escapar a la Costa Atlántica. El 15 de noviembre, buzos tácticos de la Policía Federal encontraron el arma en el río Tigre.

El 26 de marzo de 2003, el Tribunal Oral Criminal 4 condenó como coautores del homicidio a Marcos Araujo a 15 años de prisión, a Matías Elorza a 13 años, y a Esteban Suárez a 10 años. El cuarto imputado, Gastón Rojas, resultó absuelto.