Cuando empezó, en el teatro underground de Buenos Aires, Antonio Gasalla actuaba junto a otros jóvenes artistas para una audiencia de 23 personas. Después de 60 años de carrera, son pocos los argentinos que no soltaron una risa gracias a sus icónicos personajes y humor impertinente, hilarante y genial.

Flora, la empleada pública que maltrataba a todo el mundo en su programa de televisión, es una figura que se reconoce a menudo a la hora de hacer un trámite. Soledad Solari, Bárbara Don’t Worry, Inesita, las hermanas Malabuena, la maestra Noelia con su inverosímil maquillaje, y tantos otros personajes dejaron su marca dentro y fuera de la escena

Es difícil, sabiendo esto, imaginar a Gasalla como odontólogo, la carrera que comenzó a estudiar a pedido de su padre antes de dejarla por el Conservatorio. Luego de conocerse su decisión en la familia, su padre, peluquero, dejó de hablarle, mientras que su madre lo apoyó con algunas monedas en secreto. En ese contexto, apenas podía comprar un pasaje de tren rumbo a Once y un paquete de cigarrillos Saratoga.

Poco a poco fue sacando materias, consiguiendo su título y entrando en la periferia de la escena teatral porteña. Luego de su primer gran éxito, una obra bajo el estilo café concert argentino llamada Help Valentino, comenzó a montar espectáculos de gran producción escribiendo junto a Enrique Pinti, con quien cursó diez exitosas temporadas. Pero fueron los años 80 los que lo vieron brillar.

Desde su protagónico en el clásico argentino "Esperando la carroza" como Mamá Cora, un personaje que volvió a enfundar para Susana Giménez y varios de sus espectáculos, sus personajes salieron de la escena para formar parte del folklore popular y llevaron su nombre original para definir cierta clase de personas.

Mamá Cora fue el primero de varios personajes de Gasalla en conquistar al público argentino.

A lo largo de su carrera se relacionó con otros grandes nombres del espectáculo argentino, pero pocos llegaron a llamarse sus amigos. Uno de ellos es Marcelo Polino, un fiel compañero de Gasalla que suele acompañarlo para el almuerzo porque viven a pocos metros el uno del otro.

Polino fue uno de los únicos que pudo informar sobre el estado de salud de Gasalla durante la pandemia del coronavirus, un momento delicado para el histórico humorista que terminó por concretar el retiro que venía amenazando hace tiempo. "Tengo 80 años, ¡trabajé casi 60 sin parar! Ya no. Un teatro con 800 localidades, hoy tiene 200, sacan filas. No voy a trabajar así. Yo quiero hacer teatro bajando del escenario, hablando con la gente", declaró Gasalla durante la pandemia para Clarín.

Marcelo Polino fue uno de los pocos invitados al cumpleaños número 80 de Gasalla.

"Por ahora sigo respirando, tengo vida. Dejé un poquito de trabajar, pero son cosas de la vida", agregó el actor, cuya última aparición televisiva había sido en el 2020. Actualmente, pasa sus días en su residencia de Recoleta. Allí cuenta con ama de llaves, un museo del traje (donde tiene guardado los atuendos usados en más de medio siglo de escenarios) y hasta una butaca aterciopelada del teatro Odeón de Buenos Aires.

Fue allí donde recientemente sufrió una estafa millonaria, en la que le robaron documentos, parte del mobiliario y otros objetos de valor de uno de sus departamentos. Según manifestó su abogado Miguel Ángel Pierri, el hecho ocurrió en uno de los pisos que el capocómico de 81 años tiene en la calle Uriburu, que estaba a la venta tasado en un valor de $700.000 dólares.

Gasalla no hizo comentarios sobre la estafa que le habría costado millones.

"Antonio no está pasando un buen momento de salud, no memoriza, por eso ha decidido retirarse de la actividad. Calculo que alguien inescrupuloso se aprovechó esta situación de vulnerabilidad. Nunca tuvimos una diferencia de un centavo. Acá hubo un pícaro que se aprovechó y realizó una oferta por estos muebles", señaló Pierri, que hace 25 años que trabaja con Gasalla.

Alejado de las cámaras y de los escenarios, Gasalla afirmó que disfruta del ritmo de vida más tranquilo. "Una cosa es decirte que quiero seguir haciendo, pero realmente hoy no tengo esa cosa de querer ir a un teatro y volverme loco. Yo hacía la ropa, dirigía, organizaba a que hora teníamos función, eso lo sigo teniendo en mí, pero no hay nada adentro mío que me diga: 'seguí, trabajá'", reconoció para Intrusos en una de sus últimas apariciones en vivo.