Enrique Santos Discépolo fue un adelantado, un cronista magnífico del pasado que aún sigue vigente en estos tiempos, haciendo más presente lo que decía en su tango Cambalache: "lo mismo un burro que un gran profesor" y "el que no llora no mama y el que no afana es un gil"

A eso nos está llevando esta casta política y nos conduce a las emociones más bajas con una encomiable habilidad, a estas creencias burdas inventando guerras simbólicas e infames porque no se está de acuerdo a las malas políticas implementadas por todos ellos. 

Hay algunos que dicen enarbolar las banderas de la justicia social y popular, pero es solo de palabras y si no recordemos lo que dice el tango “pero que el siglo 20 es un despliegue, de verdad insolente, ya no hay quien lo niegue. Vivimos revolca’os en un merengue. Y, en el mismo lodo, todos manosea’os"

Digan si no tenía razón éste adelantado del siglo pasado, cuántas verdades decía en las letras de su creación, habría que hacérselas escuchar todos los días a cada instante a estos seudos políticos ya que la mismas los identifica tal cuales son por su falta de conocimientos e ineptitud para llevar adelante el país. 

Tengamos la esperanza que algo va a mutar, que ya no se puede seguir viviendo de esta manera, tiene que venir un cambio generacional que marque un nuevo paradigma y que provoque una diferente expresión colectiva que cambie de una vez por todas con las vicisitudes que nos han llevado y dejado todos los políticos que han transitado por este país.

Tenemos que comenzar a mirarnos a sí mismos y cambiar para elegir verdaderamente a la persona que pueda dirigir los destinos del país, una persona que nos transmita mesura, diálogo y voluntad y hacer y ayudar a la verdadera transformación cultural todos juntos. 

Pero todo esto se logra comenzando a transitar por el camino del medio y asumir realmente una conciencia soberana, abierta y libre para adueñarnos de nuestros propios destinos, resguardando nuestros derechos, pero también nuestras obligaciones, haciendo culto a lo social y cultural, pero lo más importante y por sobre todas éticas. 

Para lograrlo no debemos ahogarnos en nuestras pasiones y maduremos de una vez por todas, para que solo de Cambalache quede el maravilloso tango de Discépolo.