Por La Chica Urbana
@ChicaCronica

Capítulo 17

El aislamiento por la pandemia del coronavirus provocó que ante el aburrimiento agarremos lo primero que tenemos a mano. Y lo primero que tenemos a mano es...adiviná: el teléfono celular. Lo que antes agarrábamos porque sonaba, ahora lo agarramos porque hace absolutamente lo contrario, no suena.

De pasar a verlo cada tanto, ahora nos da un reporte semanal alarmante que nos descubre atrapados en un promedio de varias horas al día. Pasó a ser una absoluta dependencia. El trabajo, la familia, el conteo de los contagiados y esos videos que llegan a los grupos sin pedirlos y que debemos verlos aunque nos hagan perder el tiempo, por miedo a sentir que nos estamos perdiendo de algo de lo que después hablen todos nuestros contactos.

¡Nos tiene absolutamente atrapados! Lo vemos por la mañana antes de ir al baño y lo vemos por la noche antes de dormirnos. Después de esto vamos a necesitar una buena rehabilitación.

Uno de los memes que circula justamente por redes sociales y que ejemplifica nuestra incipiente adicción. 

Lo necesitamos para todo aunque en el fondo sepamos que sirve para poco. Todo sale de ese aparato, inclusive hasta lo que no buscamos. Eso que se nos rompió durante la cuarentena y que buscamos reparar, nos marcó para que desde entonces tengamos en todos lados avisos y más avisos de lavarropas, colchones o guías para cajones de cocina. 

¿Es una invasión predictiva de nuestras necesidades? ¡Esos malditos algoritmos nos leen la mente y nos condenan a ver toda la oferta de eso que ya nos arrepentimos de comprar, decidimos arreglar o quisimos ver por curiosidad!. Estamos condenados hasta que nos influencie y nos genere la necesidad de alguna otra cosa con su manipulación. ¡Maldito aparato inteligente que nos cree estúpidos!

Ese pequeño electrodoméstico, ese teléfono al que llaman inteligente, es una maldición que nos abduce y nos lleva por donde quiere. Inclusive por los tenebrosos caminos que conducen al mismísimo abismo de las redes sociales. Un pensamiento, una foto, un videíto gracioso… Todas te exigen algo para hacer, como si uno no tuviera nada que hacer.

Las dos caras de la moneda: las redes sociales permiten que se creen literalmente perfiles que nada condicen con lo que son los usuarios en realidad.

Pero ahí está, con el posteo en blanco esperando que entres a un mundo de reconocimiento virtual en el que te dirán cosas lindas o cosas feas sin escalas, sin filtros y sin razones.

Somos el producto y compiten por nuestra atención. Por mantenernos ahí, ocupados para ellos. Para que sepan en qué estamos pensando, qué música preferimos escuchar, a dónde planearíamos viajar o qué tapado nos pondríamos si pudiéramos salir a la calle a lucirlo como lo hacíamos antes. Un tapado que sólo llevaríamos del living a la cocina y que luego guardaríamos en el placard con naftalina para que no se nos apolille.

Son nuestros cazadores y nosotros sus presas. En el desayuno, en el almuerzo, en la merienda, en la cena y en el resto de los eventos del día. Estamos ahí, a merced de sus notificaciones y de sus sonidos que alarman (porque todos suenan como alarmas) para que estemos atentos a cada uno de sus servicios que nos sirven poco y nada.

Facebook, Twitter, Instagram, Tik Tok, Reddit, Telegram, Linkedin, siempre aparece una nueva...

"The Joker" fue uno de los personajes más usados en los memes que circulan en redes reflejando el efecto que producen en nosotros.

Una para que te indique el camino, otra para que te diga a qué transporte subirte, otra para que te diga si va a llover, otra para hacer trámites, otra para administrar tu plata, otra para ir al médico, para pedir una comida o para simplemente escuchar música. Somos app dependientes… ¿Y nos gusta serlo?

Ir caminando por la calle es estar dentro de “Un Mundo Feliz” de Aldous Houxley. y nuestro teléfono es el maldito “soma”. Estamos drogados de pantalla, estamos idos con sus contenidos. Embobados, llevándonos gente por delante, postes y a punto de cruzar mal la calle  para ser arrollados por un colectivo de la línea 152.

Copiamos y pegamos textos que desconocemos de dónde vienen pero que necesitamos para poder ver todo. ¿Lo que no vemos de nuestros contactos porque no publicaron nada o lo que no ven que publicamos porque no les interesa? ¡Qué problema!

Somos vulnerables a esos malditos bichos electrónicos que hay que alimentarlos con energía para que no mueran y que hay que pagar cada vez más caros para que no se apaguen. ¡Era menos demandante el Tamagotchi!

Uno de los memes que ilustra el modo "automatizado" en que respondemos en las redes sociales con el afán de no quedar "afuera" y de seguir chequeando el celular.

Filtros que nos hacen más jóvenes, más maquillados o más agraciados. Los necesitamos para mostrarnos como nos gustaría vernos. Una fantasía materializada para contar likes que nos llenarán por unos segundos nuestro vacío existencial que nos durará años.

Dejamos datos personales, contraseñas, medidas, gustos. Guardamos nuestros planes detallados en un moderno calendario y registramos los momentos a través de una cámara para que lo vea quién sabe quién.

Llevamos todo en ese aparato. Lo bueno y lo mano. Dejamos nuestra vida documentada en un dispositivo para dejar espacio libre en nuestra memoria cerebral. ¿Todo queremos registrar. ¿Nos caemos porque venimos grabando un video o grabamos un video porque nos caemos? Nunca se sabe…

¡Paren internet que me quiero desconectar!   

Cuidado, hipnotizados por el celular

C.U: