Cómo vivir con la incertidumbre de no saber qué va a pasar mañana
Por Nico Kischner
El alma tiene sus propios dolores. A cada uno le pega en un sector distinto del cuerpo. Una sensación de vacío en el pecho. Los ojos que se inundan de lágrimas. El estómago que se vuelve una pelota inmanejable. Los dientes impotentes que luchan por no morder sus propios labios. Pega bien en serio cuando lo que genera esa pena es difícil de procesar.
El pandémico 2020 estuvo lleno de esas penurias. Y cuando todo hacía parecer que en este lado del mundo el fin de este ciclo inolvidable, por lo malo, sería con una mueca de sonrisa, la incerdibumbre volvió a escena y nuevamente se apoderó de todo.
A menos de una semana de la Nochebuena, en muchas casas argentinas, para los que tienen la posibilidad de contar con una vivienda, ya sea propia o alquilada, todavía no está muy claro cómo se pasarán las Fiestas. Ni hablar de saber qué hacer en vacaciones y menos de qué ocurrirá con la suerte laboral de los distintos integrantes del clan.
El coronavirus también generó eso: le quitó previsibilidad a nuestras vidas. Cualquier decisión se piensa mil veces más que antes porque no se sabe qué pasará mañana. Desde una nueva cuarentena masiva a la erradicación total del virus, todo es posible en cada una de esas cabecitas que sueñan con dejar atrás de una buena vez por todas esta pesadilla.
Después de meses de encierro real y vida virtual, los primeros calores vinieron de la mano de la voluntad de salir a ver ese sol que tanto se añoraba. La baja en los casos de Covid-19, por un lado, y la necesidad imperiosa de reactivar la economía, por el otro, completaron el combo que hizo que más de uno pensara que la pandemia había quedado definitivamente atrás.
Pero las desalentadoras noticias que llegan en catarata de otros lados del planeta sobre rebrotes y nuevas restricciones en países que, aparentemente, tenían controlada la situación y estaban más preparados para afrontar una nueva ola de la pandemia, dejaron rápidamente de ser un problema ajeno para volverse uno propio en este mundo globalizado.
Si en Rusia no terminaron de aprobar el uso de su vacuna Sputnik V para mayores de 60 años porque todavía no se cumplieron con todos los protocolos que exige la situación, acá se encienden las alarmas sobre la utilidad de las dosis ya reservadas y se piensa en un plan B made in China más allá de seguir adelante con la idea inicial.
Lo misma pasa si la vacuna de Pfizer-BionNTech generó reacciones alérgicas en el frío Alaska: alguno que otro empieza a sentir urticaria de antemano en la cálida Buenos Aires por más que finalmente los productos de la compañía farmacéutica estadounidense y su socia alemana todavía no tengan fecha real de llegada a la Argentina.
Es que más allá de los posibles apuros, y hasta deslices, políticos en post de brindar una solución a la demanda de la sociedad está la ciencia. Y así como nunca antes hubo una pandemia igual, tampoco se dio previamente una respuesta científica tan rápida a un problema tan serio y global como es el coronavirus.
Y en un punto hasta es lógico que gobiernos y científicos actúen como lo hacen porque cada uno se rige por sus propios modos, que no siempre van de la mano. El tema es cómo hacer para que ambos confluyan para que una aparente respuesta tranquilizadora no se transforme en un cúmulo de dudas ante el primer revés.
Las vacaciones están a la vuelta de la esquina. Las Fiestas, más cerca todavía. Cómo vivir con la incertidumbre de no saber qué va a pasar mañana y organizar dos eventos trascendentales para la necesidad de bajar un cambio después de un año durísimo y pasar un buen momento con los afectos, respectivamente, sin ponerse en riesgo uno o sus seres queridos es la gran cuestión hamletiana.
¿Ir o no ir a un lugar de veraneo cuando no se sabe qué pasará allá y los números de contagios de coronavirus no sólo ya dejaron de bajar, sino que pasaron de estar estabilizados a tener pequeños aumentos como informaron este viernes desde el Gobierno porteño? ¿Gastar el puchito de plata que quedó en ese finde o semanita en la Costa o guardarlo para un 2021 de vacas flacas? ¿Juntarse o no con la familia en Navidad y Año Nuevo?
Las respuestas de ayer no son la de hoy y seguramente también serán distintas a las de mañana. Como nunca antes, el qué hacer deberá ser una decisión discutida en la intimidad de cada hogar con la seguridad de tirar todos para adelante una vez tomada la postura definitiva para que lo de "Felices Fiestas" y "merecido descanso" no sean solo meros enunciados.