La intelectual mexicana Paola Schietekat Sedas sufrió abuso sexual mientras trabajaba en Qatar, en el Comité Organizador de la Copa del Mundo que comenzará el 21 de noviembre. Pero, en lugar de castigar a su agresor, las autoridades del país le impusieron una pena de 100 latigazos y siete años de prisión.

Schietekat está de regreso en México y lejos de su agresor, pero los problemas legales iniciados por su denuncia continúan quitándole dinero y la posibilidad de participar del "trabajo de sus sueños", como lo explicó en primera persona en un artículo reciente donde narró con detalles la violencia a la que fue sometida:

"Tenía 16 años cuando mi primer novio me encerró en su departamento, me violó y amenazó con matarme después de darme una paliza que dejó marcas visibles por varias semanas, todo por un arranque de celos", contó para demostrar la recurrencia de las agresiones que padecen las mujeres.

Schietekat tardó una década en compartir esa experiencia que le costó terapias, medicamentos y síntomas de estrés postraumático. La mujer continuó con su vida, estudió múltiples carreras universitarias y terminó contratada por el Comité Organizador del Mundial. Todo cambió la noche del 6 de junio de 2021, cuando un conocido que consideraba su amigo se metió a su departamento mientras ella dormía:

"Después de un forcejeo breve, pues su fuerza sobrepasaba la mía, terminé en el piso. Horas después, me salieron moretones en todo el brazo izquierdo, el hombro y la espalda. Mantuve la cabeza fría: le avisé a mi mamá, a un colega del trabajo y documenté todo con fotos, para que mi memoria, en un intento de autoprotección, no minimizara los eventos o borrara por completo parte de ellos", detalló.

Cuando volvió a sufrir una agresión sexual durante su estadía en Quatar, Schietekat decidió que no volvería a quedarse callada. Con la evidencia en mano, se acercó al consulado mexicano en Qatar y explicó a las autoridades, en el poco árabe que maneja, lo sucedido.

De víctima a acusada

Schietekat se encontraba en Qatar haciendo "el trabajo de mis sueños".

"Al preguntarme si quería una orden de alejamiento, no hacer nada, o ir a las últimas instancias, me congelé, por el shock, por el miedo y la falta de sueño, y volteé a ver al cónsul, quien me recomendó ir a las últimas instancias. Firmé la declaración en árabe y di los datos del agresor. Horas después, a las nueve de la noche, me hablaron por teléfono para acudir urgentemente a la estación de policía", continuó Schietekat.

Si esperaba que la policía local tomara su denuncia, buscara al agresor y lo pusiera tras las rejas, estaría muy equivocada. En su lugar, los policías la interrogaron en árabe por más de tres horas. Resulta que su violador se había excusado afirmando que ella era su novia, y le había dado permiso para entrar. Esto comenzó la pesadilla de la que Schietekat aún no despierta:

En Qatar, tener una relación extramarital se paga con hasta siete años de cárcel, y en algunos casos la sentencia incluye cien latigazos; esa era la sentencia que ahora amenazaba a la víctima.

"Por alguna razón yo había pasado a ser la acusada", escribió Schietekat, y continuó detallando lo sucedido: "Todo se centró alrededor de la relación extramarital, mientras que, bajo mi abaya, la túnica que me recomendaron usar para parecer una 'mujer de buena moral' seguían las marcas, moradas, casi negras. Mi abogada casi no habló".

Luego de horas de incertidumbre y miedo, Schietekat pudo regresar a México. La denuncia, sin embargo, aún estaba en pie, y la corte criminal a la que había sido referida terminó por liberar al violador de toda culpa porque "no había cámaras que apuntaran directamente la puerta del departamento, así que no había forma de constatar que la agresión sucedió". 

Pero eso ni siquiera era lo peor: "La solución que me dio mi abogada y el representante legal de mi agresor era relativamente simple: cásate con él. Para cerrar el caso que el Estado de Qatar abrió en mi contra solo debía casarme con mi agresor".

Tras meses de un proceso judicial que no termina, Schietekat denunció públicamente al consulado mexicano por "la falta de un protocolo de protección a víctimas de violencia con perspectiva de género", que demostró el cónsul Luis Ancona al no informarle que la denuncia que él recomendó hacer podría volverse en su contra; y a la comunidad internacional, que "ha excusado, e incluso defendido a monarquías arcaicas que mantienen leyes que promueven la esclavitud moderna", todo bajo "la sombra de grandes eventos deportivos o culturales".