Constanza y Juan, la pareja de argentinos que viaja por Brasil en un velero junto a sus hijos y Lula, su perrita
Se subieron al bote hace tres años y desde entonces se convirtió en su hogar. Tuvieron a su beba en Brasil en plena pandemia y aseguran que criar a sus hijos a bordo fue la mejor decisión que pudieron tomar. Conocé la historia de amor y aventuras de esta familia millennial.
¿Quién no pensó alguna vez en dejar todo e irse a recorrer el mundo? Lo que pasa es que pocos tienen el coraje de cambiar completamente de vida, dejar a sus afectos, desprenderse de los objetos materiales. Constanza Coll y Juan Dordall forman parte del grupo de los valientes. Ella periodista, él psicólogo. Se conocieron a los cuatro años en la salita verde del jardín de infantes y hoy, tres décadas después, conforman una hermosa familia viajera junto a sus hijos Ulises y Renata.
Llevaban en su ser las ganas de conocer el mundo y encontraron en el otro la compañía ideal para hacerlo. Primero, a dedo y con los años, arriba de un bote. Desde hace algunos meses están instalados en una paradisíaca isla de Brasil en donde decidieron quedarse hasta que la pandemia les permitiría seguir viaje y desde allí dialogaron con Crónica Web para contar cómo se animaron a transitar este gran cambio y de qué se trata su libro.
"Antes de ser papás, con Coni lo que más valorábamos eran los viajes. Cada vez que teníamos la posibilidad de viajar lo hacíamos, primero fue a dedo por el norte argentino, luego por Bolivia y Perú y después por México y Cuba. Eso nos llevó de alguna manera a que nuestra vida profesional tuviera que ver con viajes. Coni es comunicadora social y desde muy joven se dedicó al periodismo de turismo. Yo soy psicólogo y trabajé en una línea aérea y eso nos daba facilidades también para viajar , aseguró Juan.
Lanzarse al mar
Con el agobio del día a día en la ciudad, buscaron un hobbie que los ayudara a despejarse y sin pensarlo, fue el empujoncito que estaban esperando para dejarlo todo atrás.
“Nosotros no heredamos la náutica. Nuestros padres, tíos, abuelos, nadie navegaba. Vivíamos cerca del Río de La Plata y solo por hacer una actividad diferente nos anotamos en un curso de náutica. Ahí nuestra vida cambió. Descubrí de la mano de mi maestro Jorge Correa una náutica que tiene que ver con un estilo de vida, no solo un deporte. Tuve la posibilidad de dar clases con él y de esa manera tuvimos un aprendizaje acelerado. Cada vez pasábamos más tiempo en el agua y cada vez atendía menos pacientes y navegaba más”, recordó Dordall.
Así fue como, con un pequeño de apenas un año, decidieron embarcarse en el mejor viaje de su vida y en familia. “La vida a bordo tiene muchas diferencias. La primera tiene que ver con el contacto absoluto con la naturaleza. Todo el tiempo sentimos en nuestro cuerpo los vaivenes del mar, escuchamos el viento y lo que hacemos o dejamos de hacer está íntimamente ligado con la naturaleza y el clima. Otra tiene que ver con cómo se refuerzan los vínculos dentro de un barco, se genera una especie de confianza entre los que estamos a bordo que es muy hermosa. El poder vivir en familia, de una forma tan intensamente está buenísimo, sobre todo porque estamos en sociedades que nos demandan estar mucho tiempo fuera de casa.Antes trabajaba prácticamente todo el día y llegaba a casa de noche, y eso es lo opuesto a la relación vincular que tenemos hoy”, detalló el psicólogo.
Deshacerse de lo material
Para poder embarcarse vendieron un auto, alquilaron su departamento y echaron mano a sus ahorros para poder comprar lo que a partir de ahora iba a ser no solo su movilidad sino también su casa.
“La vida austera en un velero y alejada de una lógica de consumo te lleva a valorar otras cosas. Sin lugar a dudas Ulises está creciendo con otros valores. No pide juguetes nuevos o un celular. El pensar que a través de un mayor ingreso o de la compra de algo puede llegar a la felicidad es algo que nos pasaba antes a nosotros. Ahora en el barco la vida es simple”.
La ropa de los cuatro entra en una pequeña puertita que tienen en el camarote y son muy felices con esa decisión. “diferencia de lo que se piensa es económico vivir en un barco y más si es un velero que se mueve con el viento. Tenemos paneles solares para cargar energía. No pagamos luz, agua ni impuestos y eso nos da una gran libertad”.
Compartir su estilo de vida
Pese a que vivir en un barco no cuesta caro, necesitan seguir generando ingresos para los gastos del día a día. Por ello tienen varias formas de ganar dinero. “Al comienzo creíamos que íbamos a vivir del alquiler de nuestro departamento en Buenos Aires y algunos ahorros que pudimos generar, pero rápidamente hubo una devaluación muy fuerte. No llegábamos a cubrir ni un porcentaje de nuestros gastos. Pero a su vez las redes iban creciendo y una pareja nos escribió diciendo que quería conocernos a nosotros, al barco, nuestro estilo de vida”, contó Constanza.
Así surgió una entrada de fondos inesperada. “Nos sorprendió mucho porque no es un barco de lujo, ni siquiera es grande, pero ellos se coparon. Los recibimos a bordo y la experiencia fue fantástica. La pasamos muy bien todos y fue un intercambio muy interesante para nosotros también. En aquel entonces Ulises tenía tres años y adoptó hábitos que trajeron los chicos. Ella pintaba acuarelas y es hasta el día de hoy que Uli sigue pintando y le encanta”.
Quien esté dispuesto a sumarse a esta aventura por algunos días, puede contactar a la familia al +5491140502597.
“Nos gusta recibir gente, contar lo que hacemos y sobre todo nos gusta cómo eso resulta positivo para nuestros hijos y para su educación. Eso estuvo buenísimo y lo seguimos haciendo, pero llegó la pandemia y dejamos de recibir turistas. Ahora de a poco eso se está reactivando. Más que vacaciones ofrecemos una experiencia para insertarse en la vida náutica que tiene que ver con el cuidado del agua, el comer lo que uno pesca, el contacto con la naturaleza. Hacemos yoga por la mañana, cocinamos y tenemos todo para la vida a bordo.El mar no es un lugar peligroso como lo pinta la literatura, para nosotros es un lugar cálido y seguro”, agregó el marinero.
Agrandar la familia
Cuando dejaron Buenos Aires para vivir esta aventura, Ulises tenía apenas un año, pero desde entonces ya tenían en la cabeza la idea de volver a ser papás. “Antes de zarpar estábamos seguros de que queríamos un hermanito para Ulises y no veíamos cómo eso iba a ser compatible con la vida a bordo, en otro país, en un medio distinto. Cuando eso se volvió y nos sentimos tan a gusto, percibimos que era el contexto ideal para tener otro hijo porque tenemos tiempo para disfrutar del embarazo, del primer tiempo de vida, momentos que pueden resultar demandante y estar en tierra uno a eso lo tiene que combinar con el trabajo y otras exigencias del exterior”, manifestó el papá.
Por eso comenzó con la búsqueda de otro bebé y en medio de la travesía comenzó a gestarse Renata, todavía en un mundo que no conocía lo que era el coronavirus. “Renata fue deseada durante mucho tiempo y fue concebida en Bahía, desde ahí vinimos navegando hasta Río de Janeiro porque es una ciudad que tiene más infraestructura hospitalaria y más facilidades para la vida a bordo. Entonces decidimos navegar hasta Ilha Grande que es una reserva natural y que al mismo tiempo tiene contacto con el continente por las necesidades que pueden surgir con un niño chiquito. El embarazo transcurrió navegando y en cada puerto en los que parábamos hacíamos un control obstétrico”.
Constanza estaba segura desde el primer momento que se trataba de una nena. “El embarazo de Renata fue muy natural y diferente del de Ulises. Me enteré de que estaba esperándolo a él ya bien entrado el embarazo, en cambio con Renata comencé con náuseas y mareos desde el principio. No creo que haya sido tanto por el barco sino porque era nena. Fue difícil porque me quedaba dormida en las guardias nocturnas al timón. Juan tuvo que hacer el doble de guardias que yo”, aportó Coni.
Dar a luz en otro país y en medio de una pandemia
La idea inicial era volver a su ciudad para tener a la beba, pero el Covid-19 frustró sus planes. “Fuimos haciendo las ecografías, los análisis de hormonas, de sangre. Teníamos una obstetra en Buenos Aires, prima de Coni, que nos iba dando todas las indicaciones. Cuando llegamos a Río buscamos también una obstetra. Lo que no sabíamos era que nos iba a sorrender el coronavirus. Para cuando llegó el momento del parto fue realmente un caos porque todo fue cambiando constantemente. Nuestra idea original era hacer el parto en Buenos Aires, pero cancelaron los vuelos, cerraron las fronteras y se complicó mucho”.
Tuvieron que tomar muchas decisiones desde con quién dejar a Ulises porque con la pandemia no iba a poder entrar al sanatorio, hasta dónde anclar su “casa ambulante”, pero todo tuvo un final feliz.
“Ahí dijimos que si esta hija había sido deseada en Brasil, nos parecía bien que fuera brasilera. Iba a nacer en la ciudad de Angra dos Reis en donde hay un hospital maternal, pero lo transformaron en un centro de urgencia para atención del coronavirus, así que con ocho meses de embarazo tuvieron que elevar el ancla y navegamos 14 horas hasta la Bahía de Guanabara (Río de Janeiro). Encontramos una maternidad muy buena, los médicos se hacían examen de Covid todas las semanas y tuvimos a nuestra hija en la ciudad de Niterói. Todo salió súper bien ya las 48 horas de nacida Renata nos vinimos todos para el barco”.
Ventajas de criarse navegando
Ulises y Renata prácticamente no conocen otra forma de vivir que no sea arriba del velero. Sus papás están muy orgullosos de poderles dar esta educación "distinta", basada en valores y rodeados de la naturaleza.
“Ulises aprendió a nadar desde muy chico. No le tiene miedo al mar, sabe moverse perfectamente a bordo, de hecho nunca se ha caído al agua. Tiene mucho equilibrio, sabe remar. Acá en Brasil hacemos mucho senderismo por la selva, por los morros, todo el tiempo él ve monos, rayas, mariposas de colores. Lo más importante es que vemos que goza de una libertad que nosotros no vivimos viviendo en la Ciudad” .
Renata fue criada en brazos, sin muchos de los implementos de moda para los bebés. “Nunca tuvimos cochecito ni babysit, ni ninguno de los gadget para bebés. Todo lo que tenemos es un pañuelo o algo así para llevarla y el resto es a upa. Creemos que por eso caminó tan rápido, camina por el barco con un equilibrio increíble”, admitió Coni.
Este viaje los ha hecho olvidarse de la inseguridad. “En la isla en la que estamos fondeados no hay autos, es una reserva natural. Esto implica que el principal riesgo de tener un accidente no existe, él salta del bote a la playa, va y viene, a sus amigos y no tenemos que estar de la mano porque no es necesario. Es super seguro. No hay robos, todo el mundo conoce a todo el mundo”.
Además, esta aventura les ha permitido estar en contacto con una gran diversidad cultural. “En este viaje hemos ido conociendo un montón de familias con chicos, con realidades diferentes. Ulises tiene amigos de muchos otros países. Ahora estamos en un pueblo turístico en el que hay familias de todo el mundo y ese intercambio cultural es super interesante, que tiene que ver con el idioma, el tipo de juego, las comidas. Su mejor amigo es brasilero y sus costumbres son totalmente distintas a las nuestras y él se adapta y aprende”.
La educación también es ambulante
Siempre se dice que la familia es el principal pilar de la educación y en este caso, ambos niños tienen la atención de sus padres 24/7. “Esta vida nos permite darle la atención que se merecen. Somos absolutamente responsables de su educación y lo hacemos lo mejor que podemos con ganas y pasión. Vemos que él responde a esos estímulos y está buenísimo”.
Si bien el pequeño acaba de cumplir los cinco años, la idea es continuar viajando y que reciben los contenidos formales a través de sus papás. “Él todavía no tiene necesidad de una educación institucional. Todos los días le dedicamos al menos una hora a su proceso de enseñanza - aprendizaje. Nuestro principal foco es fomentar en él esa curiosidad innata que tiene y tratar de ir asociando los contenidos formales a cosas que él va viviendo y que le genera interés. Él nos va proponiendo algunos temas y nosotros incluimos la parte formal de alfabetización, de matemática, etc.".
La Argentina tiene dos programas de educación a distancia, una del Estado y otra brindada por el Ejército. En cuanto se abran las vacantes planean inscribirlo. “Ellos aportan todo el material y los exámenes que hay que remitir por correo. Para nosotros es fundamental que pueda tener las mismas oportunidades que tuvimos poder cursar una carrera, insertar en el mercado laboral y universitario si así lo desea”.
Éramos pocos y llegó Lula
Cuesta imaginarse el compaginar una vida de navegantes con la compañía de una mascota de cuatro patas, pero Lula llegó a sus vidas por casualidad y nunca más se fue . “Los conocimos acá en la isla. Era una cachorrita que vivía perdida en la selva y bajaba de vez en cuando a comer la comida del perro de unos amigos. Era muy chiquitita, era una bolita de pelo cuando apareció y Uli se enamoró. Enseguida estaban jugando y fue inevitable traerla a vivir con nosotros”.
La perra ya está a punto de sacar su licencia como capitana del barco. “Ya tiene más de dos años con nosotros y estuvo buenísimo porque fue una gran compañera de Ulises hasta que nació su hermana y ahora también se sumó Renata. Hemos navegado más de doce días con ella y durante las guardias de la noche en donde uno está llevando el timón, ella está firme al lado nuestro. Es un amor y se adaptó super bien al barco desde el primer día. Baja con nosotros a la playa y cuando quiere volver se sube sola al bote para volver a casa”, cuenta el navegante entre risas.
Lo escrito permanece
Constanza, no dejó de lado su pasión por escribir, sobre todo cuando tenía tantas aventuras por contar. “El primero se llama“ El Barco Amarillo ”y es un recorrido que va desde nuestra vida antes de subirnos al barco hasta el nacimiento de Renata en plena pandemia .Es un poco un diario de viaje. Habla sobre cómo es ser una mujer en un barco, una familia en un barco, los miedos de cambiar de vida y cómo se resuelve todo en el camino. Lo publicamos en octubre y ya casi agotamos los 2 mil ejemplares. Lo vendemos solo a través de las redes sociales oficiales y tuvo muchas repercusiones”.
El segundo libro fue coescrito entre Juan, Coni y Ulises ya que es un libro infantil. “'Ulises, Lula y la Isla Grande ' es una historia basada en hechos reales.En un momento se nos perdió Lula. Salió corriendo y no la pudimos encontrar. Estuvimos cinco días buscándola por toda la isla. El libro cuenta la historia de cómo Ulises va recorriendo los puntos turísticos buscándola y todo lo que aprende en el camino. Es como una especie de versión de Ítaca. Ahora para las vacaciones de invierno lanzamos una edición especial que viene con una lona para pintar que es una carta náutica. Se puede lavar y pintar de nuevo”.
Los Dordall - Coll, una familia de valientes, que no concibe la vida sin paz, mar ni aventuras.