El mundo del espectáculo argentino se vistió de negro el 2 de marzo ante una emblemática pérdida: el humorista Carlos Sánchez, quien supo sacarle una carcajada a cualquiera que estuviera en el momento más mísero de su vida, falleció a los 68 años tras sobrellevar un tratamiento por un cáncer que no le ofreció tregua alguna. El legado que ha dejado es inquebrantable, pero el actor, si bien su objetivo en la vida fue hacer reír, escondía muchos dolores que supo disfrazar con su trabajo. 

Charlie Chaplin decía que un día sin una sonrisa es un día perdido; y uno trata de darle eso a la gente, entre todas las pálidas que hay en el día. Cuando hicimos Café Fashion fue en un tiempo muy difícil para el país, se venía el caos del 2001; y la gente en la calle nos piropeaba: ‘Gracias por hacerme ir a dormir con una sonrisa’”, contaba alguna vez Carlos Sánchez sobre su objetivo en el escenario. Todos dirían que fue más que cumplido, pese a las adversidades que atravesaba en su vida personal y que su fiel público desconocía

En sus inicios trabajó con Juan Alberto BadíaSusana Giménez, Juan Alberto Mateyko y Marcelo Tinelli, aunque adquirió gran popularidad en el recordado ciclo Café Fashion- seguía trabajando. En teatro, con el espectáculo El Gordo y el Mago, junto a Pablo Madini. Y en televisión, interpretando al comisario Benítez en Argentina, tierra de amor y venganza, la exitosa novela que emitió El Trece, donde demostró que podía ser también un actor dramático. 

El suicidio de su primera mujer, Irene

Carlos siempre la definió como "el amor de su vida", y según él, es a quien le debe toda su carrera. Durante los cinco años que vivió en Trujillo (Perú, donde se iniciaba como cantante), incondicionalmente junto a él estuvo Irene, su primera esposa y madre de sus hijos Emiliano, Guillermina y Jorgelina (también es padre de Juan Cruz fruto de su relación con su segunda mujer). Pero tras regresar a Buenos Aires, tiró la toalla y abandonó su propósito como artista. Fue justamente Irene, quien lo animó a volver al ruedo y abandonar su trabajo en una compañía de tarjetas de crédito. 

“Ella me decía que no estaba bien porque no hacía lo que amaba verdaderamente. Y con un amigo me llevaron engañado a un boliche de San Telmo y terminé en el escenario, con una guitarra, la dueña me contrató y así empecé a cantar de nuevo. Al final dejé el trabajo porque me empezaron a buscar de otros boliches y pubs, ganaba más cantando y contando algunos chistes. Así terminé en esta profesión, recordó. 

Sus hijos siempre le recordaron que la mejor manera de honrar a Irene era con su trabajo.

Aunque tuvo varias mujeres, siempre dijo que Irene fue el amor de su vida. Carlos quedó viudo a los 41, luego de que ella se suicidara. Se quedó solo con sus tres hijos de entre seis y quince años y fueron ellos quienes le dieron fuerzas para salir adelante. ¿Qué vas a hacer de tu vida? ¿O mejor dicho de nuestras vidas? Mirá papá, lo único que sabés hacer es lo que hiciste hasta ahora y mamá estaba orgullosa. Por su memoria, seguí trabajando de eso”, le dijo Emiliano y así fue como retomó sus shows. 

El cáncer y sus últimos días

El actor fue internado el 2 de febrero en el Sanatorio Otamendi, y el martes 2 de marzo a las 6.45 su corazón dejó de latir, según informó en su momento su agente de prensa, Silvia Puga. La internación era parte de su tratamiento por un cáncer que padecía desde hace años. Según sus familiares, en el último tiempo llevaba enfrentando varios vaivenes anímicos, producto de la enfermedad. 

Todo comenzó en 2010 cuando una serie de estudios clínicos arrojaron que Carlos tenía cáncer en el riñón. Al principio, el tratamiento indicado con los médicos pareció tener éxito, pero poco después se comprobó que el tumor se había propagado, haciendo metástasis en el hígado, el páncreas en las dos glándulas suprarrenales, en una costilla y en la cadera. Pero el humorista jamás se rindió y persistió en su lucha, y pese a todo, seguía trabajando. 

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