Por Francisco Nutti
@FranNutti

Mientras la pandemia del coronavirus ya dejó más de 70.000 fallecidos en la Argentina, los responsables de comedores y merenderos de todo el país nunca bajaron los brazos ni dejaron de exponer sus vidas a los contagios para que las familias de bajos recursos tengan diariamente un plato de comida caliente.

"Crónica" dialogó con tres referentes, quienes se expresaron sobre la importancia de estar vacunados, la preocupación por la llegada del frío y por la falta de donaciones, algo que se acrecentó con las restricciones.

Todas las mañanas, Noemí Rojas, titular del comedor Ángel Guardián, ubicado en la localidad bonaerense de Mariano Acosta, partido de Merlo, se levanta bien temprano para preparar las viandas que más tarde les entregará a 500 personas de todas las edades. Lo hace a la par de otras tres mamás que, a través de la venta de metales, cartón y botellas, se encargan de conseguir el dinero para adquirir los alimentos.

Los vecinos colaboran con los comedores sin pedir nada a cambio.

"Antes de que empiece la pandemia venían 35 chicos, después se sumaron 100, y hoy estamos entregando más de 500 raciones a familias enteras", señala a este medio la mujer, quien desde hace ocho años tomó la decisión, junto con su marido, Héctor González, de tener un espacio para ayudar a los demás. Ambos conocen bien al ruido del hambre que cruje en la panza cuando el vacío es literal.

Madre de siete hijos, Rojas llegó a comer de la basura en tiempos de bolsillos pelados, e incluso su compañero durmió noches enteras bajo un puente sin tener un techo donde vivir. Pero hoy sus realidades cambiaron: el hombre trabaja en una empresa de seguridad y ella es ama de casa; la hija mayor va a la universidad y el resto de los chicos asisten a la escuela. Sin embargo, nunca se olvidaron de los que menos tienen, por lo que hacen hasta lo imposible para que ningún niño padezca una infancia mala.

Preocupación por el frío

"Con el frío la pasamos mal, porque hay vecinos que viven en casillas. Acá no tenemos reparo, cocinamos en el patio, y hay mamás que nos ayudan a tejer frazadas para los bebés que la pasan mal", afirmó Rojas, tras destacar que no acceden a la garrafa social y que cocina a leña.

Según su testimonio, el avance del coronavirus complicó las cosas. "Hay comedores que cerraron. En las Pascuas pasadas vinieron cerca de 405 chicos, nunca vimos algo igual", indicó y explicó cómo se suelen organizar para hacer la comida: "Usamos ocho ollas y no nos alcanza. Todos los días se va sumando gente. Además, las que vienen son familias numerosas, de hecho hay mamás y papás solteros que concurren con varios hijos".

Las medidas de prevención, como la utilización correcta del barbijo, son muy necesarias al momento de retirar las viandas. 

Para Rojas, la situación más difícil que le tocó transitar en su comedor fue "cuando vinieron varios niños desnutridos que pesaban la mitad de lo que debían".

"Gracias al comedor pudimos sacarlos de ese estado, y hasta hablamos con un nutricionista para que venga a verlos. Hoy tenemos talleres de carpintería, de cocina, de panadería y de costura. A su vez, queremos armar una salita de primeros auxilios para que los vecinos se puedan venir a atender", remarcó y continuó: "Para los chicos y chicas que vienen y no tienen acceso a Internet, tenemos computadoras y ahora estamos armando una canchita de fútbol, una de básquet y otra de vóley. La idea es que la pasen lo mejor posible".

En tanto, concluyó: "Muchas familias lo único que comen es lo que se llevan de acá. La desesperación de los pibes para llegar a las casas y sentarse con los papás a comer es única. Sentís alegría porque podés darles lo que ellos necesitan y un poco de dolor por ver la cara de tristeza de los padres".

Para Lidia, cocinera de un comedor de Villa Hidalgo, el guiso nunca puede faltar.

En esa misma línea, Natalia Molina, quien integra un grupo de 16 familias que abastecen a siete comedores y dos merenderos ubicados en Tierra Amarilla, de la Villa 21-24 Zavaleta, dijo: "Hace 13 años que somos parte de esta organización llamada Movimiento Popular La Dignidad-Confluencia. Tenemos una olla popular en uno de los sectores donde los vecinos vienen con sus tuppers y se llevan la porción que hacemos".

"No tenemos ningún tipo de calefacción ni estufas. Necesitamos mesas, sillas, ollas y un pizarrón, ya que damos apoyo escolar y hacemos una biblioteca ambulante", enfatizó.

Asimismo, Lidia del Carmen Escobar, quien tiene a cargo el merendero "Los Peques" de Villa Hidalgo, partido de San Martín, donde a base de esfuerzo y voluntad prepara la comida todos los días para 250 personas, precisó: "Es un orgullo poder colaborar con todos, pero algunos de los que vienen a retirar la viandas duermen en autos viejos o no tienen casa, por eso, además de comida, me piden abrigo y frazadas. Yo trato de darles todo lo que tengo a mi alcance porque no puedo verlos así, pero a veces se me complica", relató. 

Vacunados como "personal estratégico"

El pasado jueves, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires comenzó la vacunación contra el Covid-19 a trabajadores de comedores y merenderos sociales, tras la inclusión de estos como parte del "personal estratégico" prioritario en la campaña de vacunación.

La primera en ser inoculada fue Cintia Luz García, del comedor Niños Felices de la Villa 1-11-14, quien, sostuvo a radio Futurock que luego de serle aplicada la vacuna "se largó a llorar".

"Cuando me preguntaron después de vacunarme cómo me sentía, me largué a llorar, porque fue un año muy duro", contó García, quien detalló que, por la alta demanda de las familias, los trabajadores del comedor entran "a las 6 de la mañana para darles el desayuno a las personas" y se van "a las 10 de la noche".

Esta vacunación se da luego de la reunión que mantuvo el presidente de la Nación, Alberto Fernández, con los principales referentes sociales. En ella se acordó, en abril pasado, que se destinarían 70.000 vacunas contra el coronavirus para los trabajadores sociales.

El comedor Niños Felices no está vinculado con ninguna organización social, sino que surgió por el aporte de vecinos del barrio, quienes desde hace tiempo reciben también donaciones del Gobierno de la Ciudad. En el centro se dan desayunos y almuerzos para más de 700 personas por día, de lunes a viernes, y aproximadamente 540 raciones son aportadas por la administración porteña. Los alimentos que faltan se cubren con donaciones.