El trabajo social que llevan adelante las iglesias en el actual contexto de pandemia por el coronavirus es fundamental y son muchos los curas que, como adultos mayores ponen el cuerpo para lograr ayudar a los más necesitados y darles una asistencia. 

Con más de 30 años de profesión, su trabajo pasa más allá de lo estrictamente religioso y tiene que ver con poder dar respuestas a las problemáticas sociales, cómo a través de la Diócesis de Adicciones lo hace con más de 60 años el padre Osvaldo Mouriño en la localidad de Lomas de Zamora y los casos se replican en otros partidos del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). 

Frente a la llegada de la segunda ola del Covid-19 y el incremento de casos, muchas capillas de la ciudad de Buenos Aires y del conurbano bonaerense se transformaron en comedores comunitarios, que día a día atienden a miles de personas, así como también estuvieron las que ofrecieron su espacio como centro de aislamiento. 

Atención a las necesidades urgentes 

El padre José María “Pepe” Di Paola (59) es sacerdote desde hace 34 años, mientras que desde hace 25 años es cura villero, lo que lo llevó a trabajar y vivir en las villas, para de esta manera poder, según definió en diálogo con “Crónica” que “los dichos pasen a la acción”. 

Establecido actualmente en Villa La Carcova, partido de José León Suárez, el padre “Pepe” relata cómo dan respuesta a las necesidades de la gente en el actual contexto y el rol que cumplen los voluntarios en estos barrios populares. 

“9 de las 7 capillas que tenemos se volvieron comedores, mientras las otras dos se convirtieron en centros de aislamiento. En nuestro caso, entregamos 3500 raciones de comida diarias a la gente que se acerca y los voluntarios llevan las viandas y bolsas de alimentos a los ancianos, para que no tengan que salir”, explicó el cura. 

Lo curas villeros siempre están con los más humildes.

En ese sentido, detalla que cuentan con el apoyo del Ejército en la logística y los alimentos, que en un principio mantenían solo a través de donaciones, les llega a través del Estado. 

Sobre esta línea, el cura villero Lorenzo “Toto” De Vedia (55), cura de la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé de la Villa 21-24, situada en el barrio porteño de Barracas, enfatizó en diálogo con este diario que las 4 capillas dependientes del centro parroquial “se reconfiguraron en comedores” que reciben a “más de 200 personas”. 

Ambos señalan como uno de los aspectos más difíciles de atender los problemas económicos que ha generado la pandemia, sobre una situación que “antes de 2019 ya era mala” y la forma en que repercutió sobre las posibilidades de trabajar de los habitantes de los barrios. 

“Otro de los aspectos negros que deja la pandemia es lo laboral, porque ya veníamos mal y el coronavirus complicó todo. Hoy hay un Estado presente, que está acompañando y brinda ayuda, pero no alcanza” subraya De Vedia. 

En ese sentido, el padre argumenta que muchos trabajadores de las villas dependen de la clase media para poder subsistir, porque son los que proporcionan los trabajos o alguna ‘changa’, que, si no tiene plata, dejan ese laburo para otro momento”. 

Al respecto, el padre ‘Pepe’ agregó que “el tiempo desocupado para los jóvenes es algo preocupante” en estos barrios, ya que si no encuentran trabajo “se acercan a las esquinas” y a “las adicciones”. 

“Se profundizaron las adicciones en el último tiempo por las personas que al no tener el tiempo ocupado encuentra en la esquina una respuesta negativa”, destacó el cura. 

El tratamiento de las adicciones

El punto en común de los más de 50 curas villeros que se desempeñan en los distintos barrios populares de la Ciudad y el conurbano bonaerense pasa por poder contener y ayudar a muchas personas a recuperarse de sus adicciones a drogas como el paco. 

“Hay que buscar el abordaje, la solución a los problemas de adicciones. El joven va a una granja para recuperarse, pero luego la comunidad tiene que acompañar al chico. Va haciendo actividades que hacen que vaya descubriendo cuáles son sus capacidades”, resalta el padre ‘Pepe’. 

En base a este proceso, el cura de José León Suarez, quien está a cargo de los “Hogares de Cristo” que funcionan como centros de recuperación, valora que hubo “muchas personas que después de pasar por esa situación “pudieron terminar la secundaria” y apuntó que es posible siempre que el joven pueda encontrar motivaciones que lo ayuden a vivir. 

Por su parte, el padre “Toto” hizo hincapié en que su trabajo no consiste en ser “un grupo iluminado” de guías, sino en la “organización colectiva” para “dar respuesta, con un grupo de voluntarios profesiones, como psicólogos y trabajadores sociales”, que los acompañan y llevan adelante “escuelas de oficios” para las personas en recuperación. 

Pasión por lo que hacen

“Los curas vivimos en las villas y nos transformamos en vecinos de los chicos. Nos incorporan al seno de la familia, tanto para compartir asados y las cosas lindas, como para los momentos difíciles. Y la parroquia en una villa funciona como la intendencia, damos respuesta a todo”, remarca el párroco de la Villa 21-24. 

Tanto el padre “Pepe” como el padre “Toto” coinciden en que ser cura villero nace de la necesidad de poder “ayudar a los demás” lo que los empujó a tomar la decisión de insertarse en la vida de las villas y brindarse al servicio de la comunidad. 

“Tengo 30 años de cura y desde hace 21 estoy en la villa 21-24. Creo que desde la educación familiar siempre tuve preferencia por intentar ayudar a los demás. Ahí encontré esta vocación”, afirma De Vedia. 

La profesión trajo según describe De Vedia momentos de satisfacción, pero también momentos muy tristes “como la muerte de un bebé o como vivimos ahora, de personas por el coronavirus”, pero coloca como principal valor positivo “ver cómo familias enteras se pueden recuperar a través de la ayuda comunitaria”. 

La salvación es comunitaria y viene desde adentro. Una comunidad que se organiza para el bien”, sostiene el cura. 

Pedido de vacunas para los voluntarios 

De Vedia considera que los voluntarios que trabajan codo a codo para ayudar a la gente, a través de los comedores o llevándoles la comida a la gente que no puede salir de sus casas por la pandemia, debería poder “recibir la vacuna, porque también son esenciales en este momento”. 

En torno al tema, lamentó que esta semana falleció un joven de 29 años por el Covid-19 y manifestó que es “necesaria la vacuna para los chicos que trabajan en los barrios por la exposición a los contagios”. 

Por último, de cara a lo que viene y pese a la situación actual, el padre “Toto” es optimista con que “la gente de las villas es muy resistentes y ha tenido fuerzas para sobrevivir en otras circunstancias difíciles” por lo cual cree que “lentamente se saldrá adelante”. 

El Papa Francisco dice que ‘nadie se salva solo’ y todos juntos vamos a poder salir de este momento”, destaca por su parte el padre “Pepe”, con la esperanza de que después de tanto sacrificio, el sol vuelva a salir para todos.