Trabajaba en una joyería y cuenta en primera persona cómo su empleador quiso abusar de ella
Brenda Escurra, de 22 años, habló con cronica.com.ar y contó con detalles los episodios de maltrato, humillación y abuso que sufrió en primera persona por parte del acusado. A raíz de su denuncia salieron a la luz más víctimas.
"Me agarra de la mano y me quiere hacer tocar su entrepierna que llego a rozar y tenía el miembro parado. ´Y solo estamos hablando...´, me dice. Yo me congelo, no sabía que hacer, lo único que atiné a decirle es que venían clientes (aunque no). Me agarra del brazo y me lleva a un punto que no cubren las cámaras y me dice 'dame un beso'. Por favor no, le digo -yo tenía el barbijo puesto-. Me mira, se ríe, me agarra la mano. Pasa su mano por la lengua y después me la pasa por los pechos debajo de la blusa. Entré en estado de pánico. Empecé a temblar". Así comienza el relato del horror que Brenda Escurra, de 22 años, una de las tantas víctimas del joyero acusado de abusador, cuenta en diálogo con cronica.com.ar.
La denuncia fue realizada en la Comisaría de la Mujer del partido bonaerense, donde este viernes le tocó ratificarla. En la causa ya intervino la UFI de Moreno.
Todo comenzó a mediados de marzo cuando Brenda, por comentario de su mamá, "de que en la joyería había un cartelito donde estaban buscando chicas para trabajar", se presentó en el local ubicado en Mitre al 2800, pleno centro del partido de Moreno, con CV en mano para conseguir el empleo ante la necesidad por ser madre soltera de una bebé.
Aunque cuenta que en la entrevista de trabajo "no notó nada raro", a los días de estar a prueba comenzaron los episodios de maltrato que continuaron hasta el martes pasado, cuando logró poner un punto final."Siempre estaba la agresión verbal, nos empujaba. Nos tiraba alcohol en la cola y en la cara, venía de atrás y me tocaba la cintura. Todo era muy incómodo", relata la denunciante a este medio y dice que "aunque le molestaba", y que junto a su compañera de tareas se quejaban entre ellas, "las dos aguantaban porque necesitaban seguir trabajando".
Sin embargo, el martes 24 de agosto, Brenda sintió que la justificación por sostener un trabajo, el que necesitaba, y mucho, había tocado un límite. Ese día, la joven de 22 años se disponía a limpiar unas cadenitas de plata. Esa tarea debía hacerla al fondo del local. Según relata, en ese momento, el hombre la interceptó. "Me agarra la mano y me dice 'abrazame pendeja'. 'No quiero', le digo. Me abraza, y yo lo corro", relata.
Brenda continua el testimonio en tono pausado, porque dice que al contarlo, lo revive y le vuelven los nervios. "Me vuelve a mirar fijo, se ríe y me dice: '¿Cuándo me vas a dar la oportunidad de estar con vos'. Yo me quedo callada. Y me dice: '¿Me vas a decir que nunca tuviste la fantasía de estar con tu jefe?'. '¿Qué?', le pregunto yo", expresa Brenda. Y recuerda: "Ahí me dice que para una persona como yo, la única forma de salir adelante era estando con alguien como él".
"¿No te gustarían unos regalitos, unos jeans de marca?", cuenta que le preguntó el joyero. También dice que en ese momento su cuerpo "no respondió". Aunque sentía muchos nervios y ganas de huir, se quedó paralizada: "Me congelé. Entré en estado de pánico y empecé a temblar". Apenas logró reincorporarse buscó sus pertenencias y se fue de la joyería a la que nunca más volvió.
Luego de hacer la denuncia por consejo de sus familiares, la joven relató todo el episodio través de su cuenta de Facebook, desde donde llegó a oídos y luego manos de la organización "Furia Transfeminista", que tomó el caso para visibilizarlo socialmente. A partir de la difusión masiva, "salieron otras mujeres que también habían sido víctimas de este hombre. Hay denuncias desde el año 98, pero la mayoría de ellas quedaron en la nada", dice Soledad Morello, de la organización, a este medio.
"Contrata a chicas jóvenes de 18 a veintipico de años a las que maltrata, manosea, las apoya y las humilla al punto de reducirlas, y las termina abusando sexualmente", dice Morello en cuanto a los testimonios que revelaron las mujeres denunciantes, que hasta el momento son ocho (algunas de ellas hicieron la denuncia ante la Justicia y otras por temor, no). "Hay muchas más, pero no se animan a hablar", dice Escurra a este medio.
Incluso muchas describen que en el local hay un depósito, "que sería el cuartito donde las arrincona y las manosea", señalan desde la organización.