Desde hace muchos meses de este 2020 inolvidable, el mundo está viviendo la situación particular de tanto aislamiento en sociedades no preparadas para ello. Así, tras las reaperturas, que primero se dieron en Asia y luego en Europa, e hicieron que muchos volvieran a trabajar o a vivir de manera más cercana a la normalidad, se ha notado en casi todos los países (y la Argentina no es la excepción) que, al no hacerlo con responsabilidad y con protocolos, se producen rebrotes del coronavirus que se están repitiendo en muchas ciudades del planeta. Un paso que está costando caro, mucho más de lo esperado. Ya no es sólo dónde pasa.

Diversos estudios en casi todos los países (incluida la Argentina) confirman el alto riesgo de aumento de contagios al encarar sin mesura la reapertura de bares, restaurantes y sitios de esparcimiento que, afectados por la necesidad de recuperar sus ingresos, fueron alentados por consumidores que, como se ha visto en Londres, Barcelona, París y Berlín, desbordaron controles y generaron rebrotes de un Covid-19 que, ya sabemos, es más peligroso de lo imaginado. Estos ejemplos sirven para entender que, al arribar los meses estivales en el Viejo Mundo, se movilizó casi un 90% de la población de las grandes urbes, lo que terminó en rebrotes inusitados que ahora se replican en varias ciudades de Estados Unidos y de nuestra América Latina.

La no implementación de los protocolos y responsabilidad individual dio lugar a rebrotes de Covid-19. 

¿Qué dicen los números?

Varias consultoras europeas en distintos estudios destacan que la movilidad de gente por motivos laborales hasta zonas de alto riesgo fue la principal causa del incremento de rebrotes en Barcelona, París y Ámsterdam, y también en Beijing, Moscú, Calcuta y Bombay, sin contar urbes latinoamericanas como La Paz, Lima, Bogotá, o ya en el país, Mendoza, Rosario y Córdoba. Es necesario, entonces, implementar planes de rehabilitación de actividades segmentadas según cada región y sus características específicas. Y será clave la colaboración de cada población para evitar hacer circular el virus en áreas riesgosas. He aquí los problemas que surgieron en todos las latitudes, desde Auckland hasta California y desde Estocolmo hasta Usuhaia. A más población, más problemas a resolver para que todos entiendan que, si alguien se excede, todos corren más peligro, y si muchos salen al mismo tiempo, la circulación del virus se incrementa y el control se hace casi imposible.

El incremento de la movilidad diaria, que benefició en gran parte a la economía de cada país, no ha sido igual en las grandes ciudades. En aquellos rincones del mundo donde en julio, según mostraron estudios, la circulación aumentó, fue porque se había alcanzado la última fase de encierro, y las reaperturas generales provocaron un rebrote de contagios que llegaron a números impensados con sólo dos meses de diferencia.

Más población, mayor riesgo

En el país, y en especial en el llamado AMBA (Capital Federal más Gran Buenos Aires), el aumento de la circulación se elevó 60% en movilidad, y mucho mas en las últimas dos semanas, con la reapertura de locales gastronómicos sólo en veredas. La gente de muchos niveles sociales, cansada del encierro, buscó salir, cambiar de aire, lo que elevó la movilidad hasta el 70%, en especial en CABA. Pasa que muchos no cumplen las normas mínimas y potencian los rebrotes . Una réplica de lo sucedido en Córdoba, Rosario y Mendoza, donde, tras haberse reducido los contagios, debieron retroceder de fase. Hechos parecidos se vivieron en París, Roma y Madrid, donde se planeaba iniciar las clases una vez terminada la etapa estival, pero los rebrotes los hicieron retroceder. Esto debería ser un llamado de atención para nosotros aquí, donde, sin que se movilice todo el empleo público ni se hayan reanudado clases presenciales, muchos consideran que la pandemia ha concluido. Y no es así.

Muchos europeos empezaron a viajar para disfrutar de sus vacaciones de verano, sin preveer el rebrote de Covid-19. 

Escalas socioeconómicas

Pasa en todos lados, incluso en el país: quienes residen en sectores de alta densidad y nivel socioeconómico medio-alto cuentan con posibilidades para aislarse convenientemente, pero han sido quienes primero efectuaron actividades físicas, salidas a bares y restaurantes, e incluso tomaron vacaciones en el Viejo Mundo, lo que generó luego, por tanta ansiedad, un elevado riesgo de contagio. Allí se presenta un primer foco de riesgo de rebrotes que obliga a replantear experiencias vividas en Europa que no funcionaron bien. Que España haya reabierto sus fronteras al turismo sólo permitió el gran movimiento de españoles en su territorio; ni alemanes ni británicos ni nórdicos se trasladaron en masa a las playas ibéricas. Así, el resultado fue más efectista que efectivo y los rebrotes, generados entre los españoles, denotan que se trató de un plan poco eficaz.

Si se evalúa el efecto en las poblaciones suburbanas, que se repite en las naciones latinoamericanas, estas no cuentan con las condiciones habitacionales óptimas, a lo que se suman los desplazamientos diarios hasta sus labores, que hacen a este grupo muy vulnerable y propenso a padecer contagios. ¿Sirve mantener el encierro? Está visto que en esos sectores, aun en forma parcial, rotundamente sí.

Nosotros y el mundo

Si se considera que en el país la reapertura no impidió ni contagios ni rebrotes, pero sí que la limitación permitió tener muchos menos fallecidos que en otros países (y cada uno de ellos es una vida perdida, no se olvide), entonces debería ser hecha con más conciencia, tanto de quienes salen a recuperar la vida tal como era antes como también de aquellos que deben sostener sus negocios de todo tipo. No solamente aquí, también en Miami, Barcelona, Berlín o París. Porque la visión, equivocada, nos lleva a todos a un error imperdonable desde la visión humana, que no nos deberíamos permitir.