Una sustancia química común y ampliamente utilizada en la limpieza en seco, puede estar vinculada al fuerte incremento del Parkinson, la enfermedad neurodegenerativa crónica y progresiva más frecuente en el mundo, según advirtió un equipo internacional de investigadores. 

Se trata del tricloroetileno (TCE), el cual es utilizado desde hace casi un siglo para remover pintura, descafeinar el café, limpiar motores y como anestésico, entre otras funciones..

Este químico provoca cáncer, está relacionado con abortos espontáneos y cardiopatías congénitas, además se asocia a un aumento del 500% del riesgo de padecer la enfermedad de Parkinson, así lo indicó un grupo de científicos de los Países Bajos y Estados Unidos a través del estudio "Journal of Parkinson s Disease".

En el documento, el equipo internacional de investigadores detallan el uso generalizado de la sustancia química, la evidencia que vincula al tóxico con el Parkinson, y describen los casos de siete personas, desde un exjugador de baloncesto de la NBA hasta un capitán de la Marina y un senador de Estados Unidos, que desarrollaron la enfermedad de Parkinson después de trabajar con la sustancia química o de estar expuestos a ella en el medio ambiente.

El TCE era un disolvente muy utilizado en numerosas aplicaciones industriales, médicas, militares y de consumo. Su uso en Norteamérica alcanzó su pico en la década de 1970, cuando se fabricaban anualmente más de 270 millones de kilos de esta sustancia química. Aunque su uso doméstico disminuyó desde entonces, el TCE se sigue utilizando para desengrasar metales y para la limpieza en seco.

Las primeras sospechas

La conexión entre el TCE y el Parkinson se insinuó por primera vez en estudios de casos hace más de 50 años. En el tiempo transcurrido desde entonces, las investigaciones en ratones y ratas demostró que el TCE penetra fácilmente en el cerebro y los tejidos corporales y que, en dosis elevadas, daña las mitocondrias, las partes de las células que producen energía. En estudios con animales, el TCE provoca la pérdida selectiva de células nerviosas productoras de dopamina, un rasgo distintivo de la enfermedad de Parkinson en los seres humanos.

Los individuos que trabajaron directamente con la sustancia tienen un riesgo elevado de desarrollar Parkinson. Sin embargo, los autores advierten de que millones más se encuentran con el producto químico sin saberlo a través del aire exterior, las aguas subterráneas contaminadas y la contaminación del aire interior”. Se estima que el TCE aún contamina hasta un tercio de las aguas subterráneas de Estados Unidos, dando lugar a ríos subterráneos, o penachos, que pueden extenderse a grandes distancias y migrar con el tiempo.

Más allá de sus riesgos para el agua, el volátil TCE puede evaporarse fácilmente y entrar en los hogares, escuelas y lugares de trabajo de las personas, a menudo sin ser detectado.

Casos de estudio

La investigación describe el caso de siete personas en las que el TCE puede haber contribuido a su enfermedad de Parkinson. Aunque las pruebas que relacionan la exposición al TCE con el Parkinson en estas personas son circunstanciales, sus historias ponen de relieve los desafíos que supone construir el caso contra las sustancias químicas.

Entre los casos estudiados figura el del jugador profesional de baloncesto Brian Grant, que jugó durante 12 años en la NBA y fue diagnosticado de Parkinson a los 36 años. Grant estuvo probablemente expuesto al TCE cuando tenía tres años y su padre, entonces marine, estaba destinado en Camp Lejeune. Grant creó una fundación para inspirar y apoyar a las personas que padecen la enfermedad.

Los autores señalan que “durante más de un siglo, el TCE ha amenazado a los trabajadores, ha contaminado el aire que respiramos por dentro y por fuera y ha contaminado el agua que bebemos. Su uso mundial está aumentando, no disminuyendo

Los investigadores proponen una serie de medidas para hacer frente a la amenaza para la salud pública que supone el TCE. Señalan que los lugares contaminados pueden rehabilitarse con éxito y que la exposición al aire interior puede mitigarse mediante sistemas de recuperación de vapores similares a los utilizados para el radón. Sin embargo, sólo en Estados Unidos hay miles de lugares contaminados y es necesario acelerar este proceso de limpieza y contención.

Los niveles de TCE en las aguas subterráneas, el agua potable, el suelo y el aire exterior e interior requieren un seguimiento más estrecho y esta información -de cuerdo a los autores- debe compartirse con quienes viven y trabajan cerca de los lugares contaminados. Por ello,  piden que se ponga fin de una vez por todas al uso de estas sustancias químicas.

En Argentina, se estima que alrededor de 120 mil personas padecen Parkinson, en mayor proporción los adultos mayores de 65 años (aproximadamente la sobrelleva el 1-2% de este grupo poblacional). Actualmente, no existe una cura para esta enfermedad.