Un grupo de mujeres mendocinas crearon un taller textil sustentable para ofrecer una salida laboral ante situaciones de vulnerabilidad
Mujeres Retaceando Historias es una iniciativa basada en la economía circular que forma y acompaña a trabajadoras informales de El Algarrobal con el objetivo de que gestionen su propia cooperativa.
El Algarrobal es un distrito del departamento Las Heras, Mendoza, zona de hornos ladrilleros, donde la desocupación y la informalidad laboral afectan, principalmente, a las mujeres. Allí, surgió un proyecto que les dio la posibilidad de mejorar su calidad de vida y soñar con un futuro mejor para sus hijos.
Se trata de Mujeres Retaceando Historias, un taller textil sustentable que funciona con retazos donados por empresas y particulares, basado en la economía circular, que busca promover la inserción social y laboral de mujeres en situación de vulnerabilidad. Se les brindan capacitaciones para luego trabajar en la confección de almohadones, alfombras, canastas, trapos de piso, entre otros artículos que se comercializan.
“Nos imaginamos un Algarrobal con un nuevo paradigma, que pase de ser el de los hornos de ladrillo a ser una zona textil con economía circular, con productores locales, como cuando uno va al Norte y busca el poncho de llama”, explica Graciela Baccarelli, presidenta de la Fundación Vínculos Estratégicos, que se focaliza en Algarrobal de Abajo, una región donde la población sufre carencias económicas.
La iniciativa de la que forma parte hace hincapié en la inclusión socioeducativa, la prevención del trabajo infantil y el apoyo escolar para niños. “Tenemos jardines maternales, curso de capacitación laboral para padres. Llevamos más de 16 años trabajando allí. De ahí surge una alianza estratégica de la Fundación Vínculo con otras organizaciones sociales, Fundación Nuestra Mendoza, Ilanda, Fundación Avina para repensar las habilidades que tienen estas madres”.
Algunas de estas mujeres contaban con conocimientos previos de costura pero no podían producir, otras partieron desde cero. En la mayoría de los casos, se trata de trabajadoras de hornos de ladrillo, donde la precariedad laboral es moneda corriente. “Es una labor muy dura, que desarrollan desde muy chiquitas y deja secuelas físicas. Son trabajos temporarios e informales, por eso buscan cambiar de actividad”, señala Baccarelli.
“Los comienzos son siempre procesos de construcciones en la comunidad porque estas mujeres han estado en talleres en algún momento, después surge la capacitación en economía circular y ya ahora estamos en otro proceso más importante que es el de producción”, cuenta orgullosa.
Quienes están detrás de esta iniciativa buscan se convierta en un emprendimiento que se desvincule de las fundaciones y funcionen como una cooperativa, “para eso falta un poquito”, asegura. “En este momento somos como un poco el paraguas donde ellas asisten, ahí es el curso, están las máquinas, llegan las telas, sus hijos van a nuestros jardines maternales, tienen apoyo escolar. Nuestra idea es dejar capacidades instaladas y que ellas puedan formar una cooperativa, el rol que uno cumple ahora es un poco de esta formación, ser parte de esta construcción colectiva”, agrega.
Asimismo, el proyecto radica en la sostenibilidad de los recursos, el reciclado y cuidado del medio ambiente, a partir de la transformación de desechos textiles en insumos.
Facundo Eras, director de Nuestra Mendoza, es el encargado de la búsqueda de donaciones, tanto en el territorio como en el contacto con empresas para conseguir los retazos de tela que se utilizan luego en los talleres.
Mujeres Retaceando Historias propone un destino no contaminante para los descartes, con un objetivo más responsable, capaz de generar trabajo y reducir el negativo impacto ambiental de los talleres textiles.
El 6 de junio próximo será una fecha importante para todos los involucrados en el proyecto, ese día las mujeres que participaron de los primeros talleres se convertirán en profesoras. “Hay un encuentro muy importante en Mendoza para otras mujeres que quieren aprender las técnicas que ellas ya aprendieron y así brindarles la posibilidad de empezar a trabajar a través de la producción social y circular. Es decir, que pasan a ser no sólo productoras y emprendedoras, sino que también son profesoras”, asegura Bacarelli.
“Creemos en esto desde hace muchos años, se pueden convertir en una comunidad productiva de la economía social, donde ellas tengan su propia personalidad jurídica y sean ellas mismas las protagonistas del proceso comercial”, cuenta con entusiasmo.
Para concluir, comparte el objetivo compartido por el que trabajan en las fundaciones: “Soñamos con que estas mujeres sean artífices de un cambio de modelo, que sus hijas e hijos puedan ver que hay otra manera de salir adelante y lo vean reflejado en la labor de sus madres, que sepan que hay otras oportunidades laborales”.
Para contactarse y colaborar pueden hacerlo a: [email protected] o [email protected].