No les pasan los años ni tampoco les pesan, y muchos menos han quedado en el olvido, puesto que sus antigüedades e incluso sus propias lógicas, en teoría arcaicas, las mantienen en vigencia, por ser fuente de recuerdos entrañables, que al mismo tiempo, mediante sus desarrollos, permiten mantenerlos vivos, pero principalmente puntos de encuentros e interacción que no suelen generar ni representar aquellos estandartes de los avances de la tecnología y de la civilización. Se trata de aquellas actividades, profesiones u oficios que siguen vigentes y que, además de un ingreso, significan un estilo de vida y una pasión para quienes los emprenden, como asimismo para sus clientes.

"Back To The Videoclub"

Un ejemplo elocuente de ello lo representa Damián Paduano, dueño del videoclub Back To The Video, situado en la localidad bonaerense de Valentín Alsina. Un comercio ya no tan frecuente de encontrar como en décadas anteriores, principalmente en los 80 o en los 90, o incluso en los 2000, cuando el VHS le cedía el paso al DVD. Justamente en 2001 Damián adquirió el negocio, que desde 1987 hasta ese entonces les pertenecía a unos amigos y a sus familias. En referencia a aquella circunstancia, que marcaría un punto de inflexión en su vida, Damián reconoció que "lo compré porque siempre me gustó el cine". Una determinación que, como él mismo lo aclara, no fue con fines meramente comerciales, sino basado en sus pasiones por el cine y por lo retro, que también lo impulsó a llevar adelante sus otras dos vocaciones: instructor de tiro con arco y organizador de eventos de cine. Pero respecto a su local, que cuenta con los mejores títulos de la historia cinematográfica, Paduano destacó que "para mí es maravilloso, es mi lugar en el mundo, y me siento protegido viendo una película. A mÍ me enamora hablar con la gente, intercambiar sensaciones, interactuar, y que me recomienden películas, así ví ´Los cañones de Navarone´, cuyo actor principal era Gregory Peck".

Vueltas y vueltas

El calesitero Jorge también adquirió lo que hoy constituye su gran amor, su motor de vida, cuando ya daba vueltas en la Plaza Billinghurst, en el partido de San Martín. Es que si bien la sortija de La Pituca la maneja el hombre desde hace 34 años, ya los chicos se la disputaban 22 años antes de su llegada. Hoy dicho ritual representa una instancia única, maravillosa no sólo para los niños que giran en la calesita, sino también para quien la hace girar.

Jorge arranca sonrisas con su calesita.

Al respecto, el dueño de tan legendario espacio de diversión reveló que "subo a la calesita y les juego con la sortija hasta que les veo la cara de frustración por no agarrarla. Entonces aflojo y la sacan, y se les transforma la cara de felicidad. Es un momento hermoso". No obstante, no está solo en este largo camino de vueltas, sino que cuenta con la leal compañía de su esposa, Graciela, y de su hija, a la cual la llevaba cuando era muy pequeña a una calesita similar a la suya, y que así sembraría su interés y su deseo por ser él quien la comande.

Al respecto, enfatizó que "cuando surgió la oportunidad no lo dudé y no me equivoqué, porque no todo el mundo trabaja en realidad en el lugar que le gusta, a mí me rinde y me gusta. Es impagable recibir un abrazo de un chico".

La Chanchita

En su caso, Sergio convirtió en estilo de vida un oficio al que acudió en necesidad, veinte años atrás. En aquellos tiempos, vendía alfajores en los trenes del Ferrocarril Roca, ramal Alejandro Korn, popularmente conocido como "La Chanchita". En referencia a aquel comienzo, "el mejor cafetero de Alejandro Korn", así lo llaman los niños que cada viernes reciben un premio por brindarle la mejor sonrisa a él, recordó que "en esa época había otro cafetero que le decíamos Papúa. Fue el primero de Alejandro Korn, y él me enseñó el oficio, el cual agarré como necesidad y hoy es un estilo de vida que no cambia por nada en el mundo. Me encanta el contacto con la gente, y aparte trabajo por mi cuenta".

A sus 57 años, su puesto a pocos metros de la estación, en el que no sólo vende cortados y café semiamargo, sino también chipá, pan y bizcochitos, es una parada obligatoria para quienes transitan por allí, camino a sus trabajos, dado que representa su desayuno.

Artesanías

En pos de ganarse la vida, Julio se abocó a la artesanía, específicamente elaborando macetas. Una actividad laboral que radicó en su única opción de subsistencia luego de perder la visión hace siete años. Al respecto, el hombre oriundo de la localidad bonaerense de Ferrari, explicó que "me dedico a llenar los moldes. Lo empecé a realizar para hacer algo, dado que la jubilación no alcanza y entonces esto me ayuda". Un proyecto que lleva a cabo junto con su nuera, y por el cual reconoce que "me habitué a hacerlo, primero por sentido común, ya que no puedo desarrollar otra tarea, no tengo muchas alternativas y no me siento incómodo, sino que me gustó". Cada experiencia a su modo, y en su lógica, cristaliza que, más allá del transcurrir del tiempo, y que algunas fueron desplazadas de escena por formatos modernos y novedosos, se mantienen de pie, gracias a una pasión, una vocación y un sentido de pertenencia que las hace inigualables.

Por M.R.