Este domingo 19 y lunes 20 de diciembre se cumplen 20 años de uno de los capítulos más tristes de la historia argentina. Dos días en los que el pueblo salió a manifestar su descontento contra el gobierno del por entonces presidente Fernando De La Rúa y toda la dirigencia política.

Estallido social que tuvo como detonante, en medio de una situación de crecientes números de pobreza, crisis económica y desocupación, la medida del "Corralito" implementada por el ministro de Economía, Domingo Cavallo.

Con un saldo de 39 muertos, cientos de heridos y 4000 detenidos en todo el país, se vivieron horas de fuerte represión en las calles, luego de que poco después de las 19 horas de aquel 19 de diciembre (y mediante una cadena nacional), De La Rúa decidiera “decretar el Estado de sitio".

Las manifestantes enfrentados a la Policía, con el "Estado de sitio" decretado por De La Rúa vigente.

Una de las víctimas de aquellas sangrientas jornadas fue Martín Galli (46), en aquel momento un joven de 26 años oriundo de la localidad bonaerense de San Justo que trabajaba como motoquero en una empresa contratista. Él, descontento por su situación económica y con las imágenes de la represión contra las Madres de Plaza de Mayo como motivante, decidió ir junto a dos amigos a las manifestaciones.

Lo que quizás Martín nunca pudo llegar a imaginar, es que ese mismo 20 de diciembre recibiría, mientras descansaba en el cordón de la vereda de la 9 de Julio y una cuadra del Obelisco, un perdigón en la cabeza por el que casi pierde su vida.

"Había alrededor de unas 200 personas ahí descansando y en un momento determinado, con la manifestación que comenzaba a terminar, a las 19:20 de la tarde aparecen dos autos y una camioneta de la mano de enfrente, a unos 15 metros. Frenaron, bajaron con armas y comenzaron a dispararnos", recordó en su diálogo con cronica.com.ar.

Martín Galli vive en la actualidad con un perdigón alojado en su cabeza (Telam).

Eran efectivos de la Policía Federal Argentina (PFA), que en ese momento abrieron fuego en pleno microcentro porteño contra los manifestantes, entre los que se encontraba Martín y Alberto Márquez, uno de los fallecidos en las manifestaciones.

"Yo me paro y cuando realizo eso, casi de forma instantánea, cuando giro para correr es lo último que recuerdo. Caí donde estaba, en el cordón. El perdigón que me pegó a mí habría sido el que mató a Alberto Márquez, que estaba atrás mío en la misma línea", relató Galli.

Al respecto agregó que "tiraban de la cintura para arriba, no venían solo a asustar" y señaló que en ese momento uno de sus amigos, con quien se había encontrado horas antes en la estación de trenes de Once, se quedó con él junto a otra persona más. Fue allí que un taxista se ofreció a llevarlo hasta el Hospital Argerich.

Crisis del 2001: cómo volver a empezar luego del horror

"Desde que recibí el disparo no pude recordar más nada, pero hubo gente que también recibió balazos en la mandíbula y cerca de la médula. Yo quedé internado en el Argerich 12 días.  Después de que me dieron el alta, me fui a la casa de mi mamá. Tenía la mitad del cuerpo paralizada y no podía caminar", explicó.

La recuperación para Galli no fue para nada sencilla y le implicó un largo trabajo. Etapa de su vida en la que padeció la perdida de su trabajo, mientras tenía que volver a aprender "a caminar, a hablar y a leer ciertas cosas, por la inflamación en el cerebro".

"No me podía valer por mí mismo. Y después por el proyectil empecé a sufrir epilepsia. Me agarraba una convulsión en la calle y me tenían que internar, fue muy traumático. Y sufría que ni siquiera podía tener a mi hijo a upa, por el peligro que representaba para él", rememora con dolor.

La Policía montada en pleno enfrentamiento con los manifestantes.

Pese a atravesar por todos esos difíciles momentos, Galli fue poco a poco recuperando su vida. Consiguió un trabajo en la Biblioteca Nacional y se recibió como bibliotecario, empleo en el que se desempeña en la actualidad.

"Por el tema de la epilepsia estuve con medicación hasta hace tres años, pero jaqueca no me da al día de hoy. Lo que más me complicó fue la epilepsia por el hecho de que era como revivir que me moría y me despertaba perdido, bloqueado. Tenía la sensación de que estaba de vuelta cayendo, sin previo aviso", resalta.

La secuelas de lo que aquel 20 de diciembre aún la lleva consigo, ya que tiene en su cabeza alojado un perdigón de 3 x 4 milímetros perteneciente a una ithaca que no se pudo retirar de ese lugar por los médicos.

Escenas de violencia y descontento social

Para Sebastián Gianetti (49), miembro de la Comisión de familiares y amigos de víctimas del 19 y 20 de diciembre, estar presente durante los dos días en que se llevaron adelante las manifestaciones representó para él estar "en el momento justo y en el lugar indicado de una gesta".

"Yo lo viví como algo que se estaba gestando desde antes. El 'que se vayan todos, que no quede ni uno solo', tenía que ver más con un cansancio, un decir basta. La Plaza de Mayo era un combate cuerpo a cuerpo con las fuerzas policiales. Encima que nos moríamos de hambre nos querían poner una mordaza en la boca. Eso fue lo que termina de gestar el estallido”, consideró Gianetti, en diálogo con cronica.com.ar.

Por su parte, recuerda de aquellas jornadas que quienes caminaban con él las calles expresaban "un hartazgo profundo con la dirigencia política y fuerte represión de la Policía", y afirmó que "las movilizaciones se dieron de forma espontánea, de personas que estaban indignadas con lo que sucedía".

Motoquero en la Ciudad de Buenos Aires, Giannetti recuerdó que en aquel momento y con 29 años de edad vivía "una situación muy precaria", lo que lo empujó a movilizarse, en tanto que indica que en los enfrentamientos no le tocó presenciar muertes, aunque si fue herido "con balazos de gomas junto a otros manifestantes".

El pedido de justicia de las víctimas

La Cámara Federal de Casación Penal confirmó este lunes las condenas dictadas en juicio oral contra los responsables políticos de la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001 al ex secretario de Seguridad Enrique Mathov, a 4 años y 3 meses de prisión efectiva, y al ex jefe de la Policía Federal Rubén Santos, a 3 años y 6 meses por homicidio culposo de tres personas.

"Lo primero que se me viene a la mente es que seguimos transitando una falta de resolución definitiva. Hace poco hubo una resolución que ratifica las condenas de hace unos años, pero estamos esperando ver si van a hacer la queja en la Corte Suprema los condenados, que aún siguen sin estar presos", resaltó Galli.

Al respecto, la víctima de la represión policial en las manifestaciones del 20 de diciembre enfatiza que "esta falta de justicia es terrible porque mantiene la herida abierta", a la espera que se resuelva la situación procesal de los condenados.

Por M.C.