Un extraño hallazgo en cercanías del puerto de Quequén ha vuelto a abonar la creencia de que algunos jerarcas nazis arribaron de manera furtiva a costas argentinas meses después de la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Se trata de los restos de una nave de unos 80 metros de eslora cuyas características permiten suponer que pertenecen a un “U-Boot”, un submarino militar alemán.

Hasta el momento nunca se había documentado el naufragio de uno de estos sumergibles, y mucho menos su posición. Abel Basti, el periodista e investigador de 66 años que lideró el grupo de exploración Eslabón Perdido, detectó la posición del naufragio hundido a 30 metros de profundidad y a solo cuatro kilómetros de la costa necochense, en el sudeste de la provincia de Buenos Aires.

Al momento del hallazgo en 2021, se determinó que no era un barco y después que su hundimiento no figuraba en el servicio de Hidrografía Naval ni en ninguna carta náutica ni registro histórico. Una nave que, para los integrantes de este grupo, no es otra cosa que “un submarino nazi”.

Después de varias exploraciones con “un bote y tres buzos que se animaron”, del análisis de las imágenes obtenidas con un ROV de la Prefectura Naval y del trabajo de dos pericias independientes, Basti confirmó la noticia al sitio de La Nación y dijo que se trataría de un submarino alemán “del tipo IX que tenían casi 80 metros de eslora”.

Cabe destacar que Basti trabaja temas relacionados con el nazismo en la Argentina desde 1994, cuando se descubrió que el capitán SS y criminal de guerra Erich Priebke había vivido casi medio siglo en Bariloche con total impunidad. “Yo era corresponsal de DYN en Bariloche y me empezaron a pedir notas de nazis”, recuerda sus orígenes en esa parte de la historia.

En todo este tiempo, el investigador ha escrito varios libros donde plasmó la idea de que el Führer supremo de la Alemania nazi, Adolf Hitler, no solo no murió en su búnker de Berlín en 1945, sino que además vivió en la Argentina, más precisamente en la Patagonia. Y que habría desembarcado al continente desde un submarino.

Basti contó que la investigación comenzó siguiendo la pista de un relato muy conocido en Necochea: el famoso incidente de la estancia Moromar.

En 1945 hay una denuncia de pobladores que dicen haber visto desembarcos en una playa de Necochea. La policía va y efectivamente comprueba en base a huellas de camión y pisadas de que se ha producido un desembarco, y siguen esas huellas, pero cuando llegan a la puerta de la estancia Moromar, un grupo de hombres extranjeros los recibe a punta de fusil, y los obliga a retroceder. La policía informa pero la orden política es que no se metan”, explicó el investigador.

Esa playa coincide exactamente con el naufragio y corrobora el protocolo de los desembarcos alemanes: primero se produce el desembarco de personas y valores, la nave se retira de la costa lo suficientemente lejos pero no tanto como para que los últimos en abandonarla puedan volver a la playa, a una distancia y profundidad mínima, después de hundirla”, describió.

Para Basti, a pesar del gran deterioro del casco hundido frente a la costa de Necochea fue posible identificar piezas clave “como el periscopio del sumergible”. Esto está rubricado por un dictamen de los ingenieros navales Juan Martin Canevaro y Andrés Miguel Cuidet, los peritos de parte del grupo de investigación Eslabón Perdido, quienes confirmaron no solo que los restos no pertenecían a un misterioso barco anónimo hundido sino que existían elementos compatibles “para determinar de que se trata de un sumergible alemán”.

Para llegar a esa conclusión, Cuidet y Canevaro, quien es el actual presidente del Consejo Profesional de Ingeniería Naval y tuvo un paso por la función pública como Director Nacional de Vías Navegables en 2017, analizaron una gran cantidad de fotos y varias horas de videos subacuáticos del naufragio obtenidos por la Prefectura Naval y por Eslabón Perdido, la agrupación de una docena de voluntarios conducida por Basti.

Tras descartar de que se tratan de los restos de un buque, los peritos concluyeron que la “zona de dispersión” de los pecios del naufragio guarda relación con el tamaño de los submarinos oceánicos de la Segunda Guerra Mundial, del tipo IX y XXI, que tenían más de 76 metros de eslora. Los ingenieros navales indicaron que una parte de la estructura analizada “resulta compatible con la torreta de un U-Boot” (abreviatura del alemán Unterseeboot, nave submarina).

Nuestro hallazgo fue financiado todo a pulmón, con un botecito chiquito y tres buzos: seguimos relatos de pescadores que son un clásico respecto a las zonas de pesca asociadas a los naufragios, muy típicas en enganches y especies de peces propias: lo hicimos con un sonar de barrido lateral que determinó el naufragio y marcó la posición”, recuerdó. “Ahí empezaron los problemas con la Prefectura Naval, que nos dejaron afuera de la exploración y no nos permitieron tomar imágenes con una empresa privada”, criticó.

A partir de ahí surgió otra pregunta: ¿su hipótesis de que Hitler vivió en la Argentina toma otra forma? “Hay que explicar quién venía en ese submarino y qué traía”, dijo y agregó:“Tenemos el transporte, pero falta saber quiénes venían. Los criminales de guerra llegaron a la Argentina en barcos y se supone que quienes venían en sumergibles eran todavía más importantes”.

Este hallazgo obliga al Estado a reescribir esa historia y a aclarar la posición argentina con el tema nazi, porque cambia radicalmente todo lo expresado hasta ahora”, cerró.