Tras varias horas de intenso debate en la Cámara de Diputados, varios proyectos fueron aprobados, entre los cuales sobresale la ley que regula la industria del cannabis medicinal. 

Este proyecto promueve mecanismos de autorizaciones para los productores y comercializadores y estrategias de seguridad, fiscalización y trazabilidad en la cadena.

El objetivo es brindar un marco regulatorio para la inversión pública y privada en toda la cadena y complementar la actual legislación, la Ley 27.350, que autoriza el uso terapéutico y paliativo del producto. En el caso del cáñamo industrial, apunta a legalizar los eslabones productivos, los de comercialización y sus subproductos.

El proyecto contempla también la creación de una agencia reguladora, un nuevo actor público, que oficiará como órgano rector y articulador de la cadena productiva del cannabis, y tendrá a su cargo las múltiples instancias de regulación involucradas: la Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal (Ariccame).

Cannabis medicinal: ¿Qué puede tratar?

El recorrido del cannabis medicinal y en especial del cannabidiol (CBD) fue muy diferente al de la mayoría de los medicamentos actuales. La mayoría surgen de la investigación básica con moléculas en laboratorio, para pasar de allí a un largo proceso de ensayos clínicos tras el cual son aprobados por las autoridades sanitarias. Recién, al fin de ese camino, los médicos pueden prescribirlos y los pacientes, reconocer sus beneficios.

En cambio, el aceite de cannabis comenzó a usarse en las últimas tres décadas sobre la base de algunos estudios médicos pioneros, y fue el propio uso el encargado de brindar evidencia de sus beneficios para tratar distintas dolencias que no encontraban remedio con medicamentos estándar. Se difundió en todo el mundo el caso de Charlotte Figi, la niña que sufría cientos de convulsiones debido al sindrome de Dravet y cómo el aceite de cannabis le permitió mejorar de su enfermedad.

Así, la demanda del aceite de cannabis aumentó en todo el mundo, paralelamente a la investigación médica sobre su uso. Las propias comunidades de pacientes comenzaron a cultivar la planta, producirlo y comercializarlo. En Argentina, organizaciones como Mamá Cultiva encabezaron los pedidos de legalización de esta forma de cannabis: en 2017 se legalizó el consumo de cannabis medicinal, pero la ley no terminaba de dar respuestas.

En poco tiempo surgió un mercado informal para cubrir estas necesidades insatisfechas, pero con gran heterogeneidad (entre diferentes aceites y entre diferentes partidas del mismo aceite) y sin estudios analíticos que permitan asegurar la calidad y seguridad. En 2020, Argentina legalizó el autocultivo controlado de cannabis medicinal, además de permitir la venta de aceites, cremas y otros derivados en farmacias autorizadas.

“En los casos de epilepsias refractarias, la prescripción y adquisición se tornaba un trámite muy engorroso, con formularios de declaración jurada y declaraciones de excepción, porque se trataba de adquirir un medicamento de muy alto costo que no existía en el país”, explica el Dr. Claudio Waisburg, médico neuropediatra (M. N. 98128) y director del Instituto SOMA.

Por otra parte, señala el especialista, “las indicaciones médicas del cannabidiol van mucho más allá de los casos refractarios de epilepsia, que eran los únicos para los que se podía acceder a través de ese trámite”.

Dolor, TEA y Parkinson, entre otras

Cabe destacar, que el medicamento del laboratorio Elea aprobado recientemente por ANMAT cuenta con cannabidiol altamente purificado (99%) y se vende bajo receta. El cannabidiol puro no posee los efectos psicoactivos del tetrahidrocannabinol (THC), otro de los más conocidos componentes activos de la planta de cannabis, ni el riesgo de generar dependencia. 

“La venta en farmacias y el precio significativamente más económico representa un gran beneficio para los pacientes”, señala el Dr. Waisburg. Y también abre, para los especialistas, la posibilidad de prescribir CBD para tratar otras dolencias neurológicas –desde el dolor crónico hasta la enfermedad de Parkinson– para las que hasta ahora el costo y la falta de accesibilidad eran un impedimento.

Hasta un 2% de la población puede sufrir algún trastorno epiléptico, y un cuarto de ellos, formas refractarias, resistentes a cualquier tratamiento. El CBD está autorizado en Argentina básicamente para tratar dos de ellas (el síndrome de Lennox-Gastaut y el síndrome de Dravet) y la FDA estadounidense lo aprobó recientemente también para el complejo de esclerosis tuberosa. Sin embargo, los beneficios terapéuticos de los derivados del cannabis distan mucho de agotarse allí.

“Según estudios publicados y según mi experiencia clínica en Canadá, las aplicaciones con mejor resultado incluyen la utilización del CBD con el dolor y las patologías asociadas: fibromialgia, reumáticas, afecciones oncológicas y otras”, relató el Dr. Waisburg, quien menciona además, entre las posibles indicaciones, a los trastornos del desarrollo (TGD), trastornos del espectro autista o trastornos del sueño.

“También puede prescribirse en personas con enfermedad de Parkinson y con distonías, siempre y cuando entendamos que, tal como pasa con la epilepsia, en ninguna de estas enfermedades se puede hablar de cura, aunque sí se pueden logran notables mejoras en la calidad de vida”, agregó el profesional de la salud.