Quién no bailó con el ritmo del movimiento sexy de “La Bomba”. Durante los 2000, la canción interpretada por el argentino Alan Duffy hizo furor en los boliches, fiestas y demás eventos. El cantante, que integró la exitosa banda King África (ahora solo está conformada por él mismo) continúa vistiendo colores estridentes en sus ropas, con aire de rastafari, como si viviera en un verano eterno.

Desde hace unos cuantos años vive en Valladolid, y allí fue apodado como el "rey de la verbena y la charanga". Combina el frenesí del escenario con una rutina relajada que disfruta entre Pucela y Puerto Banús (Málaga). Cuando comienza a sonar su canción todo el mundo la baila. No es para menos, la canción fue un éxito total veraniego de aquellas épocas y él se debe a esa creación, que tiene como un orgulloso estandarte.

Alan Duffy, de King África.

Pese a que la La Bomba hizo furor hace 20 años, todo el mundo la recuerda y forma parte de la filosofía de la banda King África. “No porque te llamen el rey tienes que vivir en un castillo”, aclara con una sonrisa en una entrevista que dio, en un chiringuito (puesto de playa) malagueño, al diario El País.

El cantante siembra algunas bromas en su discurso, como cuando dice que tiene “28 años… de carrera”, pero se niega a confesar su edad y solo admite que tiene “dos cifras”.

Según contó el integrante de King África, reside en un lugar muy alejado de la fama, las luces y la brillantina, ya que lo primordial para él es la tranquilidad que encontró en el barrio de Parquesol, sin la exigencia de experiencias agobiantes previas como las sentidas en Nueva York, São Paulo, Barcelona y Madrid.

El denominado “monarca de la parranda dice que “no sabe, no contesta” cuando le preguntan por sus amores. Sólo responde risueño y acotado. El artista de ambula en su vida por el Nuevo José Zorrilla, el estadio de fútbol pucelano, del Real Valladolid.

Lo que nadie sabe es de su faceta rockera, sobre todo gusta de aquel rock de los ochenta y noventa, aunque se deja un espacio para descubrir remezclas y nuevas melodías con las que entretenerse, aprender y luego interpretarlas en el escenario, a su ritmo.

“Solo hago música para divertir y divertirme”. El “cariño” de la gente lo goza casi todos los días. Las personas le admiten que no se dirigen a otras caras conocidas, pero que él les ha brindado tantas fiestas que no pueden evitar saludarlo.

Alan es el “rey del verano”, pero no se siente ni monarca “de una comarca ni de nada”. Tampoco canta himnos. Su música se limita a provocar las ganas de menear el esqueleto con una mano en la cintura e inventar movimientos sexis.

Alan Duffy en un "chiringuito" de Málaga.

Su “grito de guerra”, La Bomba, (una versión de la canción homónima del grupo Azul Azul) conquistó no sólo Argentina, sino todo el mundo, desde Las Vegas hasta Tokio, Japón. Incluso en los países más “rigurosos” disfrutan al hacer “pachangas”, dice el cantante con respecto a su gira en los países más “serios”.

Esta expansión internacional no le hizo sucumbir a las excentricidades o a las “fiestas en yates”. Él lo tiene claro: “Mi bomba es estar tranquilo y pasarla bien”. Los trajes multicolor se quedan para las noches de fiesta, esas que empezó a propiciar en España cuando en 1998 El Camaleón se convirtió en el número 1 del carnaval de Santa Cruz de Tenerife. Después llegarían otros éxitos como Salta y El Humahuaqueño.

Su preocupación sale a la luz cuando se habla de “mascarillas, la distancia y la prohibición del roce”, ya que la pandemia castigó especialmente a la música en directo, con suspensiones de conciertos que le hicieron recordar las enseñanzas de su madre y su abuelo: “Ahorrá, nunca sabés cuándo lo necesitarás”, dice Alan, quien este verano solo pudo actuar tres veces, de ahí sus críticas a los “cuatro locos” que no respetan el contexto de disfrutar de la cultura sentados en una silla: “La tontería no se corrige”, dice.

“Los abuelos también tienen derecho a ir a un concierto”, sostiene el artista con respecto a los excesos en los conciertos. King África está seguro que en todas las profesiones se puede volver a trabajar con normalidad. Por eso, cree, el compromiso de los espectadores con las medidas sanitarias será clave para recuperar los espectáculos musicales “y sudar y vociferar como si no hubiera un mañana. Alan no ve la hora de que vuela a sonar sus éxitos como Paquito el chocolatero o Saltando sin parar. El artista anhela un verano normal, sin barbijos, en el que se pueda gritar “La booooooombaaaaaa” y que solo se propague el virus de la fiesta.