Continúa la conmoción por el femicidio del empresario Jorge Neuss en perjuicio de su esposa Silvia Saravia. En este sentido, sus amigas se expresaron y hasta se preguntaron si podrían haber hecho algo para evitar el asesinato. Una de las que opinó fue Gabriela Rangel, directora del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba): "Uno de los aspectos más ominosos de este asesinato, además de su brutalidad, ha sido el tratamiento informativo que se ha dado a la noticia: la centralidad ubicua que el asesino ocupa dentro del relato y el desdén que se ha mostrado por la vida de la víctima, descrita como un apéndice mudo, adosado a la biografía de un acaudalado marido".

A sus amigas nunca les cerró la hipótesis de pacto suicida, como se barajó al comienzo de la investigación. "Silvia era una madraza, lo último que hubiera hecho ante la enfermedad de un hijo habría sido quitarse la vida: ella hubiera movido cielo y tierra para salvarlo". "Con Silvia éramos seis. Teníamos un grupo de chat y nos juntábamos siempre a jugar. No era una gran golfista, pero nos divertíamos. Este año estuvimos más unidas que nunca por la cuarentena, porque todas nos mudamos al country. Primero salíamos a caminar y, cuando se pudo jugar, fuimos las primeras en reservar cancha. Jugábamos los lunes, los miércoles y los viernes", dice Ángela Goetz, una de las amigas del golf que firmó uno de los dos únicos avisos fúnebres que la recordaron sin el nombre de su femicida delante del suyo.

"Ahora nos preguntamos con las chicas si la hubiéramos podido ayudar en algo -dice Goetz-. Pero si tenía algún problema, Silvia se lo guardó. Para algunas cosas era muy hermética. Nos contaba lo lindo y el resto se lo reservaba. Por ejemplo: tuvo Covid y no vino esos días a jugar, pero no dijo nada, nos enteramos después. Jamás nos dijo si tenía problemas con Jorge. Alguna cosita, pero nada que diera indicios claros de que tuviera un problema serio".

Una amiga del arte, la pasión a la que Silvia dedicó su vida, confió: "Ella era sufrida. No me dijo que se quería divorciar, pero últimamente no estaba bien. Ella lo justificaba a él, por eso que se llama síndrome de Estocolmo. Era presa de los convencionalismos sociales".

Muy indignada con el caso, una vecina del country Martindale, que no formaba parte del grupo, compartió su opinión: "Neuss la trataba mal públicamente. La menospreciaba frente a todos, incluso le gritaba en el club. Pero nadie habla. Las mucamas de al lado, que son amigas de las mucamas de Silvia, contaron que Neuss varias veces la agarró por el cuello y tuvieron que llamar al hijo. Es una desgracia", comentó la mujer. "Me impresiona cómo en los avisos fúnebres ella sigue siendo de Neuss. El hombre le quita la vida, pero ella debe seguir perteneciendo al homicida", agregó.