Matías Resano

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El enfrentamiento armado por la comercialización de estupefacientes en el barrio Padre Mugica, en Villa Lugano, y los consecuentes operativos policiales develaron una cruda realidad, no sólo allí, sino en cada uno de los barrios populares, en los cuales la droga manda y hace estragos ante los vecinos, que están a merced de los tan llamados capos narcos. Es en el mencionado complejo de viviendas donde el panorama resulta más oscuro, por un trasfondo al cual accedió cronica.com.ar en exclusiva.

"Mira, mi nombre no se puede poner, porque va a haber revancha de los transas con la gente. Imagínate que a una vecina la apuñalaron al otro día porque habló ante las cámaras", le exigió a cronica.com.ar un vecino del barrio Padre Mugica. El hombre, además, detalló que "eso lo hicieron mientras la Policía rastrillaba la zona, como también seguían vendiendo drogas las 24 horas. No van a encontrar imágenes, porque no te dejan filmar ni sacar fotos en la zona del barrio donde realmente es el problema. Mientras las cámaras y la policía estaban ahí, atrás se vendía como si nada y es un Viva la Pepa".

En este sentido, el atemorizado joven hizo referencia a un clan peruano que desde 2018 comanda la zona o, mejor dicho, la convirtió en un infierno. Al respecto, uno de sus habitantes reveló que "si te negás a hacerte revisar el auto, te pasa eso; si andás con mochila y no la mostrás, pasa algo; si sacás el celular, pasa algo. Tenés que pedir permiso para pasar y, como todo lo relacionan con la Policía, te hacen abrir el auto para ver que no filmes quién sos".

En este contexto, quienes allí viven y no incursionan en el mundo de los narcos deben elegir entre irse -pero en este caso "ellos te obligan a vender tu casa"- o "adaptarse a sus reglas". Esto implica que "trabajás para ellos, como soldaditos o en sus comercios, de otros rubros, y a las mujeres las prostituyen".

En relación con ello, a más de una decena de cuadras, en Ciudad Oculta, Claudia aseguró que "los soldaditos son pibes que empezaron a drogarse y hacen cualquier cosa por un papelito de droga, y aparte cobran dinero. Habitualmente son muy jovencitos, y son los perejiles que detiene la Policía, para liberarlos al mes".

Allí, en el populoso barrio popular que divide Mataderos de Villa Lugano, sus moradores coinciden en señalar que la batalla contra la droga está perdida, dado que "la encontrás en la puerta de tu casa, y los chicos salen y la tienen ahí. Así caen, e incluso, si se recuperan en un centro de rehabilitación, tienen que volver al mismo barrio", señaló la mencionada mujer, quien al mismo tiempo expresó su deseo de "sacar a mis hijas de la Oculta; es el sueño que tenemos muchas madres".

 

El mismo panorama

En la Villa 31, Leticia aseguró que "no estamos muy lejos de lo que pasó en Lugano, gracias al Loco César, y su nuera Aida Campo, que tiene una condena en suspenso. Tenemos los mismos problemas, vivimos bajo amenazas".

Ante el mandato de ellos, "los chicos terminan vendiendo en el menudeo para ellos, porque los convencen con la plata fácil. Sin embargo, tienen dos destinos: o la cárcel o la muerte, como les pasó a muchos seres queridos". Fe de este testimonio de la vecina puede dar Jorge, papá de cinco hijos, dos de los cuales entregaron su vida a las adicciones.

Al respecto, el hombre reconoció que "cayeron en las drogas cuando trabajaba en Provincia. El mayor, de 42 años, tiene problemas psiquiátricos por el consumo, no sirve para nada. Es un muerto en vida". Un estado demencial que se profundiza cuando no consigue estupefacientes, y bajo esa desesperación intentó quitarse la vida el último martes.

Pero, por si fuera poco, Jorge convive todos los días con el pánico de encontrar a su hijo sin vida, cada vez que regresa a su casa y no lo encuentra, y entonces sale a recorrer el barrio, cada noche, en su búsqueda. "Siempre lo voy a buscar al lugar donde compra la porquería", aseveró el hombre.

En los diversos testimonios que reflejaron los vecinos de los distintos barrios populares, todos coinciden en afirmar que el narcotráfico maneja las vidas de quienes residen allí, y escaparse de su mundo de drogas es una proeza que muy pocos pueden lograr. Una cruel batalla que el barrio Padre Mugica puso frente a los ojos de la sociedad en los últimos días.