Por el profesor Antonio Las Heras
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Hace décadas, cuando abundaban los llamados espectáculos de "magia" (en realidad eran de "prestidigitación"), resultaba frecuente escuchar el uso de la palabra "abracadabra". El conejo no salía de la galera del "mago" (del prestidigitador, en verdad) si este antes no golpeaba tres veces con su "varita mágica" mientras pronunciaba el esotérico término "abracadabra".

En los hogares, los mayores, ante un hecho extraño, solían manifestar un conjuro: "Abracadabra, pata de cabra", típica rima usual en dichos y refranes castellanos. Lo cierto es que ninguno podía descifrar el enigma. A lo sumo, alguna abuela memoriosa explicaba que la pata de cabra actuaba como elemento protector para contrarrestar posibles fuerzas diabólicas, maléficas, oscuras. Y que "abracadabra" reforzaba tal función.

La expresión se sigue utilizado, y no sólo en el mundo hispano parlante: puede escucharse de boca de uno de los protagonistas de la reciente serie dramática de la TV estadounidense "Designated Survivor" (Sobreviviente designado) que protagoniza Kiefer Sutherland. Pues bien, el término en cuestión es un derivado de "abraxas" (del hebreo "al brasec"), que puede traducirse como "piedra de bendición".

Lo que podría entenderse como un objeto cargado de sacralidad y, por tanto, capaz de armonizar y brindar protección a quien lo utilizara. La cierto es que la primera mención que se tiene noticia del uso de esta palabra data del siglo II y aparece en el libro "Liber Medicinalis" (también conocido como "De Medicina Praecepta Saluberrima"), cuyo autor fue Quintus Sammonicus, prestigioso médico del emperador romano Caracalla.

En el capítulo 52 de dicho texto se encuentra la prescripción de un amuleto para uso de los enfermos de malaria, de forma triangular, en el cual figuraba inscripta la palabra "abracadabra".

En la Edad Media los cabalistas le atribuyen cualidades mágicas, siempre y cuando fuera escrito en once renglones, quitando sucesivamente a cada uno la última letra del anterior, de modo que el conjunto seguía manteniendo su geometría triangular como lo hubo prescripto Sammonicus. (Ver destacado, abajo).

La creencia en la utilidad de este amuleto perduró de tal forma a lo largo de los siglos que durante la epidemia de peste bubónica que causó estragos en Londres durante el siglo XVIII el escritor Daniel Defoe (autor de la novela "Robinson Crusoe") dejó en sus anotaciones registrado que muchas personas buscaron protegerse del mal usando ese amuleto triangular con su abracadabra, persiguiendo, con ello, alejar al supuesto espíritu maligno que creían era la causa que provocaba tal dolencia.

Es interesante destacar que en la catedral de Notre Dame de Lausana, Suiza, erigida durante los siglos XII y XIII, hay una tumba en la que puede leerse la curiosa inscripción: "Abrac", clara abreviatura de "abracadabra". ¿Acaso fue colocada para protección de quien allí fue enterrado?