Por Dr. Antonio Las Heras (*)
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El Ramayana, uno de los libros sagrados de la India, es atribuido al poeta Valmiki (Siglos IV a III a. J.), relata como el príncipe Rama lanzó una invasión definitivamente realizada por el aire y por medio de artefactos capaces de ser dirigidos inteligentemente dentro de nuestra atmósfera contra Sri Lanka (Ceilán).

También sostuvo varias batallas para liberar a su esposa que había sido atrapada por el gigante Ravana.

El rescate se resuelve mediante la intervención de “vimanas” vehículos aéreos que se desplazan a velocidades supersónicas y cuentan con armamento de características y poder de fuego similares a nuestros actuales misiles aire/aire y aire/ tierra así como bombas incendiarias y el uso de rayos que así como se encuentran descriptos parecen láser superiores a los de hoy en día.

Otras descripciones traen el recuerdo de lo sucedido con Sodoma y Gomorra; semejan explosiones atómicas. Hay aquí referencias a “carros de fuego”. Así “... volaba en su carruaje espléndido como el Sol y ruidoso cual lo es el trueno... el carruaje volador brillaba como una llama en el cielo nocturno del verano... pasaba raudo como un cometa... parecía brillar cual dos soles... cuando el carruaje se levantaba el cielo todo se iluminaba”. No es el único texto sagrado hindú que trae reminiscencias de esta índole.

También en el Mahabharata se describe una guerra que consiste en una secuencia de batallas, unas libradas en tierra firme y otras directamente en el cielo, entre Arjuna y otro gigante: Rakshasas.

Vehículos voladores y vectores cargados con armas atómicas cuyos devastadores efectos sobre las ciudades son descriptos con claridad similar a la utilizada por los periodistas para Hiroshima y Nagasaki. Leemos: “Fue un arma desconocida, un rayo de hierro, un gigantesco mensajero de la muerte que redujo a cenizas a todos los miembros de la raza de los Vrishnis y de los Adhakas. Los cadáveres quemados eran irreconocibles, las uñas se les caían, ... los pájaros se tornaban blancos. En pocas horas todos los alimentos dejaron de ser comestibles...”

Seguimos: “Fue lanzado un proyectil gigantesco que ardía en fuego pero sin humo y una oscuridad profunda descendió sobre los soldados y también sobre sus pertrechos. Levantose un viento terrible y nubes por doquier color sangre descendieron hasta la superficie: la naturaleza enloqueció y el Sol giró sobre sí mismo. Los enemigos caían como arbustos destruidos pro las llamas, las aguas de los ríos hervían y los que se lanzaron en ellas procurando salvarse sólo consiguieron morir miserablemente. Toda la vegetación ardió, los elefantes proferían groseros sonidos y los caballos relinchában mientras se lanzaban en todas direcciones en locas corridas. Cuando el viento disipó las columnas de grueso humo despedida por los incendios, quedaron a la vista millares de cuerpos humanos reducidos tan sólo a cenizas...”.

Para mayor sorpresa en otros párrafos hallamos referencias a armas que eran capaces de atontar al enemigo o bien sumirlo en profundos sueños...

Ciertamente, son descripciones difíciles para producir apenas con una frondosa imaginación sin tener conocimiento previo de la existencia de armamentos letales como los que construimos a partir de avanzado el Siglo XX. Hasta el menos avisado entiende, de inmediato, que solamente es capaz de hacer estos relatos quien, en verdad, ha sido testigo de lo anotado.

Pero, claro, otra vez la pregunta sin respuesta: ¿Quién construía y manejaba armas tan devastadoras como las atómicas que conocemos hoy en aquellos tiempos que según la historia oficial se peleaba, apenas y a lo sumo, con espadas y lanzas?.



Pero, quizás, lo más sugerente e inquietante es lo que dice Rama sobre la manera en que es posible acceder a estos secretos: “No pueden ser manejadas sino por tradición, esas armas que son lanzadas y retiradas por un secreto mágico. Al haber cumplido las penitencias por el adelanto de la Ciencia Sagrada, durante más de mil años, los antiguos Sabios, Brama y los demás, vieron por revelación esas armas y su gloria, frutos de austeridades”.

Innecesario hacer especulaciones cuando de la lectura de estos textos queda bien en claro y preciso que, en aquellos tiempos, milenios atrás, hubo en la Tierra una civilización tan desarrollada que utilizaba vehículos voladores, rayos laser, armas sofisticadas, tecnología tan avanzada que aún hoy sorprende. ¿Qué pasó con esa civilización? ¿Por qué esos conocimientos se perdieron? ¿De dónde surgió tan avanzada cultura? Son preguntas, hasta el momento, para las que no tenemos respuestas.

MÁS CASOS EXPUESTOS SON VARIOS LOS ESCRITOS EN LOS QUE SE REITERA EL TEMA
Otros textos originalmente redactados en sánscrito también incluyen historias similares.

Son el Ramatcharitra, Mahavira, Drona Parva, Rasernava y Kiratarjuniya. Una moderna traducción, que bien puede ser traído a la actualidad, pero ajustada al sentido del texto, sin perder su esencia de lo que puede leerse en éstos escritos, bien podría decir: “Las máquinas voladoras, llamadas Vimanas, tenían la forma de una esfera y navegaban por los aires por efecto del mercurio, que suscitaba un gran viento propulsor”.

Para luego darle aún más sentido a lo ya leído, cuando se explica que “unos hombres, albergados en las Vimanas, podían así recorrer grandes distancias en un tiempo milagrosamente breve”.

La descripción no termina ahí. ahonda en detalles mínimos, como la frase que recalca que “las Vimanas eran conducidas a voluntad por el hombre que la guiaba, volando de abajo hacia arriba, de arriba hacia abajo, hacia delante o hacia atrás, según la disposición del motor y su inclinación”.

Demasiada coincidencia con lo que se podría considerar el vuelo de un avión, o quizá más precisamente un helicóptero, en tiempos de un ya avanzado siglo XX, piloteado lógicamente por un ser humano. O si nos vamos más allá en la presunción, una nave extraterrestre evolucionando en cualquier sentido, ante la sorpresa generalizada de quienes lo observan.

En otro sitio se aclara que el arma usada por el héroe Rama, “destruía las ciudades al provocar una luz más brillante que cien mil soles.”, Léase: “Un carro aéreo, el Puschpaca, transporta a varias personas hacia Ayodhyá. El cielo está sembrado de carros voladores, negros como las tinieblas, de los cuales se desprenden reflejos amarillentos.” Bastante parecido a ciertas descripciones actuales de OVNIs, ¿O no?.

(*) Doctor en Psicología Social, filósofo y escritor. Magister en Psicoanálisis. Pte. Asoc. Arg. Parapsicología y de la Asoc. Junguiana Argentina