¿Extrañas presencias en una estancia de La Pampa?
REVELACIÓN. Una mujer contó detalles de extraños hechos vividos por años en un campo de Winifreda.
Por Marcelo Peralta Martínez
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Inexplicables sucesos atemorizaron a propietarios y vecinos de una finca campestre que en sus años de esplendor registró actividad oscura y situaciones aterradoras. Un extraño caso de fenómenos paranormales tienen lugar hace ya mucho tiempo en un campo llamado “Don Manuel”, el cual está emplazado al lado de la localidad de Winifreda, en La Pampa.
Allí, antiguos habitantes y vecinos manifiestan que suceden todo tipo de situaciones aterradoras las cuales hicieron de la zona un lugar inhabitable. Fue por este motivo que hace pocos días un medio local entrevistó a un grupo de mujeres (todas de la misma familia) que vivió en la estancia y quienes sin dudarlo reveló escalofriantes detalles de todo lo que sucede allí. Hace años que la morada fue abandonada y según indicó, “el último inquilino se fue asustado, debido a que padecía constantes manifestaciones paranormales”.
En tanto, actualmente está cerrada, nadie la visita ya que es difícil explicar lo que ocurre en el lugar entre ruidos, apariciones y misterios. ¿Qué pasa en el lugar? ¿Está habitado por espíritus errantes? ¿Serán estás las almas de indios y gauchos que combatieron por el territorio cuerpo a cuerpo y murieron fríamente?
Según confesaron sus viejos moradores, en la zona sucedieron cosas insólitas como, ruidos en los techos, apariciones, sombras, luces, y hasta una hamaca que se mueve sola o un indigente que toma mate y se esfuma.
Abuela, madre y nieta revolvieron en sus más profundos recuerdos para sacar a la luz impactantes sucesos de los que fueron protagonistas. Valientes y sin ahorrar en detalles, ellas rompieron el silencio y contaron lo que es más que una batería de anécdotas terroríficas.
Un poco de historia
En su origen, la finca fue propiedad de la familia Lej, quien llegó a la zona en 1925. Por aquel entonces, Don Cándido Maurelio Lej arribó con su familia a Winifreda que por aquellos años no tenía ni una casa, ni calles, ni comercios. Era un lugar despoblado que aun hoy es habitado por muy poca gente.
“El campo fue zona de indios, y sí hay registro de su presencia. Mamá siempre cuenta que cierta vez su abuelo arrancó un caldén y cuando el árbol cayó, entre las raíces, encontraron restos de dos cuerpos humanos, un adulto y un niño y por los adornos que tenían supusieron que eran de indios. Los volvieron a enterrar en el mismo lugar y casi nadie recuerda ahora eso” dijo Adriana Poblete, pariente directa de Don Lej, y agregó que “algunos ‘curanderos’ que fueron dijeron que posiblemente en el campo hubiera ocurrido algún enfrentamiento entre gauchos e indios, y las muertes tempranas de las personas hizo que quedaran sus espíritus vagando, pero obviamente no es que hay algo certero sobre eso”. Tras comentar esto, sembró la duda sobre el origen de los posibles entes que habitan las hectáreas citadas.
Todos los detalles
La mujer que vivió en Don Manuel rompió el silencio y reveló que junto a su familia, fueron testigos de decenas de raros episodios. como fuertes ruidos, presencias y hasta escalofriantes susurros. “Los ruidos en el techo a la hora de dormir eran muy frecuentes, aunque con el tiempo te acostumbras y ya no molestan”, indicó Adriana, nacida en Winifreda, quien luego de pasar allí toda su infancia, adolescencia y más se mudó a Buenos Aires.
“Lo que se sentía eran como pisadas, como que alguien estaba caminado arriba de la casa, y era muy notorio sobre todo porque el techo es de chapa y cubierto de paja”, recordó Poblete quien supo ganarse la vida como docente, al igual que otros miembros de su familia. Hoy sin el miedo de aquella época, Adriana asegura que no solo sus padres y hermanos, sino también sus abuelos, tíos y primas, y hasta sus propias hijas vivieron en primera persona la insólita actividad que los acechaba.
Así recuerda que: “Cuando éramos adolescentes con mi hermana Griselda no podíamos invitar a ninguna compañera del colegio a dormir, porque evidentemente era como que lo hacían a propósito y había sonidos toda la noche”.
Para ellas era “normal” pero para los invitados solía ser traumático. Dice que “en ocasiones se sentía incluso que el techo vibraba por el peso. Generalmente comenzaban los ruidos cuando uno se estaba quedando dormido. Se sentían golpes fuertes, como que saltaban sobre el techo, y luego por un rato caminaban. En otras oportunidades eran muy evidentes los golpes al postigo de madera que cubría la ventana”.
Al frente de la casa hay una hamaca y sin viento alguno a veces la vieron como si alguien se columpiara. “Por ejemplo era común que alguna de nosotras estuviera sentada en el patio, haciendo alguna labor, y que alguien nos llamara por el nombre una creía que había llegado algún vecino, nos levantábamos, íbamos a la puerta del patio y no había nadie” comentó la mujer y subrayó que “sin embargo, todo ocurría en el exterior, pero según cuentan las últimas personas que vivieron allí ahora se ven cosas dentro de la casa”.
Por último, Adriana dijo: “Estas son algunas de las vivencias en el campo, mientras vivía allí, algunas incluso ya de grande, cuando iba a pasar los fines de semana con mis hijas que eran chicas. En el pueblo pocos saben de estos acontecimientos, porque por lo general si uno cuenta algo así están los que creen que son inventos. En Winifreda si alguien pregunta por el campo de los Lej, todos saben cuál es y dónde se encuentra. De hecho, es tan cerca que mi hermana y yo fuimos toda la vida al colegio caminando algo así como un kilómetro y medio desde la tranquera de entrada, hasta donde comienza el pueblo”.
El inquilino
Un misterio más para añadir. Se trata de Nahuel, un joven oriundo de la zona quien vivió algunos meses en la estancia, junto a su hermana y su sobrino. “A él sí lo volvieron loco, al punto que decidió irse. Le pasó de todo un poco, desde escuchar ruidos insoportables en el techo, que le corrían la cama, puertas que se abrían”, dijo Adriana y reveló que la experiencia del muchacho fue que fatal ya que “se fue cuando la hermana le contó que estaba cambiando a su hijo en una pieza de la casa y al darse vuelta vio a un hombre parado, afirmado en el marco de la puerta, que de pronto desapareció. Ahí si no aguantaron más y se fueron”.
La traumática situación rápidamente llegó a oídos de todos y desde aquel entonces la casa quedó vacía. ¿Estos entes en amigables? ¿Qué pretendían? El clan de Adriana reveló todo tipo de situaciones, pero a cada instante remarcó que “nunca” sintieronmiedo, ni mucho menos se vieron amenazados por fenómenos. En cambio, la suerte fue otra para Nahuel y su familia, que pronto debieron abandonar el lugar.
Para despedirse, la mujer dijo: “Lo que nos ha llamado la atención es que los de la familia escuchábamos ruidos, conversaciones, o teníamos alguna visión, pero nunca nos molestaron como lo hicieron con este muchacho. Quizás es un pensamiento mío, pero era como que a los integrantes de la familia nos respetaban”. Y no dudan de que “algo extraño pasaba, algo había”, pero al mismo tiempo juran que no podrían confirmar con exactitud que era lo que provocaban estás escalofriantes situaciones que se repetían una y otra vez a lo largo de tantos años.
Diferentes experiencias: historias de generación en generación
Los hechos antes mencionados son cosas “comunes” en la familia de Adriana. Su hija Tania recordó que: “una vez invitamos a una compañera de colegio a venir a dormir al campo, y lo hacíamos en colchones en el piso, cuando empezaron los ruidos nos asustamos mucho, y nuestra amiga durmió al medio mío y de mi hermana. Aunque dormir es una forma de decir”.
Por su parte, “Noni”, como le dicen a la abuela Rosa dijo: “Viví siempre ahí, escuché y vi de todo, pero nunca tuve miedo. Estaba tan acostumbrada que no le daba bolilla. Si hasta solía venir de noche caminando desde la Escuela 104, en el pueblo, porque era maestra especial, y siempre escuché ruidos y pasaban cosas, pero nunca sentí miedo”. “Hay cosas extrañas, recuerdo que una vez estábamos dentro de la casa, y por la ventana vimos que el galpón (ubicado a pocos metros) se iluminaba como si un auto que llegaba lo alumbrara, pero salíamos y no había nada”, sintetizó Noni.
Otros testigos
Sobre el caso un lugareño comentó: “Cuando pasaba me daba escalofríos porque hay una suerte de leyenda en torno al campo. Algunos dicen no creer en fantasmas, pero sé que en la casa se oyen ruidos de puertas, parecía que alguien caminaba por los techos y las luces se encendían solas”.
Y más tarde sostuvo que: “Una noche visité el lugar ya vacío y oí un ruido. Era un chirrido, como que arrastraban un catre, también dicen que se oyen pasos, y que se escucha golpear las manos, o que llama a quien esté dentro de la casa y todo eso asusta”.
Hechos increíbles: Adriana y un recuerdo de su infancia... ¿Qué vio?
Con un relato estremecedor, Adriana detalló fragmentos de aquellos años aterradores. La mujer winifredense mencionó que fue testigo de una aparición y así la recuerda: “Una vez cuando teníamos unos 10 años íbamos con mi hermana a buscar las ovejas para encerrarlas. Estaban en el cuadro que nosotros le decimos ‘el de las cuatro plantas’, donde antes tuvimos la casa familiar, que después decidimos dejarla por el mismo tema de ruidos extraños y golpes. Nos mudamos a una nueva más cerca de la salida del campo”, donde estaba la citada hamaca que se movía sola, mientras que “de esa casa vieja los únicos vestigios son, precisamente, esas cuatro plantas en hilera, una al lado de la otra”.
“Era el atardecer y las ovejas se encontraban al fondo de un cuadro que tiene más o menos 15 hectáreas, así que teníamos que pasar cerca de esos árboles. Al acercarnos a las cuatro plantas vimos clarito que en el lugar se encontraba un hombre, sentado en el suelo, cerquita de un fuego que había encendido y estaba tomando mate”, dijo Adriana.
Más tarde, prosiguió con su impactante relato y sostuvo que: “Con mi hermana habremos pasado a unos pocos metros pero lo que pudimos ver en detalle era que usaba sombrero, veíamos el humo del fuego y cómo acercaba la pava al mate para cebarlo.En ese momento pensamos que era un “croto”, que así se les decía a las personas que hoy llamamos en situación de calle, y era común verlos por los campos, a veces pedían permiso para pasar la noche en el galpón y al día siguiente se iban. Como sea, ese fue el pensamiento que tuvimos y seguimos caminando hacía donde estaban las ovejas”.
“Volvimos a acercarnos a las cuatro plantas y nos dimos cuenta que el hombre había desaparecido. Fuimos hasta el lugar donde estaba pero no había siquiera rastros del fuego. Ahí fue cuando comprendimos que lo que vimos era una ‘aparición’. Y eso lo vimos las dosà y no fue la única vez”, recordó Poblete antes de despedirse, dejando el misterio sobre la mesa y un interrogante latente ¿Qué pasó en su casa? ¿Qué extraña actividad se apoderó del campo?.
Fuente: laarena.com.ar