Misterio en la Ciudad Luz. Perfume, encanto y una magia sin igual tiene lugar más precisamente en la París, de Francia.

Desde hace varios siglos, allí, según cuenta la historia, merodeó un gato negro que solía pescar en el río Sena, muy cerca de la calle Rue du Chat-qui-Pêche, la calle más estrecha de la capital gala, donde residía junto a un religioso que lo cuidó tanto, que cuando el felino desapareció, el alquimista también pareció esfumarse, sin dejar rastro alguno.

¿Qué pasó en aquel lugar que se volvió tan enigmátimente famoso? ¿Porqué el gato “desapareció”? Mitos, leyendas y pormenores de un muchas veces relatado.

Detalles de la calle

La Rue du Chat-qui-Pêche tiene apenas 1,8 metros de ancho y aproximadamente unos 30 metros de largo. Lo que se dice, una diminuta y angosta “cuadrita”. Según registros catastrales, este paso se creó en 1540 y su nombre, colocado dos siglos después, justamente se traduce del francés al español como: “La calle del gato pescador”, un verdadero misterio.

Cabe aclarar que hasta 1728 las calles parisinas no tenían nombres, ya que la mayoría de la gente no sabía leer. Por eso, se colocaban rótulos para que pudieran identificarlas. Además, los historiadores locales indican que por aquellos años, las casas no tenían número, dado que se incluyeron recién cerca del 1806. ¿Dónde queda esta calle estrecha y cómo se accede a ella?

La denominada “Calle del Gato que Pesca” se encuentra en el Barrio Latino, distrito 5, cerca de la Iglesia de San Severino, mientras que para acceder a ella hay que seguir el margen de la Rive Gauche, junto al río Sena, que atraviesa la capital francesa.

Origen

Como siempre se advierte, las historias que se reproducen son muchas, tantas como las diferentes versiones que van surgiendo. Así, el patrón común de la mayoría de estas es lo que realmente se revela, y consta en los auténticos registros. En principio, se cree que su denominación proviene de un letrero que un día se colgó en una tienda que había en la zona, en la que solamente se vendían instrumentos para pescar, y este era una especie de logotipo.

Si bien el gato del cartel era negro, no hacía referencia a un gato pescador, sino más bien a una pasión del vencedor del comercio por los gatos, y al mismo tiempo lo apetecible que son los pescados para los felinos domésticos. Por lo tanto, el cartel podría ser su piedra fundacional, aunque no apuntaría a la misma narración del alquimista y el gatito fanático de la pesca.

Por lo tanto, como suele ocurrir en estos casos, esta no fue la única versión de los hechos, y hay otra hipótesis, siendo esta la más fuerte y resonante, además de la que cuentan los lugareños más amables que sostienen la leyenda y que traen desde siglos atrás la historia del gato pescador y su dueño, un sacerdote alquimista. Este hombre, que residía en la mencionada calle desde hacía años, se llamaba Dom Perlet, y del gatito nadie ha registrado su nombre.

De todas formas, según se revela, él religioso convivía con este gatito negro que según se afirma, además de ser simpático y cariñoso con la gente que intentaba acariciarlo, tenía la habilidad de pescar y despuntaba su vicio en las aguas del Sena, logrando además de entretenerse, sumar un banquete fenomenal.

Desenlace

Fue un día de aquellos que, según narra la historia, un grupo de tres jóvenes estudiantes parisinos, lo vieron al gato pescador mientras aplicaba una técnica sin igual, moviendo las patas delanteras para hacerse con la esquiva comida, de fácil escape. Los muchachones, lejos de pensar en las habilidades del felino, comenzaron a decir que el animal actuaba extraño, “como poseído por el diablo” y que seguro se trataba de movimientos y reacciones proUUcidas por hechizos de magia negra.

Fundamentalistas de esta idea, y sin reparar en el pobre animal, los citados estudiantes decidieron asesinar a la mascota del alquimista, con la excusa de que les generó “un profundo terror su forma de actuar” y lo habrían arrojado ya sin vida a las aguas del Sena, mucho más infectadas que en la actualidad.

Sumergido en un profundo dolor, el alquimista habría abandonado la propiedad que compartía con su mascota. Sin embargo, días más tarde, testigos afirmaon haber visto al religioso, junto con el gato negro, ambos pescando en las orillas del río, pero esta leyenda se suma a tantas otras en un momento en el que ocurrieron cosas muy extrañas en todo París.

Lo que sí sucede es que muchos vecinos aseguran que el fiel creyente y su gatito aun viven en la casa, y afirman: “los vemos y hasta escuchamos, muchas veces” confían los lugareños, al punto que varios turistas que recorren esa zona juran también haber visto a ambos.

PARA LOS TURISTAS: UNA CITA OBLIGADA

Según indican los mapas, la calle del “Gato pescador” es perpendicular a la Rue de la Huchette que lleva al muelle del río Sena. Además, se puede llegar en subte, bajando en la estación Saint Michel. Antes de adoptar su nombre misterioso, el cual le dio reconocimiento y hasta la convirtió en un punto turístico, era conocida como la Rue Neuve-desLavandières, aunque antes se la llamó Rue des Étuves, Rue du Renard y Rue des Bouticles.

Tanto la imagen como el nombre, “el gato pescador” pueden resultarnos muy familiar. Ocurre que, Jolán Földes un escritor húngaro vivió en esta calle en 1930 y escribió una novela titulada igual así.

Por último, la multifacética María Elena Walsh, le puso este nombre a una canción en la que la popular escritora decía: “¿Lo ves o no lo ves / al gato que pes / allí, allí / sentado en su ventanilla”.