Por Nico Kischner.

"Tengo más presión que Lionel Messi en el Mundial de Qatar". La frase se convirtió hace un buen tiempo en latiguillo de amantes del fútbol y no tanto que estaban frente a una situación complicada de resolver. Hoy, por suerte para él y para nosotros, es historia antigua. 

Es difícil en un país triunfalista como el nuestro decir que el "10" de Argentina ya ganó cuando todavía le falta dar el último paso si se tiene en cuenta que la generación anterior de cracks que formaron parte de la Selección y él integraba y comandaba sufrió el escarnio público por perder tres finales seguidas.

El título en la Copa América de Brasil 2021 obtenido frente a un equipo local que tenía a Neymar como principal figura empezó a torcer una balanza que se fortaleció con la goleada frente a Italia en la Finalissima de Wembley y ni siquiera se movió un poco con la sorpresiva derrota inicial contra Arabia Saudita del "lejano" 22 de noviembre.

En aquella jornada en un casi vacío por la pandemia mítico Maracaná hubo un deseo que perforó la pantalla, trascendió fronteras de países y se notó en el abrazo final: qué Messi pueda cumplir su sueño de ganar un torneo con el conjunto nacional.

Ahora ocurre algo parecido. El rosarino de 35 años, ídolo indiscutido más allá de las edades en el mundo entero, está jugando lo que se cree que será su última Copa del Mundo con una entrega que emociona. Y, atento detractores, esto no significa que en las cuatro anteriores no lo haya hecho. Ni cerca.

Pero hay algo en cada corrida, freno, amague, quite, pase gol o tanto que se nota distinto. Él está disfrutando a cada instante y con su disfrute disfrutamos todos, salvo el "Bobo" del 19 de Países Bajos y alguno que otro de sus picantes compañeros neerlandeses. 

La final es un momento único, claro está. Distinto a todo lo ocurrido anteriormente y que suele marcar un hito en la carrera de los futbolistas que lograron quedarse con el preciado título, más si es una Copa del Mundo. 

Diego Maradona ya era "Maradona" antes de la gloria en México 86, pero fue más grande todavía después de ganarle a los alemanes dentro de un equipo que aún hoy, 36 años después, es recordado de memoria.

Con Lionel puede pasar lo mismo. No necesita un Mundial para demostrar quién es, pero nosotros, y en muchos países más también, precisamos que él lo gane porque hay como una percepción universal de que se lo merece.

Sino cómo explicar esa sensación mezcla de preocupación y de querer protegerlo que a la distancia se tiene cada vez que va a patear un penal seguida por el desahogo generado cuando logra convertir. En la victoria de Messi, de alguna u otro forma, está el triunfo de una manera de hacer las cosas

Récord de partidos en mundiales por ahora compartido con Lothar Mathäus, máximo goleador argentino en la competencia y hasta ahora mejor anotador del torneo actual con cinco tantos junto a Kylian Mbappé, su compañero en el PSG y rival este domingo, lo que "Leo" buscará en el Estadio Lusail es otra cosa.

Aunque está claro que no se necesitan señales externas, saber que se jugará con la casaca titular celeste y blanca ganadora en el 78 y en el 86 y no con la suplente azul derrotada en el 90 y el 2014 fue la primera señal de alivio para los "creyentes".

Como viene ocurriendo en todos los textos anteriores desde que comenzó esta suerte de columna mundialista, el final será en modo cábala repitiendo palabra por palabra, o casi, las que fueron publicadas en la previa a la importantísima victoria contra México. 

Pese a que, como ya se escribió también varias veces, más allá de ritos y costumbres, el equipo de los Lionel tiene motivos para ilusionarse e ilusionar, nunca está de más hacer desde acá un esfuercito cumpliendo costumbres que acompañan y no dañan. ¡Vamos Argentina carajo! 

Por N.K.