La copa ya llegó al país. Un nuevo título logró la selección nacional y Lio Messi, por fin, festejó con la camiseta celeste y blanca.  Pero a partir de ahora habrá que prestarle atención al proyecto. No se puede ocultar con la conquista de la Copa América el desempeño del equipo a lo largo de este certamen.

El director técnico Lionel Scaloni y sus jugadores no tuvieron un funcionamiento acorde con la categoría de sus individualidades. Y por varios pasajes de los encuentros disputados fue más visible la especulación que el atrevimiento.

Casi todas las segundas partes de los cotejos, el seleccionado le dio prioridad a la partitura defensiva que a la ofensiva. Es cierto que se debe mejorar mucho y que lo que sucedió en el Maracaná no debe esconder las necesidades que se observaron a lo largo de la competencia.

Hubo hallazgos notables y apariciones de un valor superlativo, pero a esto habrá que buscarle ser parte de un mayor protagonismo y un andamiaje más sólido y atrevido. Para esta ocasión hubo un trabajo en conjunto de más de un mes y es, en estas concentraciones, donde se pulen aquellos aspectos en los que se quiere mejorar.

Argentina fue una selección partida. Un tiempo de presión y búsqueda y otro (el segundo) de especulación y espera. Todo, para, como en casi todos los encuentros, aguantar el resultado o el gol que había logrado en los 45 minutos iniciales.

Es un momento oportuno para el cambio. Un juego atildado, con la prioridad en la posesión de la pelota y con el objetivo puesto en el arco de enfrente, más el control de la situación.  Imaginar que levantar el trofeo ya es haberlo conquistado todo y que el engranaje ya está aceitado es caer en la tentación del resultado. Ahora hay que buscar la fórmula, el modo de llegar a la victoria. No es fácil, pero es posible.