El aberrante crimen sucedió a principios de junio en la localidad de Tacoma, Washington, Estados Unidos. Una mujer asesinó de dos balazos a su esposo y después le mutiló el estómago para sacarle los órganos para “salvarse del fin del mundo”.

La víctima se llamaba Nicholas Andrew Bunten y tenía 31 años. Fueron sus padres quienes descubieron el macabro asesinato después de intentar varias veces comunicarse con su hijo pero al no recibir respuesta alguna, decidieron llamar a la policía para denunciar el hecho.

Cuando los oficiales de Puyallup se dirigieron al domicilio del matrimonio, fue la propia mujer, identificada como Janae Bunten, quien los recibió pero al ser consultada por su espose, adujo que se encontraba “durmiendo”.

La extraña actitud de la esposa y su constante insistencia en que se vayan de su casa, alertó a los policías, quienes decidieron intervenir y sacaron de la casa a los hijos del matrimonio, según especificaron, porque “temían por su seguridad”.

Una vez que los sacaron del domicilio, la mujer empezó a prender y apagar las luces de su casa y con rifle en mano, salió a la calle a dispararles a los agentes. En el enfrentamiento, uno de los oficiales terminó hiriéndo a la mujer.

Esto les permitió a los agentes poder revisar la propiedad y fue en ese momento es donde hallaron el cadáver de Nicholas Bunten en uno de los baños. El cual tenía 2 heridas de bala.

La autopsia determinó que el hombre murió a principios del mes de junio a causa de los dos disparos. Además, revelaron que una vez asesinado su mujer le abrió el estómago y le extrajo varios órganos, por lo que fue acusada de asesinato en segundo grado.

Los padres de la víctima aseguraron en su declaración que su nuera llevaba varios días actuando extraño y aseguró en varias ocasiones que ella era “la novia de Dios” y que "el fin del mundo estaba muy cerca".

Por último, los hijos de la pareja señalaron que nunca descubrieron que su padre había muerto porque cada vez que le preguntaban a su madre por él, les decía que estaba ocupado realizando “cosas espirituales” y que “no debían molestarlo”.