Francisco tuvo el "sí" de los cardenales. Todos aprobaron la nueva Constitución Apostólica. Fue sin repetir, sin soplar y en 30 segundos. Es un poeta de la Biblia. "En el tradicionalismo está la fe muerta de algunos vivos". Él es pura alegría —"gioia" en italiano—. Lo trasmite cuando habla. Tiene las salidas bergoglianas que lo caracterizan: "No a una liturgia de tono fúnebre".

Tiene razón, eso aburre a los fieles en las misas y ni hablar de los chicos. Esto también cambió con la renovación. Los flamantes cardenales no tienen un ápice de aburrimiento. Locuaces, sonrientes, simpáticos y sin lujos. Hasta las paredes de la plaza de San Pedro se contagiaron la onda.

El día después, cada uno de regreso a su diócesis dejó su impronta. Se respira otro aire, es otra iglesia. A más de uno se le oyó decir: "Nadie piensa en entrar en la Capilla Sixtina ahora, el Papa está muy bien, lo vimos contento y sereno". Los conservadores no están de acuerdo con nada. Pero la mayoría no entró en polémicas ni conflicto.

Francisco preside las misas solemnes, adonde llega y se retira en silla de ruedas. Eso sí, se acomoda y se pone de pie solo. Está muchísimo mejor de la rodilla y cada día camina más, apoyado en su bastón. Sandro, el gendarme que lo asiste, es su ángel guardián, lo cuida como a su padre. "Este hombre se ganó el cielo", dijo Noelia, una carmelita descalza que conoce a Bergoglio desde hace años. Tiene razón, el cuidado, la atención de Sandro, la complicidad con el humor, le hacen muy bien a Francisco. Son más que una medicina.

En la audiencia pública, que por el calor que no perdona se celebra en el Aula Paulo VI, él es una bocanada de aire fresco. Es emocionante ver cómo fieles que vienen de todo el mundo lo ovacionan. La cantidad de jóvenes llama la atención. El carisma del Papa es la envidia de todos los políticos. Al grito de "viva el Papa" responden a sus intervenciones.

Él es un líder nato. Así siempre va a conservar su espíritu entero, fortalecido. A los 85 años, después de casi diez de estar al frente del Vaticano, sin desgaste de su popularidad ni de su credibilidad, Bergoglio tranquilamente va a vivir 100 años. Fiel al Evangelio, él consigue ser amado y no temido. En la última audiencia pública dijo que el amor solo puede vivirse en libertad. Para aprender a vivir hay que aprender a amar y para esto es necesario discernir. Hizo temblar el piso con los aplausos.

"Este hombre se ganó el cielo".

En la oración de septiembre, Francisco convoca a rezar por la abolición de la pena de muerte en el mundo entero. Hay 55 países que la siguen aplicando. Para él es inadmisible, no solo porque no ofrece justicia a las víctimas, sino porque fomenta la venganza. El crecimiento del "no" a la pena de muerte en todo el mundo, para él, es un signo de esperanza.

La intuición es poderosa en él, tiene una percepción agudizada para captar los temas que interesan a millones de personas. Algo innato. Está muy actualizado. Es simpático verlo disculparse, cuando finaliza una reunión: "Tenemos que cerrar porque me están esperando para un Zoom". Francisco, inédito.

Por A. B.