Valió la pena ir por tres días a Roma. El encuentro con JorgeBergoglio fue sublime. Verlo tan bien. Su recuperación no sólo es por obra y gracia del Espíritu Santo. Él puso voluntad, energía, fuerza para salir adelante. “Estaba diplomático: embajada consulado”. Así explica, con humor, que caminaba rengueando. Ahora aprendió a dar nuevos pasos. Tiene una fisioterapeuta española que le hizo un tratamiento de masajes en los músculos y la planta de los pies (reflexología), antes que los huesos. Así se fue reacomodando. Se lo ve mejor que nunca.

De todos los presidentes que fueron al G20, es Joe Biden su amigo. Se conocen desde hace tiempo. Fue al único mandatario que llamó después de su triunfo en las elecciones de Estados Unidos. Lo felicitó. En una oportunidad fue mensajero del ex presidente Barack Obama, quien le pidió a Francisco que intercediera para que aceptara ser candidato en las presidenciales americanas. Biden le dijo que no podía. No estaba en condiciones. Se encontraba destrozado por la muerte de su hijo.

Ya se habían encontrado en Washington cuando el Papa Francisco dio un discurso frente al congreso de los Estados Unidos. 

Bergoglio, que se caracteriza por hacer un culto de la amistad, lo acompañó y contuvo como a un familiar. Así es que estuvieron reunidos 75 minutos en el Palacio Apostólico. Sin periodistas por expresa decisión del Papa y a puertas cerradas. Jamás alcanzó ese récord de tiempo con ningún otro jefe de Estado. En su escritorio tiene una escultura de San José, que le regalaron los peruanos, de una belleza indescriptible. Él no es sin San José, a quien acaricia y reza con fe. Está convencido de que el santo lo escucha. Sin dudas que es así.

Bergoglio es un hijo directo de los milagros del padre de Jesús. El presidente Pedro Castillo donó el pesebre para la Plaza San Pedro hecho por artesanos peruanos. Francisco lo recibirá el 10 de diciembre. Lo alegró la edición del libro “La salud de los papas” que en una audiencia pública le pidió al periodista Nelson Castro y junto a él compartimos una reunión de 45 minutos en la Biblioteca del Palacio Apostólico. Estaba feliz.

Al irnos, un alto funcionario de la Santa Sede, en un lugar donde los elogios no son habituales, nos despidió con estas palabras: “Gracias, amigos del Papa, por haberlo alegrado tanto a Su Santidad. No sólo le hacen bien a él, sino que con su trabajo le hacen muy bien a la Iglesia”.

Por A. B.