Historias del crimen: ¿Quién fue Hélene Jégado, la terrible envenenadora francesa?
El siglo XIX en Francia estuvo atravesado por el avance industrial, como gran parte del "viejo continente", pero también por la aterradora presencia de un personaje siniestro y criminal.
Mientras la Revolución Industrial ganaba lugar en el continente europeo con adelantos y los primeros derechos para los trabajadores, una oscura figura emergió en Francia para transformarse en una pesadilla local, y tener en su cuenta la suma de 36 muertes por consumo de arsénico.
Se trató de Hélene Jégado, quien cometió esta serie de crímenes entre 1833 y 1841, y detuvo su andar durante casi diez años antes de una serie final de asesinatos en 1851.
Jégado nació en junio de 1803 en la pequeña granja de Plouhinec, y ya de chica tuvo que enfrentar la pérdida de su madre, por lo que terminó siendo criada por unas tías en la rectoría de Bubry.
A los 17 años viajó con una tía a la ciudad de Séglien y fue cocinera del cura, en el que protagonizó un incidente en el que fue acusada de agregar cáñamo a la sopa del sacerdote, situación que puso de preaviso a lo que ocurrió tiempo después.
Sus primeras muertes comenzaron en 1833 en el pueblo francés de Guern, donde siete miembros de la familia murieron repentinamente en un período de tres meses, incluido un sacerdote, sus ancianos padres y la propia hermana de la criada.
Tiempo después, Jégado regresó a Bubry para reemplazar a su hermana, y allí murieron tres personas en el transcurso de tres meses, luego continuó su andar hasta el pueblo de Locminé, donde trabajó con una costurera quien murió al igual que su hija y un hijo que se enfermó.
Cuando en el mismo pueblo, una viuda le ofreció una habitación a Jégado, murió después de comer una sopa que le había preparado su nueva huésped. En mayo de 1835, fue contratada por Madame Toussaint y siguieron cuatro muertes más.
Veneno para ratas
Su trabajo como cocinera le facilitaba añadir en sopas y pasteles "polvos blancos", es decir, arsénico en forma de las hojuelas que entonces se vendían como veneno para ratas, previamente desmenuzadas.
Luego trabajó como cocinera en otros hogares en Auray, Pontivy, Lorient y Port-Louis; y a menudo alguien se enfermaba o moría. Entre sus asesinatos más infames está el de una niña, que murió en el castillo de Soye en mayo de 1841, antes de su arresto final.
La mayoría de las víctimas murieron mostrando síntomas que coinciden con el envenenamiento por arsénico, aunque nunca fue sorprendida con esa sustencia en su poder. No hay registro de presuntas muertes desde finales de 1841 hasta 1849, pero varios de sus empleadores informaron posteriormente de robos, aparentemente era también una cleptómana y la encontraron robando varias veces.
Si bien no hay mucha información que indique por qué cometió estos delitos, generalmente se puede relacionar con problemas psicológicos, el modelo de psicopatología explica que sus delitos pueden estar vinculados a sus problemas psicológicos. Es posible que estos problemas surgieran a una edad temprana después de la muerte de su madre.
En 1850 se incorporó al personal doméstico de Théophile Bidard, un profesor de derecho en la Universidad de Rennes, y una de sus sirvientas enfermó y murió cuando la sirvienta la atendió. En 1851, una de las otras sirvientas también se enfermó y murió. Tras realizarse la autopsia, la asesina despertó sospechas cuando anunció su inocencia antes de que le preguntaran nada y fue detenida en julio de 1851.
Investigaciones posteriores la vincularon con 23 presuntas muertes por envenenamiento entre 1833 y 1841, pero ninguna de ellas fue investigada a fondo, ya que estaban fuera del límite de diez años para el enjuiciamiento y no había evidencia científica.
El juicio de la criminal comenzó en diciembre de 1851, pero debido a las leyes francesas de pruebas permisibles y prescripción, fue acusada solo de tres asesinatos, tres intentos de asesinato y 11 robos.
El comportamiento de la acusada en la corte fue errático, pasando de murmullos humildes a gritos piadosos y ocasionales arrebatos violentos contra sus acusadores. Ella negó sistemáticamente que incluso supiera qué era el arsénico a pesar de la evidencia en contra.
Los médicos que habían examinado a sus víctimas generalmente no habían notado nada sospechoso, pero cuando las víctimas más recientes fueron exhumadas mostraron evidencia abrumadora de arsénico y posiblemente antimonio.
El asunto es que Jégado fue condenada a muerte en la guillotina y ejecutada frente a una gran multitud de espectadores en el Champ-de-Mars en la ciudad de Rennes el 26 de febrero de 1852 y fue enterrada en la fosa común del cementerio del Norte.
Por G.A.