Una mujer dio a luz a su séptimo hijo varón en el Hospital San Martín de la ciudad de La Plata y, según indica la ley, debería ser apadrinado por el Presidente de la Nación.

Se trata de Benici Filippín o, hijo de Soledad Villamayor de 38 años, oriunda de la ciudad de Berisso, quien fue mamá por séptima vez en el Hospital Policlínico San Martín de la Capital bonaerense.

El padre de Benicio se llama Tomás Filippín y el parto de Soledad estuvo asistido por la licenciada Carolina Bustamante y un enfermero de nombre Daniel.

La madre de la criatura indicó que el parto fue normal, el bebé pesó 3 kilos y 350 gramos y nació a las 22.39 de la noche, en la sala 12 bis de la maternidad del centro de salud.

Benicio en el hospital con su madre.

Benidico debería ser apadrinado por Alberto Fernández, ya que la tradición y de acuerdo a la ley 20843  de 1974, así lo dispone

Soledad Villamayor fue primeriza a sus 17 años y su hijo más grande tiene 21 años, lo cual le da un promedio de 1 bebé varón cada 3 años desde 1999 hasta ahora. 

El origen de la leyenda del séptimo hijo

 

Esta tradición proviene de una antigua leyenda de que el séptimo hijo varón se convertirá en lobizón (hombre lobo) y es de origen europeo.

Durante el siglo XIX, en Europa era muy común esa creencia de que estos séptimos hijos o hijas nacían con un intelecto superior, y entre esos misteriosos dones estaba el de ser poseedor de doble visión y tener poderes de premonición, lo que los hacía ser capaces de predecir el futuro.

También se les atribuían poderes curativos. Así es que se los podía ver con mucha frecuencia representados en pinturas acompañadas de perros y de cualquier otro tipo de animales domésticos que en la realidad representaban los espíritus, o los fantasmas o simplemente seres de otros mundos.

La tradición en Argentina

 

En la Argentina campera, el tener un séptimo hijo varón era como una maldición. Ello se debía al hecho de que ese séptimo hijo varón al llegar a la edad adulta, en las noches de plenilunio, se convertiría en un lobizón: es decir un engendro maléfico de lobo.

La creencia era tan difundida y temida que en Argentina para tratar de minimizar la maldición se instituyó que el presidente apadrinara al séptimo hijo varón de una familia con la finalidad de desarraigar ese estigma con el que nacía y finalizar con la maldición.

La taridción en nuestro país, comenzó con Juan Manuel de Rosas, quien ofrecía el padrinazgo a los séptimos hijos de las familias de trabajadores rurales, sobre todo mestizos o mulatos, para ahuyentar el temor a que el niño se convirtiera en lobizón.

En 1907 Enrique Brost y Apolonia Holmann, una pareja rusa que se radicó en la Argentina, dio a luz a José Brost, su séptimo hijo varón en Coronel Pringles (Provincia de Buenos Aires).

Debido a esto envían una carta al Presidente José Figueroa Alcorta para que lo apadrinara. Allí comienza la tradición que además le otorga al ahijado una beca asistencial para contribuir con su educación (que se ve plasmada en la ley vigente) y también de alimentación.

Recién en el tercer gobierno de Juan Domingo Perón se instituyó oficialmente el padrinazgo a través del decreto 848. Y para seguir con la igualdad de los sexos, en 1974 se estableció el "madrinazgo presidencial" durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón.

Luego, por el decreto 1416/09 que firmó Cristina Fernández de Kirchner, se incluyó a las séptimas hijas mujeres. La Ley mencionada contempla que en el caso de una familia que tenga siete hijos varones o siete hijas mujeres le corresponde la posibilidad de un padrinazgo presidencial, por lo tanto se le obsequia una medalla de oro, un libro, un subsidio de 20 mil pesos y la beca de estudio que se hará efectiva cuando los chicos comiencen el colegio hasta terminar la universidad, inclusive.