Ramón Camps: El Carnicero
Radiografía de un asesino que “vigiló” día y noche la provincia de Buenos Aires.
Por Ricardo Filighera
@Rfilighera
La tierra parecía algo no terrenal. Estamos acostumbrados a verla bajo la forma encadenada de un monstruo dominado, pero allí, allí podías ver algo monstruoso y libre. No era terrenal, y los hombres eran... No, no eran inhumanos. Bueno, saben, eso era lo peor de todo: esa sospecha de que no fueran inhumanos. Brotaba en uno lentamente. Aullaban y brincaban y daban vueltas y hacían muecas horribles; pero lo que estremecía era pensar en su humanidad -como la de uno mismo-, pensar en el remoto parentesco de uno con ese salvaje y apasionado alboroto. Desagradable.
Sí, era francamente desagradable; pero si uno fuera lo bastante hombre, reconocería que había en su interior una ligerísima señal de respuesta a la terrible franqueza de aquel ruido, una oscura sospecha de que había en ello un significado que uno -tan alejado de la noche de los primeros tiempos- podía comprender. ¿Y por qué no? La mente del hombre es capaz de cualquier cosa, porque está todo en ella, tanto el pasado como el futuro. ¿Qué había allí, después de todo?
Júbilo, temor, pesar, devoción, valor, ira -¿cómo saberlo?-, pero había una verdad, la verdad despojada de su manto del tiempo. Que el necio se asombre y se estremezca; el hombre sabe y puede mirar sin parpadear”. (Fragmento de la novela “El corazón de las tinieblas”, de Joseph Conrad).
La justicia que no fue
El pasado 2 de diciembre se cumplieron 34 años de una sentencia esclarecedora. En efecto, el general Ramón Camps era condenado a 25 de años de prisión por crímenes de lesa humanidad. De esta manera, Camps debía cumplir la mencionada condena con degradación e inhabilitación absoluta y perpetua. Se lo había hallado culpable de “214 secuestros extorsivos, muchas de esas víctimas siguen aún en calidad de desaparecidas, 120 casos de tormentos, 32 homicidios, 2 violaciones, 2 abortos provocados por torturas, 18 robos y 10 sustracciones de menores”.
Sin embargo, aquel 29 de diciembre de 1990 (a cumplirse próximamente 30 años) la historia argentina iba a dar testimonio de un terrible retroceso. En efecto, el entonces presidente Carlos Menen había firmado los últimos decretos por los que se indultaba a los máximos responsables de crímenes de lesa humanidad, llevados a cabo en lo que se denominó el Proceso de Reorganización Nacional, y que se extendió desde el 24 de marzo de 1976 hasta diciembre de 1983 con la restauración de nuestra democracia y la asunción del presidente Raúl Alfonsín.
De esta manera, Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera, Orlando Ramón Agosti, Roberto Eduardo Viola y Armando Lambruschini, quienes habían sido condenados el 9 de diciembre de 1985, quedaron en libertad hasta la nueva política en materia de derechos humanos y reanudación de nuevos juicios que llevó adelante el entonces presidente Néstor Kirchner. En esa estructura de indultos y perdones, el general Camps también fue otro de los beneficiados por Menem.
El mapa del horror
-¿Que funciones desarrolló Camps? -Ramón Camps perteneció por aquellos años al arma de Caballería, desempeñándose en la Jefatura de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Entonces, tuvo a su cargo 29 centros clandestinos de detención que se encontraban ubicados en Buenos Aires y que fueron conocidos como el “circuito Camps”.
-¿Cómo operaban estos centros clandestinos? -Estaban ubicados en dependencias policiales y comenzaron a funcionar a partir del golpe militar del 24 de marzo de 1976. Estaban coordinados por el Comando de Operaciones Tácticas de la Brigada de Investigaciones de La Plata, que se encontraba dirigida por el asistente más efectivo de Camps, Miguel Etchecolatz, condenado también, como se sabe, por crímenes de lesa humanidad.
-¿La juventud fue uno de los blancos predilectos de la operativa de Camps? -En el “circuito Camps” estuvieron detenidos (la mayoría de ellos desaparecidos) los jóvenes estudiantes secuestrados en la ciudad de La Plata y cuyas edades oscilaban entre los 14 y 18 años. Ellos eran torturados antes de ser asesinados. Por otra parte, todo el organigrama represor de Camps se encargó de aquel episodio que se recuerda como “La noche de los lápices”.
Se trató, puntualmente, de una serie de secuestros y asesinatos de estudiantes, ocurridos durante la noche del 16 de septiembre de 1976 y días posteriores, en La Plata. En total diez estudiantes secundarios fueron secuestrados por grupos de tareas de la dictadura gobernante, de los cuales seis fueron asesinados sin que sus restos se hallaran hasta la fecha.
-¿Qué características pintaban el accionar de Camps? -Por sobre todas las cosas, impuso un acendrado antisemitismo en cada uno de sus actos cotidianos. La crueldad y el ensañamiento con la comunidad judía salieron a la luz durante las denuncias que recogió la Conadep.
-¿Qué tipo de ensañamiento puntual tuvo con el periodista Jacobo Timerman? -Camps se encargó personalmente de torturar a Timerman. Acusaba al dueño del diario La Opinión de martillar la cabeza de la juventud con propaganda marxista. Precisamente, por aquellos años, Camps realizó una conferencia de prensa con el objetivo de acusar irrevocablemente a Timerman de sionista. Un segmento de una grabación reseñaba el siguiente diálogo.
Camps: -¿Admite que es judío?
Timerman: -Bueno... sí.
Camps (gritando): -¡Entonces es sionista hijo de puta!
Timerman: -Bueno... no lo sé, tal vez.
Finalmente, Jacobo Timerman fue liberado a los pocos meses como consecuencia de la gran presión que habían ejercido entidades vinculadas a los derechos humanos y personalidades del mundo. Al poco tiempo, fue expulsado del país.
Otro blanco, Los Graiver
El fiscal de Investigaciones Administrativas Ricardo Molinas investigó el caso de la transferencia de las acciones de los Graiver en Papel Prensa a Clarín, La Nación y La Razón.
La investigación de Molinas, nombrado fiscal general en la presidencia de Raúl Alfonsín, fue abierta con una denuncia del sindicalista Norberto Imbelloni, cercano a Herminio Iglesias.
En dicho expediente, el fiscal Molinas proporcionaba el siguiente testimonio: “Como surge de lo expuesto, al conocerse la muerte de David Graiver (el 9 de octubre de 1976) y la quiebra del grupo, las máximas autoridades nacionales del momento tomaron la determinación de liquidar el grupo; para ello decidieron obligar a los herederos a transferir las empresas.
En nuestro caso, la Junta de Comandantes decidió que el Grupo Graiver debía transferir el paquete accionario clase A de Papel Prensa S.A. Esto surge claramente, no sólo de las dichos de los integrantes del Grupo Graiver, sino de todas las declaraciones informativas o testimoniales reunidas”.
48 HORAS ENCAPUCHADO
Secuestran al dueño de “Crónica” por segunda vez Desde el 22 de abril de 1976 -consignó también el periodista norteamericano Martin Andersen- la política de la Junta Militar en relación con la prensa fue clara: hasta 10 años de cárcel para cualquiera que “difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar la actividad de las Fuerzas Armadas, de seguridad o policiales”.
El mensaje no podía ser más intencionado: Héctor Ricardo García, propietario del diario Crónica, fue secuestrado y mantenido con una capucha sobre la cabeza durante 48 horas por militares portadores de una “advertencia preventiva”. Se trataba del segundo secuestro de Héctor Ricardo García en menos de tres años.
DEFINICIONES: “LUCHAMOS POR LA GRANDEZA NACIONAL”
Camps: “Yo quiero explicarle por qué luchamos y para qué luchamos. Evidentemente no lo hemos hecho para que esta lucha se agotara en el restablecimiento del orden, más allá de que era indispensable restablecer, sino que luchamos por otras cosas más. Luchamos para que los argentinos se pudieran integrar, para que la Argentina pudiera trascender, para que el hombre común, el ciudadano común, tuviera la certeza de que cuando regresara a su hogar, en su casa, iba a tener la certeza de encontrar a su mujer y sus hijos e iba a poder seguir trabajando.
Y esforzándose para esta Argentina que estamos forjando para todos. Luchamos para que aquí hubiera paz, para que esta lucha no se repitiera nunca más. Luchamos por la grandeza de la nación, pero luchamos por cosas totalmente tangibles pero que el hombre tiene que volver a tocar. No luchamos por declamaciones vanas y falsas, luchamos y discúlpeme que en esto lo englobe a usted (por José Gómez Fuentes), hemos luchado acompañados por el pueblo argentino.
Esta fue una lucha del pueblo argentino, yo no creo que ningún argentino haya sido excluido de esta lucha. Y no puedo olvidar a todos nuestros jóvenes de 18 y 19 años que estuvieron en nuestros ejércitos, y con la Marina y la Aeronáutica acompañándonos.
Porque nosotros, usted y yo y todos los demás, somos mucho mejores que los marxistas. Y todos, no solamente luchamos por no ser marxistas, luchamos por una patria grande que aspiraron nuestros mayores. Luchamos por la grandeza nacional, luchamos, insisto, por todos los argentinos”.
EL CASO FORD MOTOR: “MÁNDELE SALUDO A CAMPS”
El periodista norteamericano Martin Anderson, en su libro “El mito de la guerra sucia”, una investigación que le demandó varios años, dejó el siguiente testimonio: Casi todas las plantas industriales importantes fueron ocupadas por las tropas. En algunos casos, como en la de Ford Motor, una guarnición del I Cuerpo de Ejército permaneció varios meses en el campo de deportes de la compañía.
La coordinación “carne y uña” entre los militares y la administración de la Ford Motor Company convirtió su planta de General Pacheco, en la provincia de Buenos Aires, en la apoteosis de la brutalidad contra los trabajadores. “Rodearon Ford con camiones y jeeps, armados hasta los dientes, nos registraban uno por uno y llevaron muchos compañeros detenidos. Nos revisaron los cofres, los vestuarios, hacían requisas permanentes, se llevaron a los delegados, subdelegados, activistas.
Destrozaron el cuerpo de delegados... hubo unos cien desaparecidos. Muchos aparecieron después como detenidos y otros han sido soltados. Otros, nunca aparecieron. Los dirigentes sindicales Adolfo Sánchez y Juan Carlos Amoroso fueron llamados el día antes del golpe (24 de marzo de 1976) a una reunión con los representantes del departamento de Relaciones Laborales de la Ford Motor en su planta de estampado. “La empresa reúne al cuerpo de delegados que se encontraba en la planta de estampado.
En esa reunión el señor Galarraga (gerente de Relaciones Laborales) lee un papel que dice que le entregó un coronel al que se negó a identifi car debido a que “su palabra bastaba”, para exhortarles a trabajar en sus tareas olvidándose de todo tipo de reclamos y manifestó que “todo problema se había acabado”. Como todavía había negociaciones pendientes que fueron solicitadas por los delegados sobre una cuestión de cuentas, Amoroso preguntó si esas conversaciones iban todavía a celebrarse.
“Usted, señor, no entiende”, replicó el jefe de Ford. “Esta reunión ha terminado, Amoroso, por favor, mándele saludos a Camps”. Cuando los trabajadores preguntaron quién era ese hombre -el entonces coronel Ramón Camps, que más tarde se jactó de ser responsable de unas 5.000 muertes-, los jefes de la Ford se echaron a reír. “Ya se van a enterar”, replicaron.
Tres días más tarde, Amoroso, Sánchez y los otros dirigentes fueron secuestrados de sus casas por hombres armados que llevaban tarjetas tomadas de los archivos de la ofi cina de personal de la Ford.
“En la guerra hay heridos y desaparecidos”
Camps: “Mire, es bueno que nos remontemos a los años ’76, ’77, incluso al ’75 y, también, hacia algunos años anteriores. Aquí, en Argentina, se vivió una situación especial. Usted habló de guerra, efectivamente, aquí, en Argentina, se vivió una guerra con todas las características de una guerra y con todas las formalidades de la guerra. Y allí se combatió. Y, por supuesto, en el combate, en la guerra, hay heridos y hay desaparecidos.
Pero sabe qué hay también y lo debemos reconocer: hay héroes, hay gente que combate y se entrega. Y, en esta lucha que nosotros tuvimos por 1976 y por 1977 hay un elemento que es importante para remarcar. A mí, que me tocó actuar en primera línea y sabe por qué no me sentí solo: porque me sentí acompañado por usted y por toda la gente que nos está mirando. Porque los argentinos están consustanciados con nosotros, de lo contrario, no hubiéramos logrado esto”.